lunes, 4 de febrero de 2013

Isabel Allende El plan infinito


Isabel Allende   El plan infinito
La habilidad consiste en ser araña y no mosca.
Uno pasa la primera parte de la vida juntando cosas y la segunda tratando de desprenderse de ellas. 

Fernando Savater Los invitados de la Princesa


Fernando Savater    Los invitados de la princesa
A mi edad casi siempre se está de vuelta en todas partes. Todo es regreso… y en la mayoría de los casos despedida.
Si te arrolla una bicicleta la culpa siempre te la echarán a ti. La moda nunca es culpable.
Tengo muchos conocidos pero pocos amigos.
Los ricos no son como nosotros: viven mucho mejor.
Con paciencia y trabajo terminamos vislumbrando alguna solución.
Todas las complejidades superficialmente enigmáticas y aparentemente contradictorias de la conducta humana eran estrategias de supervivencia y adaptación al medio transmitidas genéticamente.
Precedía cada una de sus revelaciones con las fórmulas inapelables “ha sido demostrado…” o “está estudiado… “
En la tribu africana de los masái tienen una misma palabra para decir “Dios” y “no sé”
Los que padecen vidas pequeñas tratan de compensarlo empequeñeciendo la vida de otros con prohibiciones.
Siempre he procurado gozar sin destruirme, por fidelidad al placer.
Personas y cosas se vuelven obsoletas, por lo tanto inservibles, no a los pocos años, sino a los pocos meses.
En el jardín del saber cada cual elige las flores y frutos de su agrado, pero no hay plantas ponzoñosas.
Ya dijo Aristóteles que es natural que los padres queramos más a los hijos que viceversa.
Sin curiosidad no puede haber verdadero aprendizaje.
Los niños mayorcitos a veces se desinteresan, porque les aburre la escuela y no el aprendizaje.
Lo que nos distingue de los monos no es tanto lo que sabemos, sino que nosotros tenemos afán de saber y ellos no.
El principal problema de la educación actual es que a los educandos les falta la humildad de reconocer que unos no saben y otros sí, paso previo para aceptar lecciones.
Cunde la disparatada convicción de que todas las opiniones son igualmente válidas y que los ignorantes pueden enorgullecerse de su ignorancia con igual derecho que los sabios de su sabiduría.
El agobio y los mil incordios de lo cotidiano se me hacen insoportables.
Le llegó un tufo insidioso y sombrío, indescriptible: el olor a viejo.
Cuando llega el inevitable trance de los exámenes siempre apruebo a todos mis alumnos. ¿para qué darles un disgusto si ya se encargará de suspenderlos la vida?
Expuso con una prolijidad que partía de lo ininteligible para alcanzar pronto lo inaguantable.
Las normas rutinarias están para ser transgredidas de vez en cuando, ¿no?
Los dioses, cuando nos son favorables, ignoran nuestros deseos y, cuando nos son hostiles, los cumplen!
Lo importante no es dónde se vive sino cómo se vive. Y sobre todo: para qué se vive. No hay “para qué” sino “por qué”: porque hemos nacido y no hay otro remedio que seguir adelante hasta que la muerte nos licencie del esfuerzo.
Apreciaba tanto el equilibrio que prefería que todo siguiese invariable, hasta lo malo.
Cada forma de lealtad implica también como reverso una traición.
Nada ni nadie me esperan en ninguna parte, éste es uno de los agridulces privilegios de la vejez.
La filosofía es la zozobra del alma porque no sabe de donde viene ni a dónde va, y no tiene mucho tiempo para hacerse todas las preguntas.
La tormenta rejuvenece las flores.
La noche era oscurísima y las luces de la ciudad no podían con ella.
Tenemos que vivir a pesar de la realidad e incluso contra ella, sin esperar a que nos sea propicia como hacen los ilusos, o los cobardes.
Aspiraba a esculpirse en cuerpo y alma, pero sin programa previo, al vaivén del mundo.
Le encantaban las mujeres uniformadas, disciplinadamente sensuales. Y casi todas las demás.
Del placer de volar le gustaban hasta los sobresaltos.
El avión machacó sus ruedas contra la pista con firma determinación.
Había un volcán que había entrado impertinentemente en actividad.
Con más grasa en la cintura que pelo en la cabeza.
Estoy a su disposición para atenderlos en todo lo necesario. Y también en lo innecesario, si se les presenta ese capricho, je, je.
Le miraban con ese aire de divertida compasión con que consideramos los agobios que aún no tenemos que compartir.
A cierta edad uno nunca debería ir a ningún lugar del que no se pudiera volver andando.
Es como la vida, más o menos. Si no supiéramos que podemos dejarla en cuanto queramos, resultaría aún más insufrible.
Creo que la Creación es una zancadilla que Dios le puso a la nada para precipitarnos en el ser.
Es un sano ejercicio renunciar a ciertas necesidades que nos hemos ido creando empujados por el consumismo.
Los artilugios técnicos son aparentes esclavos, pero en realidad tiranos que nos esclavizan.
Las cosas necesarias son fáciles de conseguir y las cosas difíciles de conseguir no son necesarias.
Más de una vez me lo reprochó Matilde, experta en resentimientos varios.
Sin miedo ni esperanza. Traducción directa de nec metu nec spe, el programa estoico para la buena vida (y la muerte, claro).
Triunfa el que predica lo que hay que hacer, no el que sobriamente constata que no hay nada que hacer.
Siempre me ha costado deambular sin rumbo.
Me dirigió una rápida mirada mansa, resignada, como quien los ha visto aún más tontos.
C’est agréable!
Mi cabeza es una computadora, voy metiendo datos y procesándolos antes de tomar ninguna resolución.
En plena incertidumbre, mi condición natural últimamente.
Seamos serios, mientras aún somos. ¿Qué es lo que devora todo lo que existe y no deja ni los rabos? ¿Qué hace desaparecer todo bicho viviente, como si jamás hubiera sido? ¡La Muerte, maldita sea, que parecéis tontos!
Ya saben que la naturaleza no tiene libro de reclamaciones a disposición de sus forzosos usuarios.
Un par de yates imponentes trataban de humillar a la concurrencia.
El perro era un collie escosés, lanudo y de cabeza afilada, casi reptiliana.
El placer de dar órdenes es anterior y más horriblemente humano que el lenguaje mismo, por eso los animales comprenden, se resignan y obedecen.
Es como los niños aplicados, capaz de mostrar curiosidad por todo y entretenerse educadamente con cualquier cosa.
Ése es el problema de las evidencias, que nunca nos atenemos del todo a ellas y siempre preferimos someterlas a lo que nos interesa que sea verdad.
Transcurrían los minutos como siempre que uno no puede fumar, es decir, lentamente.
Más adelante, nos tocará preocuparnos por el sentido de lo que aquí ha pasado. Por el momento hay algo más urgente: saber la verdad. Primero la verdad y después el sentido, así veo yo el orden de las cosas.
-¿Un anónimo? Pero… ¿quién se lo envió?
El amor para cada ser humano expresa un anhelo distinto y tantas, tantas veces contrariado… Sí, es un caso muy triste, pero ahora me pregunto si quizá no será más triste aún el día en que nadie sea capaz de cometer semejantes locuras. 
La evolución nos ha metido los dioses en la sangre, y de ese Olimpo bioquímico no hay quién los saque.
Predecir el pasado es la cosa más fácil del mundo.
Formar parte de una jauría que persiga algún placer es el único acceso a la aristocracia de la fuerza que tienen los mediocres.
Un escandinavo de elocuencia tan vehemente como indescifrable.
Nunca preguntes qué es… sólo qué significa.
Creo que uno de los primeros objetivos de la educación escolar debe ser proteger a los hijos de la influencia de sus padres. O por lo menos ofrecerles alternativas razonables.
Mi marido fallecido desconsideradamente pronto.
Tengo una vocación materna bastante superficial y distraída.
Al final todo se iguala según el nivel más bajo.
Internet es el paraíso de los curiosos.
Cuyos mensajes había tenido ocasión de deplorar.
Le metió entre los enormes dientes amarillentos algunas golosinas que el bicho degustó con ruidoso placer.
Los adultos estamos acostumbrados a que las cosas se estropeen y tenemos tendencia a esperar hasta que llegue un técnico y nos las arregle.
Si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él: o mejor, utilízale para tus fines.
Las posibilidades instructivas de la red son auténticamente formidables.
Bendito sea Dios, pensé, aunque no soy creyente. Y es lo malo de los que no somos creyentes, que a veces nos creemos cualquier cosa que nos parezca conveniente para serenarnos.
¿No es eso precisamente en lo que consiste cualquier educación? ¿En una especie de contagio entre el que sabe y el ignorante que nunca habría aprendido nada por sí mismo ni de los demás ignorantes como él?
¿A dónde se van los hijos… cuando se van?
Ya sabes que todos los que dinamitan, torturan o fusilan sienten un amor desbordante por la paz.
La doctrina de Mefistófeles. Todo lo que existe merece perecer.
Para un poeta no hay patria mejor que el exilio.
Glosó con pocas pero torpes palabras la emoción de la ocasión.
El arte de hacerse simpático consiste en fingir que comparte la variedad de estupidez más arraigada en el colectivo cuyo favor pretende.
Mi fervor, expresado más por la intensidad degollada de la mirada que por la elocuencia del verbo, no conseguía dejarle huella.
Vista con el optimismo de la lejanía, no me parecía imposible coronarla con éxito.
Más que doblegar al adversario tienen que sobreponerse a sí mismos. Pienso: “¿No es siempre así cuando la vida aprieta?”
Hay dos clases de filósofos: los que no saben nada y los que no saben ni eso.
La Democracia pervierte al pueblo poniéndole a favor del poder que le manipula.
Vestía con un estudiado descuido de buen gusto.
Usted es un sabio, porque sabe lo mucho que le falta por saber.
Todo tiene un final, tanto lo malo como lo bueno.
Cada vez hay más gente con la impaciencia de escribir y menos con la paciencia de leer.
Las desventajas de las ventajas son las que nos causan mayor frustración.
La vejez es fundamentalmente soledad. Las relaciones humanas se basan en intereses comunes y los viejos apenas los tenemos, porque ya no podemos ofrecer nada a casi nadie. A los otros podemos pedirles, pero no darles.
Sólo quien es amado supera en parte la soledad, tenga la edad que tenga.
Saberse amado da más fuerza que saberse fuerte.
No importa cómo fueron en su vida. Sólo importa lo que hicieron.


Carl Sagan  CONTACTO
185 Los japoneses lucían hachimaki, cintas que se ponían en la cabeza cuando se preparaban para algún esfuerzo mental, físico o espiritual, especialmente el combate.
Su corazón cantaba de placer por la expectativa.
-Después te las explico. Se alegró de que, para él, fuese a haber un después.
Al diablo le es dado presentarse en forma grata.
Los humanos poseéis un talento natural para la adaptación.
En un segundo, Cygnus A produce más energía que el Sol en cuarenta mil años.
Le vino a la memoria una noche estival de su infancia cuando sintió miedo de caerse al cielo.
No somos lo suficientemente inteligentes como para poder darles una mano.
Habitantes del espacio, seres tremendamente poderosos e inteligentes, preocupados por nuestra supervivencia.
Cuanto más poder se tiene, más se desea.
No quería más noticias, nada que le causara alegría ni tristeza. Sólo ansiaba soledad, pensamientos elevados… silencio.
Nos abandonaron para que nos salváramos solos. Si podemos.
La escuchó haciendo gala de una gran inteligencia y generosidad.
Se acercó a consolarla pero ella lo detuvo con un gesto. Ni siquiera en un momento así podía abrazarlo. Eran dos extraños mínimamente unidos por un cadáver.
-¿Por qué?- Es tu pregunta preferida.
Aprendió una lección de humildad, tomó conciencia de lo poco que saben los humanos. “Es probable que haya tantas categorías de seres más adelantados que el hombre, como las hay entre el hombre y las hormigas”.
Las criaturas pequeñas como nosotros sólo podemos soportar la inmensidad por medio del amor.
Paul Gauguin puso proa a Tahití: porque, para trabajar bien, es preciso estar lejos de la civilización.
El hidrógeno es el átomo más abundante del universo.
Si nos gustan, los llamamos soldados da la libertad, si no nos caen bien, son terroristas. En el improbable caso de que no atinaremos a decidirnos, les llamamos provisionalmente guerrilleros.


Clemente Onelli Trepando los Andes

Clemente Onelli  Trepando los Andes
Un naturalista en la Patagonia argentina (1903)
La biblioteca, medicina del alma.
Me permito distraer su atención.
Espero de su gentileza me conteste a la brevedad posible.
Están engarzados como joyas miles de lagos que han bebido todo el azul del cielo.
Baqueanos y dueños de tropillas deben a ese cancerbero miles de pesos de veneno alcohólico que les propina en las largas y extenuantes siestas del desierto inactivo.
Durante las tranquilas horas nocturnas se desplomaban sobre los catres vinchucas que ganarían el premio Champion en cualquier exposición de insectos.
Para un gaucho no hay despertador más ruidoso y eficaz que la estrella matutina, el lucero. Cuando ese astro se asoma grande y colorado, el gaucho dormido se despierta, prende fuego y sabe que la alborada está próxima.
Parecían divisarse ríos caudalosos matizados de árboles: era el espejismo; la naturaleza, languideciente por el calor, se dormía y soñaba la falta de sombra y el murmullo de aguas cristalinas.
Recordé las grandes rutas de la humanidad. Las numerosas escamas de sílex y puntas de flechas quebradas. Las osamentas antiguas y nuevas que jalonan el rumbo, las botellas de ginebra vacías, irisadas ya o esmeriladas por la acción del tiempo y de la arena, señalaban ampliamente el camino recorrido durante siglos y siglos por las tribus que precedieron a los pampas y a los araucanos, por estos últimos cuando arreaban después de un malón las haciendas robadas más al Norte y los vestigios del progreso alcohólico de la región.
Un paraje delicioso, sombreado por sauces y cubierto en su totalidad por la flor morada del cardo.
Hacía cinco años que andaba buscando el punto estratégico y más frecuentado sobre el camino, para fundar la casa de negocio que le diera en poco tiempo suficientes ganacias para volver a su tierra rico y mirar por encima del hombro al alcalde, al cura y al sargento de carabineros de su pueblito natal.   
Un grito agudo, un lamento horrible y angustioso de un monstruo agonizante, hiere los oídos y parece que hace temblar con sus vibraciones las hojas inmóviles del bosque dormido; una sorpresa: en una caleta tranquila, seguido de blanca estela, avanza coqueto un vapor, que abusa del silencio solemne para agitar el aire con su sirena.
Trozos enteros de la montaña, por las abundantes lluvias del otoño anterior, se habían deslizado suavemente hacia el bajo. Con el barro se había deslizado hacia el bajo, por más de medio kilómetro, un rancho, ahora abandonado, y que, todo torcido y en ruinas, había seguido las vicisitudes de esa marcha, lo que me hizo pensar: en la cordillera, las casas no son bienes inmuebles.
En el vaho helado de las alturas, el Llanín ceñía aquel día su frente de cándida aureola de nubes.
El volcán era invisible, envuelto en espesas nubes donde el relámpago anunciaba próximas las iras de los elementos.
El indio exclamó en su media lengua: “Quién sabe toro bagual!” (Para los indígenas, ese indeciso “quién sabe” significa la certidumbre de un hecho).
El araucano y el tehuelche tienen las mismas costumbres, sólo que aquél, habitante de tierras más fértiles y de climas más benignos, es nómada por excepción y, en consecuencia, es también un poco agricultor; el segundo está obligado a cambiar periódicamente de sitio para dar alimento a sus grandes yeguadas y a sus pocas ovejas; además, el campo inmenso y despoblado, donde abunda el guanaco y el avestruz, lo invita a la caza, de la que saca casi exclusivamente sus medios de vida.
Una niña elegía en su alhajero las mejores joyas para adornarse; éste era la piel reseca de una ubre de vaca, cuyos pezones endurecidos servían de pie al alhajero.
Me trajeron una niña enferma de oftalmia, a la cual receté huir del humo de los fogones, y entregué a la madre un colirio prescribiéndole en su estilo la aplicación: “Cuando el sol nace mójale con esta agua los ojos; cuando la sombra del toldo es más pequeña, mójale con esto los ojos; cuando el sol desaparece tras de la montaña, mójale los ojos”. Creía haber adaptado al espíritu indígena el precepto de curarle tres veces por día, pero la india me preguntó: “¿Y si está nublado?”
El “Golondrina”, mandado por los tenientes Gutero y Yalour, levantaron la costa de fjords hasta entonces del todo desconocidos y revelaron que el Pacífico penetra con sus canales por muchos cientos de millas en el corazón del continente.
El teniente Yalour, oficial estudioso y con todas las cualidades de un atrevido y sereno lobo de mar, hizo en esa expedición tesoros de experiencia para, más tarde, desempeñarse airoso en la navegación del mar ignoto del círculo polar austral a bordo de la “Uruguay”.
Era un santo y un mártir de paciencia. Entre los hombres llaman a tal santidad zoncera y a la paciencia, virtud de los burros.


Fernando Savater Los invitados de la Princesa