domingo, 7 de febrero de 2010

Federico Nietzsche en Aforismos

Federico Nietzsche Aforismos elaleph.com 1999

Aforismos

El silencio en que caemos ante lo bello es un profundo esperar, un querer oír las más finas y lejanas tonalidades; nos conducimos como una persona que fuera todo oídos y ojos; la belleza tiene algo que decirnos, por eso guardamos silencio y no pensamos en lo que en otra ocasión pensaríamos.
Al admirar demasiado las virtudes ajenas se puede perder el sentido de las propias, y no ejerciéndolas, olvidarlas completamente.
El aspecto del mundo sólo nos es soportable cuando lo vemos a través del humo del fuego de pasiones agradables.
Sin nuestros afectos, el mundo es número y línea, ley y absurdo.
Mi ambición es la de decir en diez frases lo que otro dice en un libro.
Un alma delicada se siente molesta al saber que hay que darle las gracias, un alma grosera, al saber que tiene que darlas.
Vuestro honor no lo constituirá vuestro origen, sino vuestro fin.
Imaginar la “alegría” ajena y regocijarse con ella es el mayor privilegio del hombre.
El que tiene mucha alegría debe ser un hombre bueno.
Hay que tomar las cosas con más alegría de la que merecen, sobre todo porque las hemos tomado en serio más largo tiempo del que merecían.
El amigo debe ser un maestro en el arte de adivinar y callar; no debe querer verlo todo.
¿Serían nuestros amigos si nos conociesen bien?
El talento de tener buenos amigos es en muchas personas más grande que el de ser buen amigo.
No hay que hablar de los amigos, de lo contrario, se traiciona con las palabras al sentimiento de la amistad.
Cuando amamos queremos que nuestros defectos permanezcan ocultos, no por vanidad, sino porque el objeto amado no sufra.
Es preciso saber amarse a sí mismo, con amor sano y saludable, para saber soportarse a sí mismo.
Amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, pero ser primero de los que se aman “a ellos mismos”.
El arte es entendido tanto en sentido psicológico como en sentido fisiológico, como el gran estimulante, como lo que nos impulsa eternamente a vivir, a vivir eternamente.
La broma y la burla nos sirven de alivio, nos prestan energías para nuevas actividades.
De cuando en cuando una tontería: ¡como si de pronto nos hastiase nuestra sabiduría!
Llamamos buena o mala a una cosa en relación con nosotros, no con la cosa misma.
Nuestro carácter está determinado más por la ausencia de ciertas experiencias que por lo que hemos vivido.
Debemos contener con firme mano el corazón, pues si se le deja que haga de las suyas, nos hará perder la cabeza.
Mirar los acontecimientos de nuestra propia vida con los mismos ojos con que miramos los de la vida de un semejante es cosa que tranquiliza mucho y constituye una medicina conveniente.
Todos los seres humanos quieren que se les mime y se les compadezca.
Fatalmente permanecemos extraños a nosotros mismos, no nos comprendemos. “Cada uno es el más extraño a sí mismo”.
Las funciones intelectuales son al principio muy difíciles y penosas. La imitación en lo mejor. Más tarde, por el contrario, aparece la repugnancia por la imitación y el gusto por lo nuevo y por el cambio.
La pasión por lo verdadero es lo más alto.
Noto que todos los demás saben mejor que yo lo que debo hacer y lo que no debo hacer; ¡pobre de mí, no se darme consejos a mí mismo!
Las costumbres representan las experiencias de los hombres anteriores sobre lo que ellos consideraron útil o nocivo.
Mantenemos una creencia porque nos “hace felices”: tenemos por falso lo que no nos hace felices.
Siempre que el hombre puede ejercer una coacción sobre sus semejantes, la ejerce para conservar y propagar sus costumbres, pues a sus ojos éstas son la sabiduría garantizada.
Todo hábito hace nuestra mano más ingeniosa y nuestro genio más torpe.
Crear: éste es el gran alivio al dolor y lo que hace fácil la vida
Sólo inventará un perfeccionamiento el que sepa decirse: “Esto no es bueno”.
Los abogados de un criminal rara vez son lo suficientemente artistas para utilizar en provecho del culpable, la belleza terrible de su acto.
Lo que es muy difícil de comprender por los hombres es su ignorancia con respecto de ellos mismos.
Se debe aprender a “ver”, se debe aprender a “pensar”, se debe aprender a “hablar” y a “escribir”: el fin de estas cosas es una cultura selecta. Esta es la primera preparación para la intelectualidad.
No reaccionar súbitamente a un estímulo, ser dueño de los instintos inhibitorios.
Dar bien es un “arte” y la más ingeniosa obra maestra de bondad.
Dar rienda suelta a la indignación es ya un alivio.
Somos amigos de la desconfianza: no queremos dejarnos engañar. Que nosotros no queremos engañar a nadie, esto es lo que se debe creer de nosotros, de esto debemos persuadir a todo el mundo.
Estoy anonadado, no porque me hayas mentido, sino porque ya no puedo creerte.
Nadie merece ni su dicha ni su desdicha.
Crear, este es el gran alivio al dolor y lo que hace fácil la vida. Más para que exista un creador, hacen falta muchas crisis de dolor.
Los padres, involuntariamente, hacen de sus hijos algo semejante a ellos. A esto le llaman “educación”.
Pensar en uno mismo proporciona poca felicidad. Cuando nos sentimos felices pensando en nosotros mismos es porque no pensamos en nosotros mismos, sino en nuestro ideal.
El “prójimo” alaba el desinterés porque “recoge sus efectos”.
Hay una triste astucia que consiste en querer engañarse sobre alguien por quien nos hemos sacrificado, dándole la ocasión de aparecer tal como desearíamos que fuese.
El estudio nos transforma.
¿Cuál es el medicamento más eficaz? La victoria.
Se llama bueno a quien sigue los impulsos de su corazón pero también al que no obedece más que al deber.
Se llama bueno al hombre dulce, conciliador, pero también al hombre bravo, inflexible, severo.
Se llama bueno al amigo absoluto de la verdad.
Se llama bueno al hombre distinguido y noble, pero también al que no menosprecia ni mira orgullosamente.
Se llama bueno al que quiere ser siempre el primero, pero también al que no quiere sobresalir en detrimento de nadie.
Dentro de nosotros llevamos el germen de muchas personalidades.
Debemos guardarnos de juzgar el valor de un hombre por un solo hecho.
Siempre hay un niño en el verdadero hombre. Mujeres: descubrid al niño que hay en todo hombre.
Hoy día, ser noble, querer ser para sí, saber ser diferente, saber vivir solo y por su propia cuenta son cosas que entran en el concepto “grandeza”.
El más grande será el que sepa estar más solo, más oculto, más apartado, el hombre que viva más allá del bien y del mal, el dueño de sus virtudes.
Quizá conoces hombres a tu alrededor que no deben ser mirados sino a cierta distancia para encontrarlos soportables, seductores y vivificantes.
Los grandes hombres son peligrosos, son casos, excepciones, cataclismos bastante fuertes como para poner en peligro lo que fue lentamente fundado y construido.
Ser independiente es cosa de una pequeña minoría, es el privilegio de los fuertes.
Las multitudes han sido creadas para hacer cosas para las cuales no tienen valor los individuos.
El gran educador es como la naturaleza, debe acumular “obstáculos” para que esos obstáculos sean “superados”.
Lo que distingue a los cerebros verdaderamente originales no es ser los primeros en ver algo nuevo, sino ver “como si fueran nuevas” las cosas viejas y conocidas.
Una cosa que se explica deja de interesarnos.
El hombre más libre es el que tiene el mayor sentimiento de poder sobre sí, el mayor saber sobre sí.
Siempre hay un poco de locura en el amor. Pero siempre hay algo de razón en la locura.
Cuando tu mirada penetra largo tiempo en el fondo del abismo, el abismo también penetra en ti.
El mal no está en las cosas, sino en la imaginación del hombre.
En el momento de internarnos en el matrimonio nos debemos hacer esta pregunta: ¿crees poder conversar con tu mujer hasta que seas viejo? Todo lo demás del matrimonio es transitorio, pues la mayor parte de la vida en común está dedicada a la conversación.
“He aquí lo que yo he hecho” dice mi memoria. “Yo no he podido hacer esto” dice mi orgullo, que permanece inflexible. Y, en último término, la memoria es la que cede.
La ventaja de la mala memoria es que se disfruta varias veces de las mismas cosas por primera vez.
Los monos son demasiado buenos para que el hombre pueda descender de ellos.
La moral con sus preceptos absolutos ejerce una injusticia sobre cada individuo.
Se debe vivir de modo que se tenga, en el momento oportuno, la voluntad de morir.
Hay muchos que mueren demasiado tarde y otros demasiado pronto.
El verdadero hombre quiere dos cosas: el peligro y el juego. Por eso ama a la mujer: el más peligroso de los juegos.
Las mujeres llegan a ser por medio del amor lo que son en la mente del hombre que las ama.
En nuestro días no hay oído para oír lo que hace falta oír.
Cuando nos abandonamos a la música no hay ninguna palabra en nuestra cabeza, lo cual es un gran alivio.
Hoy cada cual habla de cosas de las que no puede tener ninguna experiencia.
La mayoría de las veces llevamos la contraria a una opinión, siendo así que, en realidad, es el tono en que se expone lo que no nos es simpático.
No todas las palabras convienen a todas las bocas.
Un pensamiento no viene sino cuando quiere y no cuando soy yo el que quiere.
No sólo debes propagar la especie, sino perfeccionarla.
No basta con multiplicarse, hay que elevarse.
Más difícil es dar bien que tomar bien; dar bien es un arte y la más ingeniosa muestra de bondad.
Tampoco tengo ya alegría, a no ser la alegría de los recuerdos.
Es preciso que el sentimiento de la justicia se refuerce en todos y se debilite el instinto de la violencia.
El hombre es el único animal que sufre tan intensamente, que ha tenido que inventar la risa.
No vivimos propiamente para el conocimiento, sino para la pasmosa y abundante amenidad de buscarlo y encontrarlo.
Es provechoso a veces no comprender ciertas cosas, pero de manera que se note que no las comprendemos. La ignorancia también tiene sus privilegios.
Gozó de su soledad, saboreó su soledad y pensó muy buenas cosas durante horas enteras.
¡Amigo mío! ¡Refúgiate en tu soledad!
Ayúdate a ti mismo y todos te ayudarán.
Lo que se hace a medias estropea el todo.
Todos nosotros tenemos miedo de la verdad.
El servicio de la verdad es el más duro de todos los servicios.
Los hombres son aún más perezosos que cobardes, y lo que temen generalmente son los compromisos que les crearían la sinceridad y la lealtad absolutas.
Todo adorno oculta lo que adorna.
Cuando tu posees una virtud, una virtud verdadera y total, eres la “víctima” de esa virtud.
No amo las virtudes negativas, las virtudes cuya esencia está constituida por la renunciación y la negación.
Ser dueños de nuestras cuatro virtudes: el valor, la penetración, la simpatía, la soledad.
“Leal” para con nosotros mismos y el que aún es nuestro amigo; “bravo” frente al enemigo; “generoso” con el vencido; “cortés” siempre, así es como nos quieren las cuatro virtudes cardinales.
Arroja la amargura por la borda, perdónate a ti mismo.
Deja que venga la edad; la misma vida que termina en la vejez, termina también en la sabiduría; ambas cosas, la vejez y la sabiduría, llegan a ti por el mismo cauce, así lo quiere la naturaleza.

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