Una
irresistible sonrisa que le llenaba la cara de dientes.
Los baldes
de la colecta se llenaban hasta el tope con las dádivas de quienes adquirían
boletos para el cielo.
Hay sólo dos
clases de enfermedades: las mortales y las que se curan solas a su debido
tiempo.
Tres
principios inapelables: lo único importante es ganar, el que pega primero pega
dos veces y dale directo a las bolas, hijo, y que Dios nos perdone.
Antes de que
el rayo fulminante del amor los domesticara.
Camarón que
se duerme, se lo lleva la corriente.
Se acercaba
a los cien años y aún era capaz de regocijarse con un sepelio ajeno, feliz de
no ser ella quien iba en el ataúd.
Por primera
vez se dirigió a la Virgen para hablarle de mujer a mujer.
Abundaban rencores
y escaseaban esperanzas.
Sintió el
alma llena de lágrimas imposibles de verter.
Se hace lo
que se puede –dijo ella suavemente.
Ganaba mucho
más ayudando a sus clientes que maldiciendo a sus enemigos.
Cuidado con
lo que pides, mira que el cielo puede otorgártelo.
Paso a paso,
un día a la vez, era su filosofía.
Un hombre
tan común y corriente que sería imposible recordar su rostro un minuto después
de haberlo visto.
No tenía
interés alguno en lo ocurrido antes, le bastaba la dicha de ahora.
Iba protegida
de los riesgos porque era incapaz de imaginar la maldad ajena.
Al
compararse con otros se sentía muy afortunada.
Se vive
nomás, lo mejor posible, un poquito cada día, es como un viaje sin meta, lo que
cuenta es el camino.
Permanecer
en silencio y apreciar el privilegio de la soledad.
Uno pasa la
primera parte de la vida juntando cosas y la segunda tratando de desprenderse
de ellas.
-¿Crees que
todavía alguien puede enamorarse de mi? –Pregunta mejor si acaso puedes
enamorarte tú.
Sintió la
mordedura de la soledad.
Por mucho
que uno corra siempre está en su misma piel.
Me
reconcilié conmigo mismo, me acepté con un poco de benevolencia y entonces tuve
mi primer atisbo de paz.
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