domingo, 17 de julio de 2011

Julio Cortázar en La noche boca arriba

Julio Cortázar La noche boca arriba La moto ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los pantalones. Amplias villas que dejaban venir los jardines hasta las aceras, apenas demarcadas por setos bajos. Se dejó llevar por la tersura, por la leve crispación de ese día apenas empezado. Ya era tarde para las soluciones fáciles. Junto con el choque perdió la visión. Fue como dormirse de golpe. Pasando bajo árboles llenos de pájaros. Era como estar viendo una película aburrida y pensar que sin embargo en la calle es peor; y quedarse. Le habían puesto una botella de agua mineral en la mesa de noche. Bebió del gollete, golosamente. Estaba estaqueado en el suelo, en un piso de lajas helado y húmedo. El frío le ganaba la espalda desnuda, las piernas. El grito de lo que iba a venir, del final inevitable. Cuando en vez de techo nacieran las estrellas y se alzara frente a él la escalinata incendiada de gritos y danzas, sería el fin.


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