domingo, 29 de mayo de 2011

Ernesto Sábato en Sobre héroes y tumbas

Ernesto Sábato Sobre héroes y tumbas

La luz crepuscular demorándose sobre las modestas estatuas, sobre los senderos cubiertos de hojas blandamente muertas.

Miraba una batalla de cruceros de algodón.

Tenía necesidad de contarle.

Había nacido madura, o había madurado en su infancia.

Tenemos esperanzas en acontecimientos que de producirse sólo nos proporcionarían frustración y amargura.

Esos viejos con bastones de jubilados que ven pasar el mundo como un recuerdo.

Lo entendió después de sus duras experiencias, cuando ya era tarde, como casi siempre sucede.

En ese presente que debería ser futuro.

Todos los ruidos externos van desapareciendo y tenés de verdad la sensación de que la ciudad duerme.

Se pasaba hablando de enfermos y muertos. Entraba en el comedor o en la sala diciendo con entusiasmo: Adivinen quién murió.

No, m´hija, qué iba a dormir. Descansaba, nomás.

Dentro de la máscara de pergamino agrietado y ya adelantada hacia la muerte parecía vivir dificultosamente un resto de ser humano.

Es lo único que nos va quedando, nombres de calles.

La vida es más embrollada que negocio de turco.

El Destino elige sus instrumentos, en seguida se encarna y luego viene la joda.

Eran sus deseos, pero no los del Destino.

El Destino se ve obligado a proceder como Sarmiento: hacer las cosas, aunque sea mal pero hacerlas.

Tatita se limitaba a escuchar y a decir, de vez en cuando, qué cosa ¿no? o así es compadre.

El tiempo de los seres humanos no vuelve nunca para atrás, nada vuelve a ser lo que era antes.

La esperanza no deja de luchar aunque la lucha esté condenada al fracaso.

Nunca somos la misma persona para diferentes interlocutores, amigos o amantes.

Qué confuso es todo, qué difícil es vivir y comprender.

Se me ha dormido una pierna. Es como si a uno le inyectaran soda.

Esas grandes tempestades que seguramente sueñan los mares cuando dormitan.

La obra de arte es un intento, acaso descabellado, de dar la infinita realidad entre los límites de un cuadro o de un libro.

Empezó a llover después de largos, ambiguos y contradictorios preparativos.

Es indudable que en la Argentina, y sobre todo en Buenos Aires, la proporción de pesimistas es mucho mayor, por la misma razón que el tango es más triste que la tarantela.

En Buenos Aires no hay clima sino dos vientos: norte y sur.

La verdad no se puede decir casi nunca cuando se trata de seres humanos, puesto que sólo sirve para producir dolor, tristeza y destrucción.

En la vida es más importante la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza.

En este país de resentidos sólo se empieza a ser un gran hombre cuando se deja de serlo.

Todo se construye sobre lo anterior.

No hay pureza un nada humano.

La felicidad hay que buscarla dentro del corazón.

Por suerte, el hombre no es casi nunca un ser razonable, y por eso la esperanza renace una y otra vez en medio de las calamidades.

El mundo resulta de la lucha entre Opio y Monada.

Yo lo tengo ya pensado: si se viene el comunismo, me voy a la estancia y se acabó. “¿cómo nadie puede inventar una frase como esa?”

Talvez sea verdad la reencarnación y que en los rincones más ocultos de nuestro yo duermen recuerdos de aquellos seres que nos precedieron.

Soy un individuo que ha profundizado en su propia conciencia ¿y quién que ahonde en los pliegues de su conciencia puede respetarse?

Llegando a un punto no vale la pena repetir los mismos razonamientos porque se forma una huella mental que impide salidas laterales.

Sólo es posible acertar con el porvenir si tratamos de descubrir las leyes del pasado.

Aviso a loa ingenuos: ¡NO HAY CASUALIDADES!

El Buenos Aires caótico de frenéticos muñecos con cuerda.

Engendraban nuevos pavores o desatinadas esperanzas.

Las palabras luz y esperanza deben de estar vinculadas.

Vueltos hacia lo más profundo de nuestro ser, cavilamos sobre el pasado.

Nadie, pero nadie, me ayudaba con sus plegarias. Ni siquiera con su odio.

Agregando con ese orgullo que la mayor parte de los seres humanos, sobre todos los viejos, ponen en el vaticinio de graves enfermedades o de mortales calamidades “y ya ven que tenía razón”.

Se observaba mucho movimiento y esa euforia con que la gente sigue las catástrofes que momentáneamente los arranca de una existencia gris y vulgar.

Nada de lo que se refiriese a seres humanos debería causar jamás asombro.

Pasaba a mi lado una especie de descanso.

Conocí parte de su personalidad, esa parte que, como la de la luna, estaba vuelta hacia nosotros.

No soy propenso a hablar de mis tribulaciones personales.

La mentira es siempre más agradable a las gentes que la verdad.

Padecían una suerte de irrealismo, daban la impresión de no participar de la brutal realidad del mundo que los rodeaba.

Ciertas personas culpables cobran odio a los inocentes.

Siempre es fácil profetizar el pasado.

Cuando empezamos a juzgar a la humanidad entera es porque en realidad estamos escrutando el fondo de nuestra propia conciencia.

En los dominios casi ajenos a la condición humana de la adolescencia, la santidad o la locura.

No hay casualidades sino destinos.

Entendemos demasiado tarde a los seres que más cerca están de nosotros. Cuando empezamos a aprender este difícil oficio de vivir ya tenemos que morirnos, y sobre todo ya han muerto aquellos en quienes más habría importado aplicar nuestra sabiduría.

Nada de los seres humanos debe asombrarnos.

La creciente de un río de montaña arrastra muchas cosas que hasta unos momentos antes se encontraban plácidamente contemplando el mundo.

No siempre nuestras ansiedades nos conducen a la verdad.

¿Quién ha dicho que sólo pueden hacernos sufrir los malvados?

El abismo que siempre se abre entre uno y el universo.

Aquel ser solitario y desesperado, ansioso de comunicarse.



martes, 10 de mayo de 2011

Dranzio Varella en Reflexiones de un oncólogo

Dranzio Varella Reflexiones de un oncólogo
Reflexiones del oncólogo brasileño Dranzio Varella, ganador del premio Nobel de Medicina.
Definiciones
a. Tercera Edad:
Oficialmente comienza a los 60 años y se supone que termina a los 80, pero no hay consenso.
b. Cuarta Edad o Vejez:
Se inicia a los 80 años y termina a los 90.
c. Longevidad:
Se inicia a los 90 y termina cuando mueres.
Vejez saludable
Nadie está sano después de los 50. Sanos están los jóvenes; los viejos tienen siempre uno o varios achaques que son propios de la edad.
De lo que se trata entonces es de envejecer saludablemente, con los achaques controlados y sin complicaciones.
Genética
Si quieres saber cuánto vivirás y cómo llegarás a esa edad, mira o recuerda a tus padres. La carga genética es fundamental para establecer un pronóstico de vida. Quien tuvo cáncer o infarto antes de los 60 lo transmitirá en los genes a sus hijos por lo que éstos tendrán mayor probabilidad de desarrollar las mismas enfermedades. El desarrollo de una enfermedad crónica requiere la presencia de varios factores, el genético es uno de ellos.
No hay atracón gratuito
“Somos lo que comemos”. Si además de tener una carga genética desfavorable pones 3 ó 4 cucharaditas de azúcar en cada café que tomas, saboreas todas las pieles del pollo asado y te relames con las cortezas de cerdo del aperitivo del fin de semana, estás convirtiendo tus arterias en cañerías atascadas. Ergo, no habrá buena circulación, no habrá buena oxigenación, habrá muerte celular, envejecimiento acelerado prematuro.
Si quieres tener una vejez saludable a partir de los 50 años cuida tu alimentación, no comas cosas “químicas”, no abusas de las grasas.
Un buen desayuno, un buen almuerzo y una pésima cena son la clave para equilibrar tu medio interno.
Viva el trago
Abandona todas las bebidas gaseosas. Las pueden tomar los jóvenes con mesura, nosotros no. Tienen carbonato de sodio, azúcar y cafeína. A nuestra edad, esas sustancias vapulean al páncreas y al hígado hasta desgastarlos. Mejor toma limonada, zumos… Hasta la cerveza es preferible. Se hace con agua hervida, tiene componentes naturales y no contiene sodio.
Hay evidencia clínica de que el consumo moderado de alcohol después de los 50 años mejora la calidad de vida. Tiene tres efectos definidos: vasodilatador coronario, disminuye el colesterol y es un sedante moderado. A la hora del almuerzo o por la noche, tómate un trago. Los más recomendados son el whisky, el vino tinto y el aguardiente puro.
En lugar de tomar nitroglicerina para dilatar las arterias, estatinas para bajar el colesterol o un valium para estar tranquilo, consigues todo eso con un buen trago. Y si lo haces en compañía de personas que quieres, el efecto se duplica. Ojo: consumo moderado equivale a uno o dos vasos, si te pasa todos los días, el efecto será el contrario y te matará rápido.
Tampoco hay que ser estrecho
Todas estas pautas son buenas, pero sin exagerar y sin dogmatizar. Si haces un asadito no vengas con que “no como chorizo porque es muy grasiento” o “mi médico me ha dicho que beba dos copas y punto”.
Nada reemplaza la alegría de compartir con los que te quieren; no hay grasa ni copa que no se pueda metabolizar en una buena tarde de esparcimiento. Los mecanismos de compensación de nuestro cuerpo son poco conocidos, pero así sucede: si disfrutas verdaderamente, el “pecado mortal” dietético se transforma en “venial”.
Nadie me quitará lo bailado
Eso es absolutamente cierto porque todo lo que comes y bebes te dejará huella y, cual retrato de Dorian Gray, tu cuerpo lo mostrará en la vejez. Las noches de juerga, los atracones, los excesos de todo tipo harán la vida de viejo muy desgraciada. Y no solamente a ti, sino a tu familia.
Pérdidas
La principal desgracia para un anciano es la soledad. Lo habitual es que las parejas no lleguen a viejas juntas; siempre alguien se va primero, con lo que se desequilibra todo el statu quo que sostenía a los componentes. El viudo o viuda comienza a ser una carga para su familia.
Traten de no perder el control de su vida. Por ejemplo: Yo decido cuándo y con quién salgo, qué como, cómo me visto, a quién llamo, a qué hora me acuesto, qué leo, en qué me distraigo, qué compro, donde vivo, etc. Cuando ya no puedas hacer eso, te habrás transformado en un plomo, un lastre para los demás.
Suficiente
Espero que esto que he escrito os sea de utilidad.


miércoles, 4 de mayo de 2011

Agatha Christie en Las Manzanas

Agatha Christie Las Manzanas
Una muchacha muy segura de sí misma, muy aficionada a formular preguntas.
Et bien, en la vida hay que correr necesariamente ciertos riesgos.
Lo bueno de usted es que se toma todas las cosas con mucha calma.
¿Sabe usted qué es lo que me recuerda su persona? Pues un computador. Se está usted programando a sí mismo.
Bueno, supongo que comprendo lo que quiere decir, evidentemente se le notaba lo contrario.
Usted se da cuenta de que puede resultar una persona auténticamente irritante a veces.
Entiendo que todo esto ha tenido que resultarle doloroso.
En los momentos actuales habla ya con cierta complacencia de lo acaecido.
Lo que sucede realmente, la mayor parte de las veces, es que no sabemos del prójimo nada en absoluto.
Seguro que dijo algunas verdades también, pero yo me atrevería a afirmar que aquellas no fueron demasiadas.
Las mentiras salían de su boca con la mayor naturalidad.
Hemos de esforzarnos por no vivir demasiado inmersos en el pasado.
Los viejos pecados tienen largas sombras.
Hombres y mujeres, criaturas incluso, mueren asesinados porque ofrecen la perspectiva de facilitar una ganancia, porque inspiran temor, porque despiertan amor.
No podemos hacer la vida que sugieren nuestros nombres.
El pasado es el padre del presente.
Los chicos saben guardar bien sus secretos. Acostumbran a convertirlos en centro de sus reflexiones.
Los acontecimientos, gran número de veces se precipitan de una manera extraña.
Lo he leído en alguna parte, no sé donde.
Los sombreros de las brujas se gastan, como todas las cosas de este mundo.
El presente se halla casi siempre enraizado en el pasado.
Cuando a uno no le gusta algo lo inteligente es que se esfuerce por averiguar el porqué.
Siempre me ha gustado hacer un favor a cualquiera, pero eso de que me usen de comodín…
A lo largo de mi existencia he tenido que reflexionar mucho y casi siempre de resultas de ello sé elegir el camino más seguro. Como todo el mundo a veces me equivoco, naturalmente.
Son chicos sanos como una manzana… sin gusanos.
Hay que reconocer que la gente es muy rara. Se forja deseos, obligaciones.