viernes, 26 de febrero de 2010

Stephen King en La historia de Lisey

Stephen King La historia de Lisey
2ª ed. Bs. As. : Plaza y Janés, 2007 608 p. 23 x 16 cm. (Éxitos) ISBN 978-950-644-111-1

La historia de Lisey, probablemente la novela más personal y más intensa de Stephen King, explora los orígenes de la creatividad, la tentación de la locura y el lenguaje secreto del amor.

Si yo fuera luna, sabría donde ponerme.
D. H. Lawrence,
El arco iris

Ninguna de las hermanas de Lisey era inmune a los placeres que proporciona meter cizaña (“hurgar en la porquería”, como siempre decía su padre) o chismorrear sobre los trapos sucios ajenos.
A Lisey aún le costaba asimilar que llevaba dos años muerto; tenía la sensación de que había transcurrido toda una vida y al mismo tiempo de que apenas si había pasado un suspiro.
Lisey poseía lo que sin duda se cifraba entre los talentos humanos más infrecuentes: no se entremetía en los asuntos de los demás, pero al mismo tiempo no le importaba demasiado que los demás se metieran en los suyos.
El sentimiento que la embargaba con mayor intensidad era el desaliento, como si hubiera subestimado la tarea que debía realizar o sobrestimado (por mucho) su capacidad de llevarla a cabo hasta su inevitable conclusión.
Estar sola después de haber estado en pareja era raro de narices. Habría dicho que dos años bastarían para disipar esa sensación de extrañeza, pero no era así. Tendida en la cama que antes había albergado a dos personas, Lisey pensó que el momento más solitario era aquel en que despertabas y descubrías que seguías teniendo la casa entera para ti solita. Que tú y los ratones erais los únicos seres que seguíais respirando en ella.
Fuera de sus ámbitos de especialización, los académicos adolecían de una extraña falta de curiosidad.
El neurólogo al que por fin se animó a consultar le explicó que olvidar el momento de un suceso traumático era moneda corriente, que las personas que se recuperaban de tales episodios a menudo descubrían que había un tramo quemado en la película de sus recuerdos. En algunos casos resurgían imágenes y fragmentos inconexos años o incluso décadas más tarde. El neurólogo lo calificó de mecanismo de defensa.
Fuera de la habitación del motel, los perros, todos y cada uno de los putos perros de Nashville, a juzgar por el estruendo, siguieron ladrando mientras el sol se ponía por entre la neblina anaranjada de agosto para dar paso a la noche.
Uno de esos hombres que parecen mayores de lo que son, no solo porque han perdido mucho cabello y ganado mucha panza de forma prematura, sino sobre todo porque se empeñan en rodearse de una aureola tan sofocante de solemnidad que incluso sus bromas suenan como la lectura de las cláusulas de una póliza de seguros.
En ocasiones, Lisey percibía algo y al alzar la cabeza encontraba la mirada solemne de Scott clavada en ella, como si todavía constituyera un misterio para él.
¿Cuántos años hacen falta para que el estúpido peso del tiempo acabe con la emoción del matrimonio? ¿Cuánta suerte hay que tener para que el amor gane la partida al tiempo?
La multitud retrocede… a regañadientes, se le antoja a Lisey. Le parece que no quieren perderse ni una gota de sangre.
-¿Cómo está, querida?
-Intentando sobrevivir –replica ella sin volverse.
A fin de cuentas, ¿no es siempre hermosa la valentía?
A nadie le gustan los payasos a media noche.
Lisey percibía el tono intimidatorio de su voz y se detestó a sí misma. Esa era otra de las repercusiones que el dinero tiene sobre una al cabo de diez o veinte años; te hace creer que tienes el derecho de abrirte paso a hostias para salir de cualquier aprieto.
Era alucinante hasta qué punto la muerte de tu marido podaba el catálogo de amistades.
-Lo que duele es el amor –declaró Amanda en tono solemne… y de repente lanzó una risita que aligeró el corazón de Lisey.
Tanto la sonrisa casi desvanecida como el dolor creciente que empañaba sus ojos le decían cuánto la amaba Scott, y sabía que ello acrecentaba su poder para hacerle daño.
Así de cerca había estado de pasar esa noche sola en la cama. La idea le produce la misma sensación que asomarse a una ventana muy alta.
¿Cómo es el dicho? Lo peor no es que hablen mal de ti, sino que no hablen.
“más falsa que una patada de culebra”
Eso es lo que consigue el dinero, pensó. Te convierte en la más lista, en la jefa.
No había pensado lo que diría, en atención a otra de las Reglas de Landon, según la cual solo debía planearse lo que se iba a decir en el caso de una disensión leve. Cuando estabas realmente furioso, cuando tenías ganas de arrancarle los ojos a alguien, como suele decirse, por lo general era mejor dejar que la cosa fluyera por sí sola.
La mente exhausta es la presa más fácil de la obsesión.
El que dijo que mal de muchos, consuelo de tontos era un imbécil. En cambio, el que dijo todo lo que puede salir mal saldrá mal, ese sí que sabía lo que se decía.
Se enjugó las lágrimas que a fin de cuentas no había logrado contener y que le resbalaban por las mejillas. Por lo visto, investigar el pasado era una tarea mojada.
No existían los fantasmas, tan solo la memoria.
Lo bueno de hablar sola es que por lo general no tenías por qué terminar las frases.
Al principio cree que no hay ningún sonido, pero no es del todo cierto. Hay uno. Oye un leve tamborileo aterciopelado. Es su corazón.
No hay más remedio que convivir para siempre con los recuerdos.
A veces se pregunta si todo el mundo tiene esa cortina mental, tras la cual empieza la zona de prohibido pensar. Debería ser así. Resulta muy útil; te ahorra un montón de noches en blanco.
-Los viajes de mil kilómetros empiezan con un solo paso, Lisey – se dijo a sí misma al tiempo que se levantaba.
Recordó lo que Scott decía a menudo: “El noventa y ocho por ciento de lo que nos pasa por la cabeza no es asunto nuestro”.
¿quién querría acercarse a otra persona sabiendo lo difícil que resultaría prescindir de ella? En tu corazón, los seres queridos mueren muy despacio, ¿verdad? Como una planta cuando te vas de viaje y olvidas pedirle al vecino que pase de vez en cuando con la regadera, y es tan triste…
Recordaba un día, en tiempos mucho más felices, en que su marido le había dicho que los hombres heterosexuales se fijaban en prácticamente todas las mujeres entre los catorce y los ochenta y cuatro años; afirmaba que se debía a un circuito cerrado que existía entre el ojo y la polla sin pasar por el cerebro.
Las viejas ideas nunca mueren.
Los truenos seguían retumbando en el cielo con aire malhumorado.
Scott ni siquiera planeaba sus libros, por complejos que fueran algunos de ellos. Afirmaba que planificarlos le habría quitado la gracia al proceso. Para él, escribir un libro era como descubrir un hilo de colores llamativos en la hierba y seguirlo hasta donde lo llevara. A veces el hilo se rompía y acababas con las manos vacías, pero a veces, si tenías suerte, si eras valiente y perseverabas, te conducía hasta un tesoro, el libro en sí mismo.
Algunas cosas no se olvidan nunca. Había llegado a creer que las cosas que el mundo pragmático desdeña por considerarlas efímeras, cosas como las canciones, la luz de la luna y los besos, eran en ocasiones las más duraderas. Tal vez fuera una chorrada, pero desafiaban el olvido. Y eso estaba bien. Estaba bien.

tú eres la llamada, y yo la respuesta,
tú eres el deseo, y yo su cumplimiento,
tú eres la noche, y yo el día.
¿Qué más? Es perfecto.
Perfectamente completo,
tú y yo,
¿qué más?
Qué extraño que pese a todo suframos tanto.
D. H. Lawrence

“Algunas cosas tienen que ser ciertas porque no les queda otro remedio”.
Fue entonces cuando sonó el teléfono, haciendo añicos la frágil copa de los recuerdos de Lisey.
La tarde empezaba a desvanecerse. El sol aún brillaba amarillo, pero se acercaba al horizonte y no tardaría en adquirir ese fuego anaranjado que recordaba tan bien.

jueves, 25 de febrero de 2010

Khaled Hosseini en Cometas en el cielo

Khaled Hosseini Cometas en el cielo Ediciones Salamandra, 2003 Barcelona.
ISBN 978-84-9838-088-0

Con el tiempo he descubierto que lo que dicen del pasado, que es posible enterrarlo, no es cierto. Porque el pasado se abre paso a zarpasos.
“Hay una forma de volver a ser bueno”.
En el extremo opuesto a la entrada había una alta chimenea de mármol que en invierno estaba siempre iluminada por el resplandor anaranjado del fuego.
Dicen que los ojos son las ventanas del alma.
Los funcionarios del ayuntamiento, cuyos “bigotes necesitaban un engrase”.
A lo lejos, en el lado opuesto del lago, un camión ascendía pesadamente montaña arriba. La luz del sol parpadeó en el retrovisor lateral.
Mi padre consiguió moldear a su gusto el mundo que lo rodeaba, siendo yo la manifiesta excepción. El problema, naturalmente, era que Baba veía el mundo en blanco y negro. Y era él quien decidía qué era blanco y qué era negro. Es imposible amar a una persona así sin tenerle también miedo, tal vez incluso sin odiarlo un poco.
Sólo existe un pecado, sólo uno. Y es el robo. Cualquier otro pecado es una variante del robo. ¿Lo comprendes?
-Cuando matas a un hombre, le robas la vida –dijo Baba-, robas el marido a una esposa y el padre a unos hijos. Cuando mientes, le robas a otro el derecho a la verdad. Cuando engañas, robas el derecho a la equidad. ¿Comprendes?
-Si existe un Dios, espero que tenga cosas más importantes que hacer que ocuparse de que yo beba whisky o coma cerdo. Y ahora vete. Tanto hablar me ha dado sed.
-Yo no era así.- Baba parecía frustrado, casi enfadado. Rahim Kan se echó a reír.
-Los niños no son cuadernos para colorear. No los puedes pintar con tus colores favoritos.
La persona que desperdicia los talentos que Dios le ha dado es un burro.
Los disparos y las explosiones habían durado menos de una hora, pero nos habían asustado mucho porque ninguno de nosotros había oído nunca disparos en las calles. Entonces eran sonidos desconocidos para nosotros. La generación de niños afganos cuyos oídos no conocerían otra cosa que no fueran los sonidos de las bombas y los tiroteos no había nacido aún. Acurrucados en el comedor y a la espera de la salida del sol, ninguno de nosotros tenía la menor idea de que acababa de finalizar una forma de vida. Nuestra forma de vida. Aunque sin serlo del todo, aquello fue, como mínimo, el principio del fin. El fin, el fin oficial, llegaría primero en abril de 1978, con el golpe de estado comunista, y luego en diciembre de 1979, cuando los tanques rusos se hicieron dueños de las mismas calles donde Hassan y yo jugábamos, provocando con ello la muerte del Afganistán que yo conocía y marcando el principio de una época de carnicería que todavía continúa.
Me encantaba el invierno en Kabul. Me gustaba por el suave tamborileo que producía la nieve contra mi ventana por la noche, por cómo la nieve recién caída crujía bajo mis botas de caucho negras, por el calor de la estufa de hierro fundido cuando el viento azotaba los patios y las calles. Pero, sobre todo, porque mientras los árboles se helaban y el hielo cubría las calles, el hielo que había entre Baba y yo se fundía un poco. Y la razón de que fuera así eran los cometas. Baba y yo vivíamos en la misma casa, pero en distintas esferas. Los cometas eran la única intersección, fina como el papel, entre ellas.
A veces deseaba que no actuara de esa manera, que me permitiera por una vez ser el favorito.
Las reglas eran sencillas: nada de reglas.
Y cuando un volador de cometas tenía una cometa en las manos, nadie podía usurpársela. No era una regla. Era una tradición.
Le enseñaría de una vez por todas lo que valía su hijo. Y entonces, tal vez, mi vida como fantasma en aquella casa finalizaría. Y tal vez…, sólo tal vez…, me perdonaría finalmente haber matado a mi madre.
“Duele decirlo –aseguró, encogiéndose de hombros-. Pero es mejor resultar herido por la verdad que consolarse con una mentira.”
Hassan era así. Era tan malditamente puro que a su lado te sentías siempre como un falso.
Estar con alguien que siempre sabía lo que necesitaba resultaba un poco inquietante, aunque también reconfortante.
La esperanza crecía en mi corazón como la nieve que se apila sobre un muro, copo tras copo.
El sótano fue nuestro hogar durante la semana siguiente y a la tercera noche descubrí el origen de los sonidos chirriantes. Ratas.
-Dios nos salvará. ¿Por qué no le rezas?
Baba aspiró una pizca de rapé y estiró las piernas.
-Lo que nos salvará son ocho cilindros y un buen carburador.- Eso los silenció a todos por lo que al tema de Dios se refiere.
La carretera de tierra se deslizaba entre campos que eran como sábanas plomizas bajo el cielo gris hasta que desaparecía detrás de una cadena de montañas sinuosas. El camino pasaba a lo lejos por un pequeño pueblo que se extendía a lo largo de una loma reseca por el sol.
Le pedí bondad a un Dios que no estaba completamente seguro de que existiera. Envidiaba al mullah, envidiaba su fe y su certidumbre.
¿Qué debes hacer, dices? Eso es precisamente lo que he intentado enseñarte durante todos estos años: que nunca tengas que formular esa pregunta.
Recuerdo ese período como una época de muchas “primeras veces”. La primera vez que oí a Baba gimiendo en el baño. La primera vez que descubrí sangre en su almohada. Nunca se había puesto enfermo en los cerca de tres años que llevaba trabajando en la gasolinera. Otra primera vez.
Pensé en todos los espacios vacíos que Baba dejaría atrás cuando se fuera y me obligué a pensar en otra cosa. No se había ido. Aún no. Y aquél era un día para tener buenos pensamientos.
Sospechaba que había muchos aspectos en los que Soraya Taheri era mucha mejor persona que yo. La valentía era tan sólo uno de ellos.
Yo veía su sonrisa interior, ancha como los cielos de Kabul en las noches en que los álamos se estremecen y el sonido de los grillos inunda los jardines.
Soraya y yo iniciamos la rutina (y las pequeñas preguntas) de la vida de casados.
Tu siempre has sido un turista aquí, sólo que no eras consciente de ello.
Salí al exterior. Permanecí bajo el brillo deslustrado de la media luna y alcé la vista hacia el cielo inundado de estrellas. Era noche cerrada y se oía el canto de los grillos y el viento que soplaba entre los árboles. Notaba el frío del suelo bajo los pies descalzos.
Como dice el poeta: “¡Despreocupado estaba el amor y entonces llegaron los problemas!”
-Dijo: “Tengo mucho miedo.” Y yo le pregunté: “¿Por qué?”, y ella respondió: “Porque soy profundamente feliz, doctor Rasul. Una felicidad así asusta.” Le pregunté por qué y dijo: “Sólo te permiten ser así de feliz cuando están preparándose para llevarse algo de ti”, y yo repliqué: “Calla. Basta de tonterías.”
-¿Quieres quedarte? –me preguntó muy serio Farid.
-No –respondí. Jamás había querido estar tan lejos de un lugar como en aquellos momentos-. Pero debemos quedarnos.
Cuando intentaron ponerla de nuevo de pie, empezó a gritar y a patalear. Nunca olvidaré aquel grito. Era el grito de un animal salvaje intentando liberar su pata atrapada en la trampa de un oso.
Recordé algo que Baba me había dicho hace mucho tiempo: “Me meo en la barba de todos esos monos santurrones”. No hacen nada, excepto sobarse sus barbas de predicador y recitar un libro escrito en un idioma que ni siquiera comprenden. Que Dios nos asista si Afganistán llega a caer en sus manos algún día.”
Deseaba no haber tenido que entrar solo. A pesar de todo lo que había aprendido de Baba, deseaba que en aquel momento hubiese estado a mi lado. Baba habría irrumpido por la puerta y exigido ver al responsable del lugar, y se habría meado en las barbas de cualquiera que se interpusiese en su camino.
-Yo me eduqué en Estados Unidos, Amir. Si América me enseñó alguna cosa es que darse por vencido es más o menos lo mismo que mearse en la jarra de la limonada de las Girl Scouts.
-No me importa. Puedo esperar. Es como las manzanas verdes.
-¿Las manzanas verdes?
-Una vez, cuando era muy pequeño, trepé a un árbol y comí unas manzanas que aún estaban verdes. Se me hinchó el estómago y se me puso duro como un tambor. Mi madre me dijo que si hubiese esperado a que madurasen, no me habrían sentado mal. Así que ahora, cuando quiero algo de verdad, intento recordar lo que ella me dijo sobre las manzanas.
Entrecerrando los ojos para evitar la luz del sol y sonriendo como si el mundo fuese un lugar bueno y justo.
Entonces noté algo: que ese último pensamiento no me había producido ningún tipo de punzada.
Me pregunté si el perdón se manifestaría de esa manera, sin la fanfarria de la revelación, si simplemente el dolor recogería sus cosas, haría las maletas y se esfumaría sin decir nada en mitad de la noche.

Edgar Rice Burroughs en Tarzán

Edgar Rice Burroughs en Tarzán, señor de la jungla
El hombre posee la peculiaridad, única entre todas las especies creadas, de hacer la guerra contra todos los seres vivos, incluso los de su propia especie.
Esperaron, a falta de otra cosa mejor que hacer.
Pero como siempre sucede con todas las cosas, aquel túnel tenía un final.

domingo, 21 de febrero de 2010

en Buscar las propias fortalezas

Buscar las propias fortalezas ¿Para qué soy bueno?

Encontrar los puntos fuertes de uno, adueñarse de ellos y trabajarlos es el enfoque que toma cada vez más fuerza para triunfar en la vida. Descubrirlos nos conduce a un mayor bienestar.
¿Cuál es mi fuerte?, ¿Para qué soy bueno? ¿En qué me desempeño hábilmente? Si bien uno no anda por la vida cuestionándose qué es lo que mejor le sale y en qué situaciones siente mayor plenitud, son este tipo de preguntas y sus respuestas elementos importantes en el camino para alcanzar el propio bienestar: algo que buscamos, más o menos constantemente durante toda nuestra existencia. Tal vez se vea con mayor claridad dónde uno anda un poco flojo, pero toda persona en el mundo tiene alguna capacidad o fortaleza más sobresaliente que otra. La cuestión está en descubrirla y tomar posesión de ella para abordar la vida. Echemos un vistazo a las propias. Aunque es importante saber cuáles son los propios talones de Aquiles, hoy se refuerza la idea de hallar en uno mismo las fortalezas.
Se nota un interés creciente en explorar las capacidades de la gente y desarrollar sus recursos.
Hay un intento de comprender científicamente la formación de fortalezas, de cualidades positivas que ayudan a no enfermar o a curar la enfermedad y también a vivir una buena vida, lo que implica ser feliz, no solo no sufrir.
Trabajar en lo que naturalmente se hace bien. El punto es iluminar adecuadamente los recursos para enriquecer nuestras vidas y las de los demás.
El potencial de las personas se refiere a las áreas de fortaleza de cada uno, a las actividades para las cuales rendimos exitosamente.
Fortalezas son todas las características que tienen el potencial de hacer mejor nuestra vida.
Se usan las fortalezas para disfrutarlas o interactuar con otros.
La teoría de inteligencias múltiples propone que existe una variedad de inteligencias que operan
en combinación y son necesarias para realizar bien distintas tareas. Son al menos ocho.
Nuestros defectos son, en su mayoría, la exageración de nuestras virtudes. Podemos mirar nuestros defectos y ver qué virtudes esconden.
Resiliencia: la capacidad de salir fortalecido de las situaciones de crisis o adversidad.
La fórmula es conocer las propias virtudes y talentos y reconstruir la vida para ponerlos en práctica lo más posible.
Poner las propias virtudes y talentos al servicio de alguna causa que sintamos como más grande a nosotros mismos. De esta manera dotas de sentido a toda tu vida.
Las 24 fortalezas se agrupan en 5 categorías:
1. Sabiduría y conocimiento. La adquisición y el uso del saber: 1) curiosidad e interés por el mundo; 2) amor por el conocimiento y el aprendizaje; 3) juicio, pensamiento crítico, mentalidad abierta; 4) ingenio, originalidad, inteligencia práctica; 5) perspectiva.
2. Coraje. Incluyen la concreción de metas ante situaciones difíciles, externas o internas; 6) valentía; 7) perseverancia y diligencia; 8) integridad, honestidad, autenticidad; 9) vitalidad y pasión por las cosas.
3. Humanidad. Cuidar y ofrecer amistad y cariño a los demás: 10) amor, apego, capacidad de amar y ser amado; 11) simpatía, amabilidad, generosidad; 12) inteligencia emocional, personal y social.
4. Justicia. Fortalezas que redundan en una vida comunitaria saludable: 13) ciudadanía, civismo, lealtad, trabajo en equipo; 14) sentido de la justicia, equidad; 15) liderazgo.
5. Moderación. Nos protegen contra los excesos: 16) capacidad de perdonar, misericordia; 17) modestia, humildad; 18) prudencia, discreción, cautela; 19) autocontrol, autorregulación.
6. Trascendencia. Crean conexiones con la inmensidad del universo y proveen de significado a la vida: 20) apreciación de la belleza y la excelencia, capacidad de asombro; 21) gratitud; 22) esperanza, optimismo, proyección hacia el futuro; 23) sentido del humor; 24) espiritualidad, fe, sentido religioso.

viernes, 19 de febrero de 2010

Sosan Hsin-Hsin-Ming Creer en la mente

Sosan Hsin-Hsin-Ming Creer en la mente – El libro de la Nada

Sosan (tercer patriarca Zen, falleció el 606 d.C.)

El Método Perfecto rehúsa hacer preferencias;
Sólo cuando está libre de odio y amor
Se revela plenamente sin disfraz;
No fijes tu pensamiento en su favor ni en su contra.

Alzar lo que te gusta contra lo que te disgusta
Es la enfermedad de la mente.

No persigas las marañas externas,
Mora en el vacío interno.

Cuando perseguimos los objetos externos, perdemos la razón.

El sujeto se aquieta cuando el objeto cesa,
El objeto cesa cuando el sujeto se aquieta.

El apego jamás se mantiene dentro de límites,
Abandónalo, y las cosas siguen sus propios rumbos.

Obedece a la naturaleza de las cosas
Calmo, cómodo y libre de molestias.

Los sabios son no-activos.

Los iluminados no tienen gustos ni disgustos
Ganancia y pérdida, verdad y error,
¡Fuera con ellos de una vez por todas!

Olvida el origen de las cosas.

Esta Razón Absoluta está más allá (del tiempo)
Que se apresura y (del espacio) que se extiende,
Para ella un instante es diez mil años.

Las cosas infinitamente pequeñas son tan enormes
Como las cosas enormes pueden serlo;
Las cosas infinitamente enormes son tan pequeñas
Como las cosas pequeñas pueden serlo.

Lo que es lo mismo como lo que no lo es,
Lo que no lo es, es lo mismo que lo que es.

Uno en Todo,
Todo en Uno…
Si sólo se comprendiese esto,
¡No te preocuparías más por no ser perfecto!

jueves, 18 de febrero de 2010

Isabel Allende en El Reino del Dragón de Oro

Isabel Allende El Reino del Dragón de Oro 3ª ed. Ed. Sudamericana 2003 Bs.As. ISBN 950-07-2423-5

El tiempo a nivel espiritual no existe.
Los profundos precipicios que, como hachazos de Dios, cortaban los montes.
Lo hacían sin pensar, con la mente en blanco, confiando en la habilidad de sus cuerpos, el instinto y la buena suerte, porque, si se detenían a calcular los movimientos, no podían hacerlo.
-El miedo no es real, Dil Bahadur, sólo está en tu mente, como todo lo demás. Nuestros pensamientos forman lo que suponemos que es la realidad-.
-¿Cuántas veces te he dicho que no creas todo lo que oyes? Busca tu propia verdad – se rió el lama.
-Todos vamos a morir, es lo único seguro, Dil Bahadur.
-Nunca es mucho tiempo.
Con el tiempo probó tener la mezcla adecuada de autoridad para gobernar, sentido práctico para hacer justicia y espiritualidad para no dejarse corromper por el poder.
Tensing había vivido como ermitaño en esa cueva por varios años, en silencio y soledad.
-El deseo y el temor son ilusiones. Debes practicar el desprendimiento.
-El afecto no necesita la presencia del otro para manifestarse. La separación entre los seres también es ilusoria, puesto que todo está unido en el universo. Nuestros espíritus siempre estarán juntos, Dil Bahadur – explicó el lama.
Ella le advirtió que debía “leer con el corazón”, tal como antes le había enseñado a “escuchar con el corazón”.
Le gustaba escribirle. Era como llevar un diario.
Tal como decía Iyomi: “Hay muchas clases de guerreros”.
-¿Cómo puedes defender este sistema de vida? ¡Mira la pobreza! ¿Te gustaría vivir así?
-No, Jaguar, pero tampoco me gustaría tener más de lo que necesito –replicó ella.
Siguió a Nadia sin vacilar, “viendo con el corazón”, como hacía cada vez más a menudo.
“Enfrenta los obstáculos a medida que se presenten, no pierdas energía temiendo lo que pueda haber en el futuro”.
El camino de la salvación era siempre individual y se basaba en la compasión hacia todo lo que existe.
Wandgi les había dicho que no debían abrir el paquete; eso era una muestra de impaciencia, sólo aceptable en un niño.
Presumir se consideraba una muestra imperdonable de mala educación; ni el rey, que era la máxima autoridad en materia de flora y fauna, lo hacía.
Todos hablaban con vaguedad. Las palabras más frecuentes eran “tal vez” y “posiblemente”, con lo cual evitaban opiniones fuertes y confrontación. Eso dejaba una salida honorable, en caso de que las partes no estuvieran de acuerdo.
Kate Cold había aceptado, resignada, que el guía la llamara “abuelita”. Era un signo de respeto, la forma educada de dirigirse a una persona mayor.
Tenía veintinueve años cuando se asomó fuera del jardín y vio por primera vez enfermedad, pobreza, dolor, crueldad. Se cortó el cabello, se despojó de sus joyas y sus ropajes de rica seda y se fue en busca de la Verdad.
Después de pasar del placer absoluto en su palacio al sacrificio más severo, comprendió que el Camino del Medio es el más adecuado.
A los treinta y cinco años se sentó sin moverse bajo un árbol durante seis días y seis noches a meditar. Una noche de luna su mente y su espíritu se abrieron y logró comprender todos los principios y procesos de la vida. Es decir, se convirtió en Buda.
-En sánscrito “Buda” quiere decir “despierto” o “iluminado”. Buda no es un nombre, sino un título, y cualquiera puede convertirse en buda a través de una vida noble y de práctica espiritual.
-La base del budismo es la compasión hacia todo lo que vive o existe. Dijo que cada uno debe buscar la verdad o la iluminación dentro de sí mismo, no en otros o en cosas externas. Por eso los monjes budistas no andan predicando, como nuestros misioneros, sino que pasan la mayor parte de sus vidas en serena meditación, buscando su propia verdad. Sólo poseen sus túnicas, sus sandalias y sus escudillas para mendigar comida. No les interesan los bienes materiales.
Tenía condiciones de guerrero, siempre quería ganar, le gustaba el aplauso, era impaciente y voluntarioso. Definitivamente, no tenía pasta para convertirse en un gobernante sabio.
Al ponerse el sol comenzaron a cantar los grillos, sumándose al ruido de la fiesta.
Se volvió hacia adentro, hacia ese espacio misterioso que todos tenemos cuando cerramos los ojos y expulsamos los pensamientos de la mente.
Nada en el mundo es permanente, todo cambia, se descompone, muere y se renueva en otra forma; por lo tanto aferrarse a las cosas de este mundo es inútil y causa sufrimiento. El camino del budismo consistía en aceptar eso.
-¿Qué dice la inscripción? –preguntó ella.
-Son palabras de Buda: “El cambio debe ser voluntario, no impuesto”.
-Todos podemos cambiar, pero nadie puede obligarnos a hacerlo.
Permanecieron meditando en silencio, mientras el monje realizaba paso a paso la larga y lenta ceremonia, que consistía simplemente en servir té verde y amargo en dos pocillos de barro.
-¿Usted cree en eso?
-No importa lo que yo crea. El hecho es que lo hacen.
Se había lavado con la lentitud y la precisión que caracterizaban todos sus gestos.
-El entrenador de elefantes necesita cinco virtudes, Dil Bahadur: buena salud, confianza, paciencia, sinceridad y sabiduría –dijo el lama sonriendo.
Entre bocado y bocado, que mascaban lentamente, admiraban el paisaje en silencio, porque no hablaban mientras comían.
Aquí y ahora. Debemos regocijarnos con la belleza de este momento, en vez de pensar en la tormenta que vendrá…
-Tal vez no sea tanto lo que me falta por aprender –sonrió el joven.
-Casi nada, sólo un poco de modestia –replicó el lama.
Soportar el frío era parte del rudo aprendizaje al cual lo sometía su maestro, como andar casi siempre descalzo, comer muy poco y permanecer horas y horas inmóvil en meditación.
No pedía tregua. Su maestro jamás lo había oído quejarse.
-Tal vez sería conveniente que no trataras de dominar tu cuerpo con la mente. Debes ser como el tigre del Himalaya, puro instinto y determinación… - sugirió el lama.
-La tormenta arranca del suelo al fornido roble, pero no al junco, porque éste se dobla. No calcules mi fuerza sino mis debilidades.
Ese era el camino señalado por Buda: el camino de la compasión.
En el cielo brillaba una luna inmensa, como un gran ojo de plata.
El peor enemigo, así como la mayor ayuda, suelen ser los propios pensamientos.
-Somos lo que pensamos. Todo lo que somos surge de nuestros pensamientos. Nuestros pensamientos construyen el mundo.
Debían ver al enemigo como un maestro que les daba la oportunidad de controlar sus pasiones y aprender algo sobre sí mismos. La perspectiva de agredir nunca se les había presentado antes.
Buda era sólo un ser humano que había alcanzado la “iluminación” o suprema comprensión. Enviaban sus oraciones como rayos de energía positiva al espacio infinito y al espíritu que reina en todo lo que existe. Hasta los actos más cotidianos estaban impregnados de un sentido divino. La religión en ese país era una forma de vida; cada persona cuidaba al Buda que llevaba dentro.
Te sostendremos con nuestro pensamiento.
-¿Eso es todo? Terminó justo cuando empezaba a gustarme.
-Tal vez no buscó donde debiera… -insinuó Tensing.
-Creo que Pema y las otras muchachas están a salvo. Eso significa que tal vez muy pronto el general Myar Kunglung sabrá que el rey está en el monasterio… - dijo Tensing.
-¿Cómo lo sabe, honorable maestro? - preguntó Alexander.
-La mente de Pema ya no transmite tanta ansiedad. Su energía es diferente.
-Había oído de la telepatía, maestro, pero nunca imaginé que funcionara como un celular.
El lama sonrió amablemente. No sabía lo que era un celular.
Alexander pensó que un año antes habría calificado todo eso como demencia, pero ahora sabía cuán misterioso es el mundo.
El seguro de vida de cualquier especie es la diversidad. La diversidad garantiza la sobrevivencia.
-No me trates como a una niña. Sé cuidarme sola, lo he hecho por trece años, y creo que puedo ser útil.
-Está bien, pero harás exactamente lo que yo diga –decidió Alex.
-Ni lo sueñes. Haré lo que me parezca adecuado.
-Lo único cierto es que en este mundo todo cambia constantemente, Judit. El cambio es inevitable, ya que todo es temporal.
Por primera vez en su vida Tensing se sintió derrotado por la emoción: amaba a ese muchacho como a un hijo, más que a sí mismo; separarse de él le dolía como una quemadura. El lama procuró tomar distancia y calmar la ansiedad de su corazón. Observó el proceso de su propia mente, respiró hondo, tomando nota de sus desbocados sentimientos y del hecho de que aún le faltaba un largo camino para alcanzar el absoluto desprendimiento de los asuntos terrenales, incluso de los afectos. Sabía que en el plano espiritual no existe la separación. Recordó que él mismo le había enseñado al príncipe que cada ser forma parte de una sola unidad, todo está conectado. Dil Bahadur y él mismo estarían eternamente entrelazados, en esta y otras reencarnaciones. ¿Por qué, entonces, sentía esa angustia?
-Acuérdate que debes ser como el tigre del Himalaya: escucha la voz de la intuición y del instinto. Confía en las virtudes de tu corazón – replicó el monje.
-Si aspiran profundo tres veces, dejan que el aire llegue hasta el vientre y luego lo sueltan lentamente, tal vez se tranquilicen… - les aconsejó el príncipe.
Ni su pueblo ni su familia, que tanto lo amaban, lloraron su muerte, porque creían que el llanto obliga al espíritu a quedarse en el mundo para consolar a los vivos.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Pablo E. Chacón en Los Otros

Pablo E. Chacón Los Otros Una Arqueología de la Soledad 1ª ed. Bs. As. Edhasa. 2006 ISBN 950-9009-72-5

En un principio todos vivían en una familia, un clan o una tribu, y no se sabía qué era estar solo porque no había una idea de individuo, del yo, esa entidad autónoma separada del resto.
El primer viaje es el éxodo de la naturaleza a la cultura.
Estado: acreedor del monopolio de la violencia, desde entonces legítima. Esa horda política ya es un conjunto de individuos, obligados, por el terror o la sugestión, a la convivencia, al contrato social.
Cualquier adaptación siempre es dolorosa.
Según la OMS, las urgencias registradas por los servicios gratuitos de atención telefónica en los países industrializados se cuentan en unos 300.000 llamados anuales. La soledad es la causa principal de las consultas. En esos países vive sola el 35% de la población entre 25 y 40 años.
A esta altura, los ricos podrían pasarse toda la vida sin entrar jamás en contacto con el resto de la sociedad.
El 26% de los estadounidenses se califica de solitarios crónicos.
En una encuesta realizada entre 179 estudiantes secundarios que debían responder a la pregunta “si estuvieras abandonado en una isla desierta, ¿qué preferirías tener?, el 54% aseguró desear estar con un amigo, un conocido o alguien con quien conversar.
En el mundo hay 600 millones de ancianos, y en cincuenta años ya serán el doble: el 25% de la población mundial.
En la Argentina hay un 17% de hogares unipersonales; en 1960, ese porcentaje alcanzaba al 7%, que para 2010 se estima llegará al 22%.
“La vida, es siempre la muerte de alguien”, decía Antonin Artaud.
La ciudad contemporánea es un espacio hostil, ya no existe la protección que ofrecía el parentesco o la proximidad.
Las posibilidades de enfermar de los solitarios se multiplican por diez. Por la infelicidad interpersonal, la falta de amor y la soledad. “En mi profesión, psicóloga clínica, la situación generalmente tiene que ver con relaciones estresantes o con el estrés producido por no tener relación”.
La felicidad aumenta o disminuye de acuerdo al número y calidad de las relaciones sociales.
La felicidad es una consecuencia de la calidad de las relaciones sociales. La red familiar es responsable de que los sujetos se sientan más o menos a gusto con sus vidas.
La mitología de la igualdad de oportunidades sumada al culto de la satisfacción inmediata han hecho creer en la capacidad de cualquiera para alcanzar cualquier cosa de la forma más rápida.
Los estudiosos de la ciencia de la felicidad aseguran que un elemento clave para alcanzar ese estado es la relación con los otros.
Los hombres aislados socialmente tienen niveles más altos en sangre de ínter leucina 6, una molécula asociada a la inflamación y al riesgo cardíaco.
Los sujetos que meditan con regularidad, tienen mayor actividad en la corteza prefrontal izquierda, una región del cerebro asociada a las emociones positivas, al bienestar y a la capacidad para soportar el estrés.
El aislamiento social es un factor de riesgo tan importante como la obesidad, la vida sedentaria y quizá incluso fumar.
Epícteto: “la soledad maligna es el estado de una persona desamparada, que puede incluso padecerla cuando se encuentra en medio de una multitud… porque es bien sabido que el hombre solitario en desamparo espiritual se encuentra expuesto de tal manera al impacto de la soledad, que esta situación puede causarle mal y enfermedad”.
Ahora hay mucha gente sola, gente que no quiere estar sola, y que por diversas causas está sola.
El arte del guerrero es equilibrar el terror de ser hombre con el prodigio de ser hombre.
¿Es cierto finalmente que es mejor estar solo que mal acompañado?
La felicidad no es ganar mucho, sino ganar más que el vecino.
“La gran virtud de las aristocracias es que todos saben quienes son, y por consiguiente no se comparan con otros”.
“el vicio principal de toda sociedad igualitaria es la envidia”.
“Los santos son aquellos que aun estando vivos, han aceptado realmente la muerte”.
Esquilo: “¿No sabes, Prometeo, que para un temple enfermo los únicos médicos son las palabras? El día del nacimiento el viviente cambia de medio, del hábitat acuático al mundo aéreo y social. Los sentidos, que funcionaban en un mundo líquido, deberán funcionar en un mundo aéreo. Resultará imprescindible que se ponga en marcha un dispositivo que se llama familia.
El hombre es un animal de nacimiento prematuro.
El humano es de todos los animales el menos provisto de los instintos necesarios para sobrevivir y adaptarse al medio. Esto quiere decir que necesita de otros para sobrevivir. La naturaleza del hombre no se completa más que en la cultura.
Entiendan que el niño no está acabado. No nace acabado. El niño nace incompleto. A eso se debe que no camine ni hable.
Los niños, pensados en cuanto tales, con unas necesidades derivadas de su desamparo, y no como adultos pequeños a los que se podía explotar o abandonar.
La investigación indica que los niños criados en institutos son más destructivos y exigentes que los criados en familias nucleares.
El niño socializado puede divertirse con lo desconocido; el niño sin familia se angustia, y debe partir a la busca de un objeto que lo tranquilice. El único objeto estable es su propio cuerpo, y hacia ese objeto se orientarán sus actividades.
“Para permitir que se manifestara su genio era necesario que se atreviera a dejar de querer complacer”.
Las calles del centro están atestadas de tipos como él: tipos apurados. Antes de llegar a la esquina, se cae, se abre el maletín, vuelan unos papeles. Está muerto: infarto masivo.
¿Acaso estaba ciego y sordo, o bien se requiere la luz de una desgracia para que un hombre se revele tal como es?
La vida sin amor es un inacabable aburrimiento.
“Puedo sonar como un traidor al género, pero tener sexo con mujeres que no conozco se ha vuelto menos satisfactorio. Hace unos meses rechacé a una hermosa mujer, porque prefiero no arriesgar la amistad. Por simple sexo, no vale la pena”.
Se trataría de sustituir la autoestima por el autocontrol, la voluntad de complacencia por la disciplina.
El imperativo de la época es vivir su vida sin ilusiones, abiertos a la ocasión.
En Argentina, en 2005, más de la mitad de los nacimientos fueron extramatrimoniales.
Los actuales, en su gran mayoría, “son matrimonios que se contraen para alcanzar determinadas ventajas, y que se disuelven en caso de no alcanzarlas”.
En Alemania, donde hay 13,7 millones de hombres y mujeres que viven solos, dos arquitectas de Colonia inventaron un papel de revestimiento, especial para singles que no soportan del todo bien la soledad; en tamaño real, el empapelado reproduce la foto del partenaire; la ventaja con el de carne y hueso, según las inventoras, es que “no ensucia, no ronca, no habla, no pide y no controla”. Las arquitectas se inspiraron en un disco compacto donde pueden escucharse puertas que se abren, cajones que se cierran, platos que se caen, suspiros y estornudos que crean la ilusión de que hay alguien más en la casa.
Séneca escribe que “la vejez sólo es respetada si lucha por sí misma, mantiene sus derechos, evita la dependencia de los otros, y afirma su control hasta el último aliento”.
Pareciera que la actividad intelectual, física y la alimentación tienen relación con la longevidad (y contra la vulgarmente llamada chochera). Sin embargo, contra la vejez o más estrictamente contra la soledad durante la vejez, el factor de protección clave es de orden social: son los otros, la compañía de los otros, en todas sus variantes, ¡hasta en el matrimonio!
La empresa norteamericana Hallmark ofrece una variedad de tarjetas de cumpleaños para la población de más de 100 años, y espera vender unas 90.000 para finales de la década en curso. La nueva generación rechaza la noción estándar de los asilos a favor de permanecer en sus casas o formar pequeños grupos comunitarios o familias sustitutas.
La expresión de moda entre los gerontólogos europeos y estadounidenses es envejecer en el sitio
y significa que los ancianos deben seguir viviendo en sus hogares en vez de mudarse a instituciones estériles, crueles y costosas.
“Los jóvenes de hoy llevan una vida agitada para mantenerse en competencia”, comentan los viejos hindúes. “No tienen tiempo para los ancianos que estamos en casa. Tenemos que aprender a ser felices por nuestra cuenta”.
Paul Claudel anota en su Diario: “¡Ochenta Años! ¡Ni ojos, ni oídos, ni dientes, ni piernas, ni aliento! Y es asombroso al fin de cuentas cómo uno llega a prescindir de ellos”.

sábado, 13 de febrero de 2010

John Katzenbach en La historia del loco

John Katzenbach La historia del loco 2006 Zeta Bolsillo Barcelona España
ISBN 84-96546-24-1

Francis está, por supuesto, como una cabra. Pero yo, por fortuna, no.
John Katzenbach

A veces no estoy seguro de que algunos incidentes que recuerdo con claridad ocurrieran de verdad. Un recuerdo que parece sólido como una piedra, acto seguido me resulta tan vaporoso como una neblina. Ése es uno de los principales problemas de estar loco: nunca estás seguro de las cosas.
Trabajo como voluntario para registrar el regreso del salmón a la cuenca del río Connecticut. Eso me exige observar cómo infinitos litros de agua fluyen por la presa, y ver de vez en cuando cómo un pez remonta la corriente, impulsado por un potente instinto de volver a su lugar de nacimiento, donde, en el mayor misterio, desovará a su vez y morirá. Admiro al salmón porque comprendo lo que significa ser empujado por fuerzas que los demás no pueden ver, sentir ni oír, y percibir la obligación de un deber más importante que uno mismo. Son peces psicóticos. Tras años de recorrer tan felices el ancho océano, oyen una poderosa voz interior que los impele a iniciar este viaje imposible hacia su propia muerte.
No recibes demasiada correspondencia personal cuando vives tan aislado como yo, así que cuando llega algo fuera de lo corriente, te apresuras a examinarlo. Aparté el correo basura y abrí el sobre, lleno de curiosidad. Lo primero que observé fue que habían escrito bien mi nombre.
El problema de tener un nombre de pila que se comparte con el sexo opuesto es que genera confusión. Más de una vez he recibido cartas del seguro médico porque no dispone de los resultados de mi último frotis cervical o preguntando si se me ha hecho alguna mamografía. He dejado de intentar corregir estos errores informáticos.
La gente celebra reencuentros sin cesar. Los veteranos de Pearl Harbor o del día D se reúnen. Los compañeros de curso de secundaria se ven tras una o dos décadas para observar las cinturas ensanchadas, las calvas o los pechos caídos. Las universidades utilizan los reencuentros como medio para arrancar fondos a licenciados que recorren con ojos llorosos los viejos colegios mayores adornados de hiedra recordando los buenos momentos y olvidando los malos. Los reencuentros son algo constante en el mundo normal. La gente intenta siempre revivir momentos que en su memoria son mejores de lo que fueron en realidad, evocar emociones que, en realidad, es mejor que permanezcan en el pasado.
Una de las consecuencias de mi situación es sentir devoción por el futuro. El pasado es una confusión fugitiva de recuerdos peligrosos y dolorosos. ¿Por qué iba a querer regresar?
Aquello era peligroso. Inquietante. Amenazaba la muy cuidadosa existencia que me había construido.
La librería especializada en autoayuda y crecimiento espiritual, en la que el dependiente detrás del mostrador tenía el aspecto de haberse leído todos los libros de los estantes sin haber encontrado ninguno que lo ayudase. El calor del día parecía emanar de las aceras, una calidez radiante como una estufa de una sola posición: temperatura infernal- Vestía mi único traje: un traje de lanilla azul para asistir a entierros, comprado de segunda mano en previsión de la muerte de mis padres, pero como ellos se obstinaban en conservar la vida, era la primera ocasión en que me lo ponía. No tenía ninguna duda de que sería un buen traje para que me enterraran con él ya que mantendría mis restos calientes en la tierra fría.
Pero ¿qué podrán decirme? Después de todo, soy el loco de la familia. Una excusa que justifica toda clase de comportamientos.
Un soldado británico, lord Jeffrey Amherst, cuyo salto a la fama se produjo al equipar cruelmente a las tribus rebeldes de indios con mantas infectadas de viruela. Estos regalos lograron con rapidez lo que las balas, las baratijas y las negociaciones no habían conseguido.
El tiempo parecía menos urgente, menos misterioso, como si la segunda manecilla del reloj avanzara muy despacio y los minutos pasaran a regañadientes.
Va bien que la gente siga pensando que estás totalmente loco, porque así nunca puedes ponerte en una situación demasiado embarazosa.
Una idea se abrió paso a través de aquella sinfonía disonante: si sobrevivía a ese día, no era probable que viviera jamás uno peor.
Una mujer imponente, estirada, de más de mediana edad, vestida con un ajustado traje de etiqueta azul, el cabello demasiado crespado, el delineador de ojos demasiado marcado y el brillo de labios ligeramente excesivo, lo que le confería un aspecto algo incongruente, entre bibliotecaria y prostituta callejera.
Le gustaba subrayar sus palabras con movimientos de la mano, de modo que su conversación parecía la actuación de un director de orquesta con la batuta.
No es cuestión de vallas, ni de puertas cerradas con llave, aunque tenemos un montón. Hay muchas formas de tener a una persona encerrada. Piénsalo. Pero la mejor no tiene nada que ver con fármacos o cerrojos: aquí casi nadie tiene adonde ir. Si no tienes eso, no te vas. Es así de simple.
Estaba sentado farfullando y gesticulando con las manos como un director que no logra que la orquesta toque al compás adecuado.
No parecían haberse peinado en la última década.
El pensamiento creativo está bien, pero sólo ciñéndose a los detalles conocidos.
Sólo nos teníamos a nosotros mismos.
Ya sabes el proverbio: “Cuidado con lograr lo que deseas.”
Tienes que encontrar tu propio camino. Lo encontrarás, Pajarillo. Sólo tienes que reconocerlo cuando se presente. Ése es el problema.
-¿Cómo puede sobrevivir alguien aquí? –preguntó. Francis no tenía la respuesta.
-No estoy seguro de que se suponga que debamos hacerlo –susurró.
Recordó el mantra que había adoptado después de ser atacada: Sólo sigues siendo una víctima si lo permites.
La soledad y el aislamiento que produce el final del día. Pero, mientras tanto, estaba a salvo, o por lo menos todo lo a salvo que podía esperar. Daba igual la cantidad de cerrojos que tuviera en la puerta, no impedirían la entrada a mis peores miedos.
Cuando eres pequeño, quedar al margen es una cosa terrible. Puede que la peor.
Era increíble y abrumadoramente típico. La calle típica de una manzana típica poblada por familias típicas. Sueños típicos. Aspiraciones típicas. Típicos en todos los sentidos, desde primera hora de la mañana hasta última hora de la noche. Miedos típicos, preocupaciones típicas. Conversaciones que parecían revestidas de normalidad. Incluso típicos secretos ocultos bajo fachadas típicas. Un alcohólico. Un maltratador. Un homosexual no declarado. Todo típico, todo el tiempo. Excepto yo, claro.
Sonrió al reconocer al familiar dilema al que se había enfrentado toda su vida, el equilibrio entre los pequeños pasos y las zambullidas de cabeza. Sabía que estaba donde estaba, por lo menos en parte, por haber sido incapaz de dudar.
Aquella noche me comentó todos los detalles de la conversación con los tres religiosos. Creo que quiso dejar que yo lo imaginara, porque ése era el estilo de Peter. Si no sacabas las conclusiones tú mismo no valía la pena sacarlas.
Se preguntó si volvería a amar alguna vez. Lo dudaba. No era algo tan simple como odiar a todos los hombres por lo que había hecho uno. Ni de ser incapaz de ver las diferencias entre los hombres que había conocido y el que le había hecho daño. Más bien era como si su corazón se hubiera oscurecido y congelado. Sabía que su agresor había determinado su futuro y que cada vez que señalaba de modo acusador a algún encausado cetrino ante un tribunal estaba cobrándose una venganza. Pero dudaba que nunca fueran las suficientes.
Recordarse sin cesar que ése no era su sitio le exigiría una notable fuerza de voluntad.
Con la esperanza de incorporar a mi memoria a alguien que pudiera ayudarme a luchar.
Estaba sumido en ese inquieto estado entre la vigilia y el sueño en que el mundo se difumina, las amarras a la realidad se sueltan y uno se ve arrastrado por mareas y corrientes invisibles.
Lo más rápido posible. El tiempo ya no era su aliado.
En cierto sentido la situación en que se encontraba se parecía a toda su vida. En todos los sitios donde había estado, era como si hubiera una puerta cerrada que le impidiera moverse con libertad.
Si lamentaba algo, era que la agresión le hubiera robado lo que le quedaba de inocencia y jovialidad. Después de eso, la risa le resultaba más difícil y el amor le parecía imposible de lograr.
Se miró en el espejo y devolvió despacio todos sus recuerdos a los compartimientos donde los guardaba archivados de un modo ordenado y aceptable. Lo pasado, pasado estaba.
Lo primero que hizo fue sacar la maleta negra de debajo de la cama. Marcó la combinación del cerrojo para abrirla. Dentro había un bolsillo cerrado con cremallera, que abrió para extraer una funda de cuero marrón oscuro que contenía un revolver corto del calibre 38. Sopesó el arma en la mano un momento. Lo había disparado menos de media docena de veces en los años que hacía que lo tenía, y le resultaba extraña pero incisiva.
Cogió las tijeras y, casi esperando ver sangre, empezó a cortarse el pelo.
Sus palabras parecieron plumas atrapadas en una ráfaga de viento.
La escalera se encontraba en una media penumbra, como si las bombillas desnudas que iluminaban cada rellano fueran insuficientes para contener los zarcillos de oscuridad que penetraban en esa zona. El aire parecía húmedo y caluroso, como si apenas hubiera circulado, como en el interior de un desván cerrado.
Me encogí de miedo y me oculté de la oscuridad que se colaba en la habitación. Busqué palabras valientes para responder, pero eran escurridizas.
Estas palabras me sonaban tan afiladas como la hoja de un cuchillo.
Los demás permanecieron junto a la puerta, como si acercarse más fuera a aumentar de algún modo lo horrendo de la imagen que tenían delante.
-Todo lo que podía salir mal, salió mal –afirmó-.
Convertía todo lo que la rodeaba en su escenario. Puede que ése sea su mejor epitafio.
Lo que hacía de aquel médico una persona peligrosa era su capacidad de distanciarse de la indignación, el insulto y el enfado y, en su lugar, adoptar una actitud tranquila y observadora.
Cuando alguien quiere se ahorca, sus tendencias suicidas se vuelven bastante claras.
Aun así, nunca se sabe.
Era como intentar atrapar una pluma arrastrada por el viento.
Jamás había conseguido hacer nada bien, ni una sola vez en toda su vida.

jueves, 11 de febrero de 2010

Paulo Coelho en El Alquimista

Paulo Coelho El Alquimista

Es justamente la posibilidad de realizar un sueño lo que hace que la vida sea interesante.
Cuando vemos siempre a las mismas personas terminamos haciendo que pasen a formar parte de nuestras vidas. Y como ellas forman parte de nuestras vidas, pasan también a querer modificar nuestras vidas. Y si no somos como ellas esperan que seamos, se molestan. Porque todas las personas saben exactamente como debemos vivir nuestra vida. Y nunca tienen idea de cómo deben vivir sus propias vidas.
Jamás entendió que la gente siempre está en condiciones de realizar lo que sueña.
Tenemos que convivir siempre con nuestros errores.
Tenemos que aprovechar cuando la suerte está de nuestro lado, y hacer todo lo posible por ayudarla, de la misma manera que ella nos está ayudando.
Acuérdate de saber siempre lo que quieres.
No quiero cambiar porque no sé cómo hacerlo. Ya estoy muy acostumbrado a mí mismo.
Creo que no son ellas las que me enseñan, soy yo quien aprende.
El lenguaje del entusiasmo, de las cosas hechas con amor y con voluntad, en busca de algo que se deseaba o en lo que se creía.
La cadena misteriosa que va uniendo una cosa con otra.
Cuando no se puede volver atrás, sólo debemos preocuparnos por la mejor manera de seguir hacia delante.
Cada uno tiene su manera de aprender.
No vivo ni en mi pasado ni en mi futuro. Tengo sólo el presente, y eso es lo único que me interesa. Si puedes permanecer siempre en el presente serás un hombre feliz.
Cualquier cosa en la faz de la tierra puede contar la historia de todas las cosas.
El mal no es lo que entra en la boca del hombre. El mal es lo que sale de ella.
Todo el Universo conspiró para que yo llegara hasta ti.
Sirve para comprender el mundo tanto como cualquier otra cosa sobre la faz de la tierra.
Basta con contemplar un simple grano de arena para ver en él todas las maravillas de la Creación.
Escucha a tu corazón. Él lo conoce todo.
Nadie consigue huir de su corazón. Por eso es mejor escuchar lo que te dice.
El miedo a sufrir es peor que el propio sufrimiento.
Cada momento de búsqueda es un momento de encuentro con Dios y con la Eternidad.
Una simple ley del mundo: Cuando tenemos los grandes tesoros delante de nosotros, nunca los reconocemos. Porque los hombres no creen en tesoros.
Nadie deja de sufrir las consecuencias de cada cosa que sucede bajo el sol.
Los ojos muestran la fuerza del alma.
Cuando amamos siempre deseamos ser mejores de lo que somos.
Algunos árabes creemos en los proverbios de nuestra tierra: “Todo lo que sucede una vez puede que no suceda nunca más. Pero todo lo que sucede dos veces, sucederá, ciertamente, una tercera”.
Una obra sólo está completa cuando se alcanza el objetivo.
¿De qué sirve el dinero si tienes que morir?

martes, 9 de febrero de 2010

Jorge Luis Borges en El Libro de Arena

Jorge Luis Borges El Libro de Arena ISBN: 84-487-0471-1 Impreso en España. Marzo de 1998. Barcelona. Alianza Editorial, S.A. Madrid.

Sentí de golpe la impresión (que según los psicólogos corresponde los estados de fatiga) de haber vivido ya aquel momento.
Comprendí que para un muchacho que no había cumplido veinte años, un hombre de más de setenta era casi un muerto.
No podíamos engañarnos, lo cual hace difícil el diálogo.
Lo que decimos no siempre se parece a nosotros.
Me dijo que le gustaba salir a caminar sola. –A mi también. Podemos salir juntos los dos.
Ya estaba enamorado de Ulrica: no hubiera deseado a mi lado ninguna otra persona.
Ahora estoy solo. No me duele la soledad; bastante esfuerzo es tolerarse a uno mismo y a sus manías. Noto que estoy envejeciendo; un síntoma inequívoco es el hecho de que no me interesan o sorprenden las novedades.
Presiento que la haraganería y la torpeza me obligarán, más de una vez, al error.
Me he acostumbrado a Buenos Aires, ciudad que no me gusta, como quien se acostumbra a su cuerpo o a una vieja dolencia.
No hay un pueblo de la provincia que no sea idéntico a los otros, hasta en lo de creerse distinto. Las mismas casas bajas, como para que un hombre a caballo cobre más importancia.
¿Y cómo se llamaba tu padre? -No se llamaba.
No importa leer, sino releer.
La gente era ingenua; creía que una mercadería era buena porque así lo afirmaba y lo repetía su propio fabricante.
Extrañaba muchísimo a sus amigos y sabía sin amargura que éstos no lo extrañaban.
Ávido lector de periódicos, le costó renunciar a esos museos de minucias efímeras.
Se había dicho que un hombre no debe pensar en mujeres, sobre todo cuando le faltan.
La memoria hace de cada cual un espectador y un actor.
No me duele la soledad, bastante esfuerzo es tolerarse a uno mismo y a sus manías.
Ejercía diversas soberbias.
No le dejé mi dirección para eludir la angustia de esperar cartas.
Yo había previsto ese fracaso, pero una cosa es prever algo y otra que ocurra.
Una señora de respeto, trajeada enteramente de negro.
Cuando una cosa es verdad basta que alguien la diga una sola vez para que uno sepa que es cierto.
Siempre uno acaba por asemejarse a sus enemigos.
Afuera, la llanura estaba blanca de silenciosa nieve y de luna.

domingo, 7 de febrero de 2010

Federico Nietzsche en Aforismos

Federico Nietzsche Aforismos elaleph.com 1999

Aforismos

El silencio en que caemos ante lo bello es un profundo esperar, un querer oír las más finas y lejanas tonalidades; nos conducimos como una persona que fuera todo oídos y ojos; la belleza tiene algo que decirnos, por eso guardamos silencio y no pensamos en lo que en otra ocasión pensaríamos.
Al admirar demasiado las virtudes ajenas se puede perder el sentido de las propias, y no ejerciéndolas, olvidarlas completamente.
El aspecto del mundo sólo nos es soportable cuando lo vemos a través del humo del fuego de pasiones agradables.
Sin nuestros afectos, el mundo es número y línea, ley y absurdo.
Mi ambición es la de decir en diez frases lo que otro dice en un libro.
Un alma delicada se siente molesta al saber que hay que darle las gracias, un alma grosera, al saber que tiene que darlas.
Vuestro honor no lo constituirá vuestro origen, sino vuestro fin.
Imaginar la “alegría” ajena y regocijarse con ella es el mayor privilegio del hombre.
El que tiene mucha alegría debe ser un hombre bueno.
Hay que tomar las cosas con más alegría de la que merecen, sobre todo porque las hemos tomado en serio más largo tiempo del que merecían.
El amigo debe ser un maestro en el arte de adivinar y callar; no debe querer verlo todo.
¿Serían nuestros amigos si nos conociesen bien?
El talento de tener buenos amigos es en muchas personas más grande que el de ser buen amigo.
No hay que hablar de los amigos, de lo contrario, se traiciona con las palabras al sentimiento de la amistad.
Cuando amamos queremos que nuestros defectos permanezcan ocultos, no por vanidad, sino porque el objeto amado no sufra.
Es preciso saber amarse a sí mismo, con amor sano y saludable, para saber soportarse a sí mismo.
Amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, pero ser primero de los que se aman “a ellos mismos”.
El arte es entendido tanto en sentido psicológico como en sentido fisiológico, como el gran estimulante, como lo que nos impulsa eternamente a vivir, a vivir eternamente.
La broma y la burla nos sirven de alivio, nos prestan energías para nuevas actividades.
De cuando en cuando una tontería: ¡como si de pronto nos hastiase nuestra sabiduría!
Llamamos buena o mala a una cosa en relación con nosotros, no con la cosa misma.
Nuestro carácter está determinado más por la ausencia de ciertas experiencias que por lo que hemos vivido.
Debemos contener con firme mano el corazón, pues si se le deja que haga de las suyas, nos hará perder la cabeza.
Mirar los acontecimientos de nuestra propia vida con los mismos ojos con que miramos los de la vida de un semejante es cosa que tranquiliza mucho y constituye una medicina conveniente.
Todos los seres humanos quieren que se les mime y se les compadezca.
Fatalmente permanecemos extraños a nosotros mismos, no nos comprendemos. “Cada uno es el más extraño a sí mismo”.
Las funciones intelectuales son al principio muy difíciles y penosas. La imitación en lo mejor. Más tarde, por el contrario, aparece la repugnancia por la imitación y el gusto por lo nuevo y por el cambio.
La pasión por lo verdadero es lo más alto.
Noto que todos los demás saben mejor que yo lo que debo hacer y lo que no debo hacer; ¡pobre de mí, no se darme consejos a mí mismo!
Las costumbres representan las experiencias de los hombres anteriores sobre lo que ellos consideraron útil o nocivo.
Mantenemos una creencia porque nos “hace felices”: tenemos por falso lo que no nos hace felices.
Siempre que el hombre puede ejercer una coacción sobre sus semejantes, la ejerce para conservar y propagar sus costumbres, pues a sus ojos éstas son la sabiduría garantizada.
Todo hábito hace nuestra mano más ingeniosa y nuestro genio más torpe.
Crear: éste es el gran alivio al dolor y lo que hace fácil la vida
Sólo inventará un perfeccionamiento el que sepa decirse: “Esto no es bueno”.
Los abogados de un criminal rara vez son lo suficientemente artistas para utilizar en provecho del culpable, la belleza terrible de su acto.
Lo que es muy difícil de comprender por los hombres es su ignorancia con respecto de ellos mismos.
Se debe aprender a “ver”, se debe aprender a “pensar”, se debe aprender a “hablar” y a “escribir”: el fin de estas cosas es una cultura selecta. Esta es la primera preparación para la intelectualidad.
No reaccionar súbitamente a un estímulo, ser dueño de los instintos inhibitorios.
Dar bien es un “arte” y la más ingeniosa obra maestra de bondad.
Dar rienda suelta a la indignación es ya un alivio.
Somos amigos de la desconfianza: no queremos dejarnos engañar. Que nosotros no queremos engañar a nadie, esto es lo que se debe creer de nosotros, de esto debemos persuadir a todo el mundo.
Estoy anonadado, no porque me hayas mentido, sino porque ya no puedo creerte.
Nadie merece ni su dicha ni su desdicha.
Crear, este es el gran alivio al dolor y lo que hace fácil la vida. Más para que exista un creador, hacen falta muchas crisis de dolor.
Los padres, involuntariamente, hacen de sus hijos algo semejante a ellos. A esto le llaman “educación”.
Pensar en uno mismo proporciona poca felicidad. Cuando nos sentimos felices pensando en nosotros mismos es porque no pensamos en nosotros mismos, sino en nuestro ideal.
El “prójimo” alaba el desinterés porque “recoge sus efectos”.
Hay una triste astucia que consiste en querer engañarse sobre alguien por quien nos hemos sacrificado, dándole la ocasión de aparecer tal como desearíamos que fuese.
El estudio nos transforma.
¿Cuál es el medicamento más eficaz? La victoria.
Se llama bueno a quien sigue los impulsos de su corazón pero también al que no obedece más que al deber.
Se llama bueno al hombre dulce, conciliador, pero también al hombre bravo, inflexible, severo.
Se llama bueno al amigo absoluto de la verdad.
Se llama bueno al hombre distinguido y noble, pero también al que no menosprecia ni mira orgullosamente.
Se llama bueno al que quiere ser siempre el primero, pero también al que no quiere sobresalir en detrimento de nadie.
Dentro de nosotros llevamos el germen de muchas personalidades.
Debemos guardarnos de juzgar el valor de un hombre por un solo hecho.
Siempre hay un niño en el verdadero hombre. Mujeres: descubrid al niño que hay en todo hombre.
Hoy día, ser noble, querer ser para sí, saber ser diferente, saber vivir solo y por su propia cuenta son cosas que entran en el concepto “grandeza”.
El más grande será el que sepa estar más solo, más oculto, más apartado, el hombre que viva más allá del bien y del mal, el dueño de sus virtudes.
Quizá conoces hombres a tu alrededor que no deben ser mirados sino a cierta distancia para encontrarlos soportables, seductores y vivificantes.
Los grandes hombres son peligrosos, son casos, excepciones, cataclismos bastante fuertes como para poner en peligro lo que fue lentamente fundado y construido.
Ser independiente es cosa de una pequeña minoría, es el privilegio de los fuertes.
Las multitudes han sido creadas para hacer cosas para las cuales no tienen valor los individuos.
El gran educador es como la naturaleza, debe acumular “obstáculos” para que esos obstáculos sean “superados”.
Lo que distingue a los cerebros verdaderamente originales no es ser los primeros en ver algo nuevo, sino ver “como si fueran nuevas” las cosas viejas y conocidas.
Una cosa que se explica deja de interesarnos.
El hombre más libre es el que tiene el mayor sentimiento de poder sobre sí, el mayor saber sobre sí.
Siempre hay un poco de locura en el amor. Pero siempre hay algo de razón en la locura.
Cuando tu mirada penetra largo tiempo en el fondo del abismo, el abismo también penetra en ti.
El mal no está en las cosas, sino en la imaginación del hombre.
En el momento de internarnos en el matrimonio nos debemos hacer esta pregunta: ¿crees poder conversar con tu mujer hasta que seas viejo? Todo lo demás del matrimonio es transitorio, pues la mayor parte de la vida en común está dedicada a la conversación.
“He aquí lo que yo he hecho” dice mi memoria. “Yo no he podido hacer esto” dice mi orgullo, que permanece inflexible. Y, en último término, la memoria es la que cede.
La ventaja de la mala memoria es que se disfruta varias veces de las mismas cosas por primera vez.
Los monos son demasiado buenos para que el hombre pueda descender de ellos.
La moral con sus preceptos absolutos ejerce una injusticia sobre cada individuo.
Se debe vivir de modo que se tenga, en el momento oportuno, la voluntad de morir.
Hay muchos que mueren demasiado tarde y otros demasiado pronto.
El verdadero hombre quiere dos cosas: el peligro y el juego. Por eso ama a la mujer: el más peligroso de los juegos.
Las mujeres llegan a ser por medio del amor lo que son en la mente del hombre que las ama.
En nuestro días no hay oído para oír lo que hace falta oír.
Cuando nos abandonamos a la música no hay ninguna palabra en nuestra cabeza, lo cual es un gran alivio.
Hoy cada cual habla de cosas de las que no puede tener ninguna experiencia.
La mayoría de las veces llevamos la contraria a una opinión, siendo así que, en realidad, es el tono en que se expone lo que no nos es simpático.
No todas las palabras convienen a todas las bocas.
Un pensamiento no viene sino cuando quiere y no cuando soy yo el que quiere.
No sólo debes propagar la especie, sino perfeccionarla.
No basta con multiplicarse, hay que elevarse.
Más difícil es dar bien que tomar bien; dar bien es un arte y la más ingeniosa muestra de bondad.
Tampoco tengo ya alegría, a no ser la alegría de los recuerdos.
Es preciso que el sentimiento de la justicia se refuerce en todos y se debilite el instinto de la violencia.
El hombre es el único animal que sufre tan intensamente, que ha tenido que inventar la risa.
No vivimos propiamente para el conocimiento, sino para la pasmosa y abundante amenidad de buscarlo y encontrarlo.
Es provechoso a veces no comprender ciertas cosas, pero de manera que se note que no las comprendemos. La ignorancia también tiene sus privilegios.
Gozó de su soledad, saboreó su soledad y pensó muy buenas cosas durante horas enteras.
¡Amigo mío! ¡Refúgiate en tu soledad!
Ayúdate a ti mismo y todos te ayudarán.
Lo que se hace a medias estropea el todo.
Todos nosotros tenemos miedo de la verdad.
El servicio de la verdad es el más duro de todos los servicios.
Los hombres son aún más perezosos que cobardes, y lo que temen generalmente son los compromisos que les crearían la sinceridad y la lealtad absolutas.
Todo adorno oculta lo que adorna.
Cuando tu posees una virtud, una virtud verdadera y total, eres la “víctima” de esa virtud.
No amo las virtudes negativas, las virtudes cuya esencia está constituida por la renunciación y la negación.
Ser dueños de nuestras cuatro virtudes: el valor, la penetración, la simpatía, la soledad.
“Leal” para con nosotros mismos y el que aún es nuestro amigo; “bravo” frente al enemigo; “generoso” con el vencido; “cortés” siempre, así es como nos quieren las cuatro virtudes cardinales.
Arroja la amargura por la borda, perdónate a ti mismo.
Deja que venga la edad; la misma vida que termina en la vejez, termina también en la sabiduría; ambas cosas, la vejez y la sabiduría, llegan a ti por el mismo cauce, así lo quiere la naturaleza.

viernes, 5 de febrero de 2010

Laura Esquivel en Le Libro de las .. parte 2

Laura Esquivel El Libro de las Emociones Parte 2

De lo único que puedo estar segura es de si estoy triste o alegre.
Compartir.
El estado emocional de una persona determina la forma en que percibe el mundo.
El Simpático y el Parasimpático.
Atacar o huir.
Con más oxígeno y más azúcar en la sangre, el cerebro y los músculos pueden hacer maravillas.
Reprimir la libre expresión de nuestra condición humana provoca graves trastornos y deterioros físicos y psicológicos.
La esperanza que todos los seres humanos tenemos de sentirnos mejor, la búsqueda del bienestar.
Las emociones. Dispuestas a ayudarnos a vivir nuevamente.
Sonrisa contagiosa.
Tenemos dos opciones: acercarnos o alejarnos.
El instinto de supervivencia.
La relajación por medio de la risa.
La meditación.
El hombre constantemente está buscando la manera de cambiar para sentirse mejor.
La relajación por la risa.
Necesidad de afecto.
El hombre se encuentra más solo que nunca.
Compartir una experiencia.
Sonreír.
Solidaridad.
Buscamos la forma de mantener el contacto con nuestra patria celestial. Intuimos que nuestra madre actuó como intermediaria para que nuestra alma se instalara en nuestro cuerpo y nuestro cuerpo en la tierra, pero no fue ella quien le dio vida a nuestra alma. Fue alguien más en otro sitio, y debe de haber un puente de conexión entre este mundo y el otro.
Los mantras o las oraciones, la pronunciación y repetición, ya sea de un mantra o de una oración, en un estado de relajación o meditación, nos abren la puerta a un universo desconocido. Nos hace uno con la energía suprema.
El exceso de información nos deprime.
Campo verde, cielo azul, bálsamo ideal para el alma.
En busca de un abrazo.
Todo el mundo busca mejorar y sentirse bien con lo que hace. No hay forma de sentirse mejor que cuando se es amado, apreciado, valorado.
Para combatir la depresión: una buena dosis de humor.
La risa es la expresión más auténtica de libertad.
Las situaciones ficticias, al terminar la película tendrán fin y las de la realidad no.
La compasión se basa en la aceptación o el reconocimiento de que los otros tienen, al igual que uno mismo, el derecho a vencer el sufrimiento.
Cuando uno se ve empujado a aliviar el dolor de los otros, está actuando de manera compasiva.
Hay una gran diferencia entre querer aliviar el dolor ajeno y querer controlar el mundo para beneficio personal.
Lo que está mal es cuando nuestro bienestar se cifra en que los demás hagan lo que nosotros pensamos que es lo mejor para ellos, aun en contra de su voluntad.
La necesidad de probarnos que los demás nos necesitan.

Laura Esquivel en Como agua para chocolate

Laura Esquivel Como agua para chocolate

Alguien tenía que asistir a Rosaura desde el más allá, porque los del más acá no tenían manera.
Cuando se habla de comer, hecho por demás importante, sólo los necios o los enfermos no le dan el interés que merece.
Experimentaba una serie de sentimientos encontrados y la mejor manera de ordenarlos dentro de su cabeza era poniendo primero en orden la cocina.

Laura Esquivel en El Libro de las Emociones

Laura Esquivel El Libro de las Emociones
1ª edición virtual e-libro.net www.e-libro.net Marzo de 2001 ISBN 84-8450-132.2

Cuando uno está enamorado el sistema inmunológico mejora.
El amor te hace sentir que vales como persona, que se te respeta.
La alegría nos sana y la tristeza nos enferma.
Mezclar armoniosamente un círculo con un cuadrado y descubrir que pensar es divertido.
Una patata sentará mejor si se da con cariño.
En estas páginas reconoceremos experiencias vividas por cada uno de nosotros: La alegría es sana, la tristeza no.
Explica muy bien lo que es la memoria y cuál es su papel en nuestra vida como almacén de emociones.
No hay ser humano que pueda vivir un solo día sin experimentar alguna emoción. No podría. Tendría que estar muerto.
Una sociedad “moderna” a la que le estorban las emociones.
No perder tiempo en la carrera por ser el mejor.
Los seres humanos encontramos gran dificultad para compartir la multitud de pensamientos que somos capaces de emitir en las 24 horas del día, no sólo por su enorme cantidad sino porque ni siquiera somos capaces de recordarlos a todos. Y siempre estuvieron acompañados por emociones.
Vivimos emocionados y pensando. Cualquier cosa que una persona mencione, cualquier frase dicha, reúne dos condiciones: es la manifestación de un pensamiento, pero también la inevitable expresión de una emoción.
Por mucho tiempo hemos considerado equivocadamente que el pensamiento y la emoción eran cosas distintas que podían separarse. Que la mente del hombre funcionaba mejor sin la interferencia de estados emotivos, ¡como si fuera posible ignorar las emociones!
Se ha tomado conciencia de que el estado emocional de una persona determina la forma en que percibe el mundo. Esta información no entraña ningún misterio si tomamos en cuenta que el cerebro funciona mejor con una correcta irrigación sanguínea, que el encargado de sostenerla es el corazón y que el funcionamiento del corazón está determinado en gran parte por las emociones. No late de la misma manera un corazón deprimido que uno gozoso y por lo tanto no envía al cerebro la misma cantidad de sangre. Podemos deducir que un estado emocional altera y determina la forma en que el cerebro procesa la información que obtiene del mundo exterior.
Una emoción prepara al organismo para una clase distinta de respuesta.
El ser humano cuenta con dos sistemas que lo ayudan en su labor de supervivencia: el Simpático y el Parasimpático.
Los seres humanos pasamos trabajos para controlar la manifestación espontánea de nuestras emociones.
El cerebro pensante surgió del emocional. El cerebro emocional existió mucho antes que el racional.
Dos opciones: atacar o huir.
Con más oxígeno y más azúcar en la sangre el cerebro y los músculos pueden hacer maravillas.
En una situación de peligro es importante ver mejor, pensar más rápido y estar capacitado para desplazar el cuerpo de forma veloz.
La reacción depende de cada individuo: una emoción puede ser experimentada por uno como un rayo y por otro como un suspiro.
Si uno tuviera la paciencia de no discutir con uno mismo la emoción que está sintiendo ni de clasificarla en buena o mala, la emoción produciría sin reservas la reacción adecuada. El golpe, en el caso de la ira, el llanto en el caso de la tristeza, o la risa en la alegría.
Lo que hago me produce una emoción determinada y esa emoción me provoca una acción.
La esperanza que todos los seres humanos tenemos de sentirnos mejor, por la búsqueda del bienestar.
Las capacidades y las habilidades que el hombre tiene para lograr lo que quiere.
Al aceptar la experiencia hubiera encontrado paz, y al pasar el tiempo recordaría ésa como una buena experiencia pues todo aquello de la que se puede hablar sin que cause un efecto desagradable se convierte en positivo.
El análisis de las emociones es vital para un mejor conocimiento del ser humano.
“Conócete a ti mismo”.
Los recuerdos de tipo material pueden envejecer, pero las imágenes en nuestra mente, no. Lo mismo que las emociones. Ahí están, tranquilas, al lado de nuestros recuerdos, dispuestas a ayudarnos a vivir nuevamente.
Hay una tendencia natural del hombre a aprender por medio de la imitación. Se ha descubierto que cuando una persona observa el rostro sonriente de otra, tiende a repetir el mismo gesto.
Cuando estamos cerca de una persona sonriente, nos vemos contagiados por su emoción. Una emoción es energía en tránsito, energía que se desplaza. Existe el intercambio de emociones.
El estado emotivo de un ser humano influye radicalmente en su entorno. En el fondo siempre vamos a tener dos opciones: acercarnos o alejarnos. Sentirnos bien o sentirnos mal. Vivir o morir. Y ése es el gran dilema. El problema de fondo.
Malo: tener una baja autoestima.
¿Se puede hablar de una nación o de un grupo social con baja autoestima y con deseos de autodestrucción? ¿Qué no se de cuenta del peligro que corre como especie? ¿Y que actúe de forma irresponsable y ciega aun en contra de uno de los más fuertes instintos?
El deseo de conservar la vida, de mantener en perfecto estado todo aquello que se consideraba valioso, de inmortalizarlo, tal vez fue el motor que impulsó el surgimiento del arte. Los aspectos que más me interesan del arte son, por un lado el deseo de inmortalizar, y por el otro, el de compartir.
Su habilidad para convertir todo un caudal de emociones en imágenes, en sonidos, o en palabras, con la intención de encontrarle un sentido a la salida del sol, de la luna, a la luz de las estrellas, al agua de los ríos, al viento, al rayo.
Las obras artísticas son la representación de un pensamiento, pero también de una emoción. Cada imagen es memoria.
La aparición de un punto intermedio entre imagen y gesticulación emotiva: la palabra.
Pronunciar una palabra sigue significando invocar una emoción pretérita que sigue generando un grado específico de tensión muscular en el cuerpo de quien articula esos sonidos.
Experimentar amor.
La relación entre la imagen y la memoria es indisoluble.
El ser humano convierte en imágenes sus emociones. Cada imagen contiene memorias y, por lo tanto, provoca en nosotros una infinidad de sentidos ocultos, de emociones dormidas. Una imagen funciona como detonador de emociones sólo si se conecta con el mundo de creencias de una persona, con la opinión que tenga de sí misma o con su memoria emocional.
El hombre constantemente está buscando la manera de cambiar para sentirse mejor.
Imágenes y palabras no deben perder su cualidad de mediadoras entre el presente y el pasado, entre nuestra racionalidad y nuestras emociones. Porque generan emociones que se convierten en nuevas imágenes y palabras. Porque crean memoria en quienes las ven o las escuchan. Y de nosotros depende que cuando nos recuerden lo hagan con alegría o con tristeza. Que las palabras que pronunciamos sanen o lastimen.
Se tiene conciencia del daño psicológico que puede ocasionar una discusión familiar o la falta de afecto. Los pensamientos negativos afectan y causan daños graves en nuestro organismo.
Vivimos en un universo en constante cambio.
Las emociones crean reacciones físicas y químicas dentro de nuestro organismo. No alcanzamos a comprender lo que nos puede beneficiar el nacimiento de una sonrisa en nuestro corazón.
La mayor enfermedad de nuestra época es la depresión y el mayor mal la angustia. Cuando uno está deprimido todo el organismo se contrae. Nuestra capacidad de actuar, de pensar, de gozar, se reduce a su mínima expresión.
La simple emisión de un sonido y su correcta vocalización nos puede evitar muchos males.
La única forma de aliviar la tensión y evitar el sobrecalentamiento de órganos internos es por medio de la relajación y la mejor manera es por medio de la risa.
Después de una sesión de carcajadas, nuestro cuerpo se relaja.
Así como un órgano contraído no funciona correctamente, un individuo tenso tampoco. No puede crear, trabajar, ni producir normalmente. Los directores de grandes empresas están contratando a especialistas que hagan reír a sus empleados.
La risa es innata, está programada en nuestro propio ser. La risa une.
La sensación de cercanía, de pertenencia, de complicidad que genera el humor. Hay dos formas de hacer reír a otro. Por medio de una imagen o por medio de la palabra. En cualquiera de las dos siempre está presente un deseo verdadero de dar felicidad. La risa relaja, calma, tranquiliza, física y mentalmente.
Si uno logra aquietar los pensamientos, automáticamente las emociones se apaciguan y le permiten al cuerpo una total relajación.
Siempre, bajo una alegría o una tristeza está la necesidad de ser aceptado, apreciado, amado.
La necesidad de afecto es tan poderosa que es la única que en un estado de depresión puede impulsarnos a salir de nuestro encierro.
Nadie tiene tiempo, y si lo tiene no lo quiere compartir. Todos defienden su espacio, su intimidad.
La modernidad deja poco tiempo para escucharnos unos a otros, para querernos, para consolarnos, para apapacharnos.
Están convencidos de que para sobrevivir es necesario un fuerte respaldo económico.
El hombre ha perdido el sentido de la vida y se encuentra más solo que nunca.
Poema egipcio del siglo VII A.C.:
¿A quién hablaré hoy?
Los hermanos son malos.

No es posible querer
a los amigos de hoy.
¿A quien hablaré hoy?

Reina la avaricia.
Todos se apropian de
los bienes ajenos.
¿A quién hablaré hoy?

El desgraciado se
consuela con el
desgraciado, porque el
hermano se ha
convertido en enemigo.
¿A quién hablaré hoy?

No hay nadie en quien confiar.

Y los amigos nos
tratan como a desconocidos.
¿A quién hablaré hoy?

El pecado, la plaga del país,
no tiene fin.

La lectura de este texto de seguro les provocó dos emociones. La compasión y la tristeza. Podemos compartir con el poeta que escribió estos versos su dolor, su desilusión, su desolación. Podemos reconocer la emoción que lo movió a la escritura porque la hemos vivido en carne propia, porque se parece a la nuestra.
Los jóvenes tienen acceso al mundo de Internet y se enteran en segundos de todo lo que pasa en el mundo. Sólo les basta una tarde viendo noticias para darse cuenta del negro futuro que les espera.
Si de veras queremos salvar a este planeta debemos empezar por mejorar el estado emocional de todos los que lo habitamos. Lo revolucionario sería eso. Sacar a todo el mundo de la depresión.
“Lo que el mundo necesita es amor”.
Tal vez de ahí venga el éxito que tienen las películas de acción. Nos proporcionan emociones que no encontramos en nuestra vida diaria.
Los productores de películas comerciales ganan mucho dinero proporcionando al público películas que los “emocionan” pero cargadas de emotividad negativa. El público quiere olvidar por un momento su angustia. Porque la angustia duele, molesta, enferma. Lo mismo que la ira, la envidia, el temor.
Podemos distinguir dos tipos de emociones, las negativas y las positivas. Entre las negativas podemos resaltar el odio, la ira, la tristeza, el temor. Entre las positivas, la compasión, el amor, la alegría, la admiración.
Un deseo auténtico de compartir una experiencia.
Tal vez ese es el primer paso para empezar a cambiar al mundo. Sonreír.
Es posible hablar de una literatura que sana y de otra que enferma. Una que libera energías atrapadas en nuestro interior a causa de la tensión y otra que las aumenta para transformarlas en angustia.
¿A qué gobierno le puede interesar que un soldado sienta compasión por el enemigo al que tiene que aniquilar?
El estrés es una respuesta mental y física a una situación adversa que moviliza nuestros mecanismos de defensa: el mecanismo de enfrentar o huir.
Poder sentirnos hijos amados del universo.
La literatura seguía cumpliendo su función de relacionar al hombre con sus propios sonidos, es decir, la de conectarlo con la vida.
Hay palabras que encierran en su interior la manifestación más importante y suprema que puede haber: la de la divinidad. Estas palabras son los mantras o las oraciones. El poder de una palabra sagrada es muy amplio.
La repetición de un mantra o de una oración en un estado de relajación o meditación, nos abre la puerta a un universo desconocido. Nos hace uno con la energía suprema.
El libro de Luise Hay “Tu puedes Sanar Tu vida” causó una revolución. Yo misma les puedo asegurar que sané de varias enfermedades repitiendo frases que vienen en su libro. La mayoría de las enfermedades son causadas por un patrón de pensamiento negativo.
Ahora, en boca de algunos medios de comunicación y la mayoría de los políticos, las palabras no siempre expresan la realidad sino todo lo contrario. La herencia de Cantinflas se respira en los discursos de los políticos. Hablan sin hablar. Dicen sin decir. Utilizan palabras ambiguas para engañar, para confundirnos y obtener nuestro voto. Eso es lo único que les interesa.
Atraer patrocinadores importantes, aumentar la venta de periódicos o revistas. Lo que importa es la noticia y no la verdad. La palabra en estos casos es como un veneno de efecto prolongado.
Una mente obsesionada quema gran cantidad de glucosa.
A veces el exceso de información puede resultar contraproducente pues nos deprime con las terribles consecuencias que esto acarrea. El miedo entra por los ojos. Los noticieros y los periódicos nos inundan de imágenes terroríficas que nos llenan el corazón de temor.
Toda terapia que use los colores ha de buscar el verde como elemento esencial para recuperar la salud del espíritu.
Si la imagen de un campo verde se deja acompañar de un cielo azul contamos con el bálsamo ideal para el alma.
Existe una responsabilidad del creador.
En general es la estructura de poder la que niega la risa. El poder no se ríe. O sólo lo hace con una mueca falsa, porque la risa es la expresión más auténtica de libertad.
Es más fácil que una persona se sienta afligida por los problemas de un personaje ficticio creado en un género melodramático, a que se sienta conmovido por las guerras y las matanzas de la realidad concreta.
La felicidad propia depende de la felicidad de los otros. Y la tristeza de la infelicidad de los demás.
Se empieza a mencionar por los científicos como las huellas dactilares cerebrales. Las imágenes y recuerdos que son totalmente personales y que nos pueden caracterizar a los seres humanos de la misma forma que las huellas dactilares. La vida, finalmente, no es más que un cúmulo de recuerdos, de imágenes, de risas, de lágrimas, a través de las cuales adquirimos conciencia de lo que somos. ¿Vale la pena vivirla? Definitivamente, sí. Podemos escuchar a nuestra alma que nos dice que el único y verdadero valor es el amor.
La esperanza de hacer todo lo que no hemos hecho: decirle a la gente cercana qué significa para nosotros, darle un abrazo a un amigo perdido, compartir una tarde de risas con nuestros hijos, mirar una lluvia de estrellas, dar un beso de amor a nuestra pareja, amar, amar, y amar.
¿Es posible quemar una emoción? Si en lugar de resistir la tristeza nos ponemos a sentirla más intensamente, ¿será posible utilizar esa energía en exceso y terminar con ella antes de tiempo?
¿Será posible mover a compasión a un puñado de ricos frente al dolor, el hambre y el desamparo de millones de personas en el mundo? Se trata de mirar al ser humano de una manera completa. Y este planteamiento, en el mundo en que vivimos es una transgresión. Vivimos en un mundo al que le ha importado más la utilidad que el sentido de la existencia, la envoltura más que los contenidos, la apariencia antes que la sinceridad de ser lo que se es.
Hay una gran diferencia entre querer aliviar el dolor ajeno y querer controlar el mundo para beneficio personal.
En este siglo voy a morir y mis nietos van a nacer. Me gustaría, antes de irme dejarles un mundo mejor.