James Joyce en Ulises
¿No es el mar una inmensa dulce madre?
Ojos inquietos azulhumo.
Gritos juveniles de voces adineradas.
Silencioso de temor y pesar me acerque a su cabecera.
No pidas más de mí, colibrí. Todo lo que tengo te di.
Otra victoria como ésa y estamos perdidos.
Contempló al rezagado que aligeraba hacia el reducido campo donde voces agudas se enfrentaban. Los dividieron en equipos y se vino pisando matas de hierba con pies abotinados.
Usted no sabe aún lo que es el dinero. Dinero es poder.
Levantó el dedo índice y golpeó al aire como los viejos antes de que su voz hablara.
Para aprender hay que ser humilde.
Cuando uno lee estas extrañas páginas de alguien que ha desaparecido hace tiempo uno siente que uno está con uno junto a otro que una vez…
Di sólo con tono de lo más natural: cuando estaba en París.
¿No es el mar una inmensa dulce madre?
Ojos inquietos azulhumo.
Gritos juveniles de voces adineradas.
Silencioso de temor y pesar me acerque a su cabecera.
No pidas más de mí, colibrí. Todo lo que tengo te di.
Otra victoria como ésa y estamos perdidos.
Contempló al rezagado que aligeraba hacia el reducido campo donde voces agudas se enfrentaban. Los dividieron en equipos y se vino pisando matas de hierba con pies abotinados.
Usted no sabe aún lo que es el dinero. Dinero es poder.
Levantó el dedo índice y golpeó al aire como los viejos antes de que su voz hablara.
Para aprender hay que ser humilde.
Cuando uno lee estas extrañas páginas de alguien que ha desaparecido hace tiempo uno siente que uno está con uno junto a otro que una vez…
Di sólo con tono de lo más natural: cuando estaba en París.
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