Roberto Goyeneche en su disco Todo Goyeneche
Era más blanda que el agua, que el agua blanda, era más fresca que el río, Naranjo en Flor.
Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamiento… Perfume de Naranjo en Flor, promesas vanas de un amor que se escaparon con el viento.
Cruel en el cartel, la propaganda manda cruel en el cartel, se vende la ilusión, se rifa el corazón… Están tus cosas pero tú no estás. ¡Luché a tu lado, para ti, por Dios, y te perdí!
Tu voz surgió de las sombras como un lejano reproche; tu voz que llora y me nombra mientras más aun se asombran los fantasmas de esta noche.
Mientras fumo forma el humo tu figura y en el aroma del tabaco tu fragancia me conversa de distancias. Mi corazón desgarrado porque no me he perdonado todo el mal que te causé.
Tú compras el carmín, y el pote de rubor, que tiembla en tus mejillas. Tú, que tímida y fatal te arreglas el dolor después de sollozar, sabrás como te amé. Mentiras… Son mentiras tu virtud, tu amor y tu bondad y al fin tu juventud. Mentiras… ¡Te maquillaste el corazón!
Decí, por Dios, ¡que me as dao, que estoy tan cambiao, no se más quién soy! El malevaje extrañao, me mira sin comprender… me ve perdiendo el cartel del guapo que ayer brillaba en la acción. Te vi pasar tangueando altanera con un compás tan hondo y sensual que no fue más que verte y perder la fe, el coraje, el ansia ‘e guapear. No me has dejao ni el pucho en la oreja.
Nos encontramos, tú y yo, y a conversar nos detuvimos. Un algo raro tenías cuando callabas, cuando reías… La luz de un fósforo fue nuestro amor pasajero. Duró tan poco… Lo sé… Como el fulgor que da un lucero… La luz de un fósforo fue, nada más, nuestro idilio, otra ilusión que se va del corazón y que no vuelve más.
Un pedazo de barrio, allá en Pompeya, durmiéndose al costado del terraplén. Un ladrido de perros a la luna. El amor escondido en un portón. Y los sapos redoblando en la laguna y a lo lejos la voz del bandoneón. Barrio de tango, luna y misterio. Barrio de tango, ¡desde el recuerdo te vuelvo a ver!
Me torturé sin ti y entonces te busqué por los caminos del recuerdo. Y fuiste tú la que alegró mi soledad, quien transformó en locura mi pasión y mi ternura y en horror mis horas mansas. Tú… mi tango triste fuiste tú y nadie existe más que tú en mi destino...
¡Chau, no va más!... Es la ley de la vida… ¡Chau, no va más! Ya gastamos las balas y el fusil. Te enseñé como tiembla la piel cuando nace el amor. ¡Chau, no va más!... Simplemente, la vida seguirá, pero nada regresa al ayer, ¡Tenés que seguir!... Vivir es cambiar, en cualquier foto vieja lo verás. ¡Chau, no va más!... Lo nuestro no fue ni ganar ni perder, ¡Fue tan solo la vida, no más!
Un día más, un año más, que estoy perdido en la neblina… Mimi Pinzón, yo te encontré después en mi destino… ¡Que cortos fueron los caminos de los sueños y que vanos los empeños, por salvarte de la muerte! Sigue la nieve castigando el ventanal, y yo con esta soledad… Mimi Pinzón, aun te busco por las calles de París… Un año más que tu no estás, y nuevamente la neblina trae recuerdos de mis noches parisinas, y en el recuerdo, nuevamente, vuelves tu… Estás en mi, te vuelvo a ver…
Como un fantasma gris llegó el hastío hasta tu corazón, que aun era mío. Si grande fue tu amor cuando viniste más grande fue el dolor cuando te fuiste… Triste tañido de las campanas doblando en mi soledad… Cada vez que me recuerdes la noche amiga me lo dirá y donde el cielo y el mar se pierden ¡Cuantas estrellas me alumbrarán! Cada vez que me recuerdes tu pensamiento me besará. Mi corazón se fue tras de tus pasos… ¡El pobre estaba ya hecho pedazos!
¡Soy una canción desesperada..! Por tu amor, mi fe desorientada se hundió, destrozando mi corazón. ¿Dónde estaba Dios cuando te fuiste? ¿Donde estaba el sol que no te vio? ¡Soy una canción desesperada que grita su dolor y su traición…!
¡Niebla del Riachuelo!... Amarrado al recuerdo yo sigo esperando… ¡Niebla del Riachuelo!...
De ese amor, para siempre, me vas alejando… Nunca más volvió, nunca más la vi, nunca más su voz nombró mi nombre junto a mí… Esa misma voz que dijo: “¡Adiós!”. Llueve sobre el puerto, mientras tanto mi canción; llueve lentamente sobre tu desolación… Anclas que ya nunca, nunca más, han de levar. Niebla del riachuelo, amarrado al recuerdo yo sigo esperando.
Tengo el corazón hecho pedazos, rota mi emoción en este día… Noches y más noches sin descanso y esta desazón del alma mía… ¡Cuantos, cuantos años han pasado, grises mis cabellos y mi vida. Más frágil que el cristal fue mi amor junto a ti… cristal tu corazón, tu mirar, tu reír… Tus sueños y mi voz y nuestra timidez temblando suavemente en tu balcón… Ya nunca volveré, lo se, lo se bien, ¡Nunca más! Tal vez me esperarás, junto a Dios, ¡Más allá! Solo, siempre solo, con mi espíritu amarrado a nuestra juventud…
Mademoiselle Ivonne era la papusa del Barrio Latino que supo a los puntos del verso inspirar… Pero fue que un día llegó un argentino y a la francesita la hizo suspirar. Madame Ivonne, la Cruz del Sur fue como el signo, Madame Ivonne, fue como el signo de tu suerte… Alondra gris, tu dolor me conmueve, tu pena es de nieve… Han pasado diez años que zarpó de Francia, Mademoiselle Ivonne hoy solo es Madame… Ya no es la papusa del Barrio Latino, ya nada le queda…
Bandoneón arrabalero viejo fuelle desinflado, te encontré como un pebete que la madre abandonó. A la luz de un farolito que de noche te alumbró. Bandoneón porque ves que estoy triste y cantar ya no puedo, vos sabés que yo llevo en el alma marcao un dolor.
¡Corazón! En aquella noche larga maduró la fruta amarga de esta enorme soledad. Eras la luz del sol y la canción feliz y la llovizna gris en mi ventana. Eras remanso fiel y duende soñador y jazminero en flor y eras mañana. Cálido arrullo de la paloma. Ya no serás jamás aroma de rosal, frescor de manantial en mi destino. Solo serás la voz que me haga recordar que en un instante atroz te hice llorar.
Lástima, bandoneón, mi corazón tu ronca maldición maleva… ¡Ya se, no me digás! ¡Tenés razón! La vida es una herida absurda, y es todo tan fugaz que es una curda, ¡Nada más! Mi confesión. Contame tu condena, decime tu fracaso.
Era más blanda que el agua, que el agua blanda, era más fresca que el río, Naranjo en Flor.
Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamiento… Perfume de Naranjo en Flor, promesas vanas de un amor que se escaparon con el viento.
Cruel en el cartel, la propaganda manda cruel en el cartel, se vende la ilusión, se rifa el corazón… Están tus cosas pero tú no estás. ¡Luché a tu lado, para ti, por Dios, y te perdí!
Tu voz surgió de las sombras como un lejano reproche; tu voz que llora y me nombra mientras más aun se asombran los fantasmas de esta noche.
Mientras fumo forma el humo tu figura y en el aroma del tabaco tu fragancia me conversa de distancias. Mi corazón desgarrado porque no me he perdonado todo el mal que te causé.
Tú compras el carmín, y el pote de rubor, que tiembla en tus mejillas. Tú, que tímida y fatal te arreglas el dolor después de sollozar, sabrás como te amé. Mentiras… Son mentiras tu virtud, tu amor y tu bondad y al fin tu juventud. Mentiras… ¡Te maquillaste el corazón!
Decí, por Dios, ¡que me as dao, que estoy tan cambiao, no se más quién soy! El malevaje extrañao, me mira sin comprender… me ve perdiendo el cartel del guapo que ayer brillaba en la acción. Te vi pasar tangueando altanera con un compás tan hondo y sensual que no fue más que verte y perder la fe, el coraje, el ansia ‘e guapear. No me has dejao ni el pucho en la oreja.
Nos encontramos, tú y yo, y a conversar nos detuvimos. Un algo raro tenías cuando callabas, cuando reías… La luz de un fósforo fue nuestro amor pasajero. Duró tan poco… Lo sé… Como el fulgor que da un lucero… La luz de un fósforo fue, nada más, nuestro idilio, otra ilusión que se va del corazón y que no vuelve más.
Un pedazo de barrio, allá en Pompeya, durmiéndose al costado del terraplén. Un ladrido de perros a la luna. El amor escondido en un portón. Y los sapos redoblando en la laguna y a lo lejos la voz del bandoneón. Barrio de tango, luna y misterio. Barrio de tango, ¡desde el recuerdo te vuelvo a ver!
Me torturé sin ti y entonces te busqué por los caminos del recuerdo. Y fuiste tú la que alegró mi soledad, quien transformó en locura mi pasión y mi ternura y en horror mis horas mansas. Tú… mi tango triste fuiste tú y nadie existe más que tú en mi destino...
¡Chau, no va más!... Es la ley de la vida… ¡Chau, no va más! Ya gastamos las balas y el fusil. Te enseñé como tiembla la piel cuando nace el amor. ¡Chau, no va más!... Simplemente, la vida seguirá, pero nada regresa al ayer, ¡Tenés que seguir!... Vivir es cambiar, en cualquier foto vieja lo verás. ¡Chau, no va más!... Lo nuestro no fue ni ganar ni perder, ¡Fue tan solo la vida, no más!
Un día más, un año más, que estoy perdido en la neblina… Mimi Pinzón, yo te encontré después en mi destino… ¡Que cortos fueron los caminos de los sueños y que vanos los empeños, por salvarte de la muerte! Sigue la nieve castigando el ventanal, y yo con esta soledad… Mimi Pinzón, aun te busco por las calles de París… Un año más que tu no estás, y nuevamente la neblina trae recuerdos de mis noches parisinas, y en el recuerdo, nuevamente, vuelves tu… Estás en mi, te vuelvo a ver…
Como un fantasma gris llegó el hastío hasta tu corazón, que aun era mío. Si grande fue tu amor cuando viniste más grande fue el dolor cuando te fuiste… Triste tañido de las campanas doblando en mi soledad… Cada vez que me recuerdes la noche amiga me lo dirá y donde el cielo y el mar se pierden ¡Cuantas estrellas me alumbrarán! Cada vez que me recuerdes tu pensamiento me besará. Mi corazón se fue tras de tus pasos… ¡El pobre estaba ya hecho pedazos!
¡Soy una canción desesperada..! Por tu amor, mi fe desorientada se hundió, destrozando mi corazón. ¿Dónde estaba Dios cuando te fuiste? ¿Donde estaba el sol que no te vio? ¡Soy una canción desesperada que grita su dolor y su traición…!
¡Niebla del Riachuelo!... Amarrado al recuerdo yo sigo esperando… ¡Niebla del Riachuelo!...
De ese amor, para siempre, me vas alejando… Nunca más volvió, nunca más la vi, nunca más su voz nombró mi nombre junto a mí… Esa misma voz que dijo: “¡Adiós!”. Llueve sobre el puerto, mientras tanto mi canción; llueve lentamente sobre tu desolación… Anclas que ya nunca, nunca más, han de levar. Niebla del riachuelo, amarrado al recuerdo yo sigo esperando.
Tengo el corazón hecho pedazos, rota mi emoción en este día… Noches y más noches sin descanso y esta desazón del alma mía… ¡Cuantos, cuantos años han pasado, grises mis cabellos y mi vida. Más frágil que el cristal fue mi amor junto a ti… cristal tu corazón, tu mirar, tu reír… Tus sueños y mi voz y nuestra timidez temblando suavemente en tu balcón… Ya nunca volveré, lo se, lo se bien, ¡Nunca más! Tal vez me esperarás, junto a Dios, ¡Más allá! Solo, siempre solo, con mi espíritu amarrado a nuestra juventud…
Mademoiselle Ivonne era la papusa del Barrio Latino que supo a los puntos del verso inspirar… Pero fue que un día llegó un argentino y a la francesita la hizo suspirar. Madame Ivonne, la Cruz del Sur fue como el signo, Madame Ivonne, fue como el signo de tu suerte… Alondra gris, tu dolor me conmueve, tu pena es de nieve… Han pasado diez años que zarpó de Francia, Mademoiselle Ivonne hoy solo es Madame… Ya no es la papusa del Barrio Latino, ya nada le queda…
Bandoneón arrabalero viejo fuelle desinflado, te encontré como un pebete que la madre abandonó. A la luz de un farolito que de noche te alumbró. Bandoneón porque ves que estoy triste y cantar ya no puedo, vos sabés que yo llevo en el alma marcao un dolor.
¡Corazón! En aquella noche larga maduró la fruta amarga de esta enorme soledad. Eras la luz del sol y la canción feliz y la llovizna gris en mi ventana. Eras remanso fiel y duende soñador y jazminero en flor y eras mañana. Cálido arrullo de la paloma. Ya no serás jamás aroma de rosal, frescor de manantial en mi destino. Solo serás la voz que me haga recordar que en un instante atroz te hice llorar.
Lástima, bandoneón, mi corazón tu ronca maldición maleva… ¡Ya se, no me digás! ¡Tenés razón! La vida es una herida absurda, y es todo tan fugaz que es una curda, ¡Nada más! Mi confesión. Contame tu condena, decime tu fracaso.
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