domingo, 27 de septiembre de 2009

Andrea Gimena Seira en "Olor a Sol"

Quiero compartir todo
Saltar todos
los obstáculos… lejos
y la risa fuerte
de cantar y reír

Quiero cejarme de sol
y entibiarme las pestañas
Mostrándome la luna
abrazándome el alma

Quiero hablar verde
Esfumando… la ceniza
quitarla del corazón
que esta ardiendo en paz

sonrío en tus ojos
camino en la cornisa
de Dios
en el aire
sin gravedad!

jueves, 24 de septiembre de 2009

Marcos en "Espejos Rotos"

ves que estoy de paso
imaginando que no pienso
y nada puede estar en su lugar

son tan complicados
y no hay espina que les claven
y que pueda hacerlos desangrar

no es que este planeando un crimen

pero es que ya no puedo

vivir de pensar
no puedo mas escapense de este lugarrrr
escapen ya y llevense un abrigo

no estoy explicando
pero no hay vuelta que de vuelta
no te deje en el mismo lugar

son muy complicados
ya no hay espina que se claven
y no pueden decir la verdad

nno es que este planeando un crimen

pero es que ya no puedo
vivir de pensar
no puedo mas escapense de este lugarrrr
escapen ya y llevense un abrigo

ooo no esperen mas
te digo no
no esperen mas

no es que este planeando un crimen
pero es que ya no puedo vivir de pensar
no puedo mas, escapense de este lugar
escapen ya
no puedo vivir de pensar!! no puedo mas!!
escapense de este lugar
escapen ya

martes, 22 de septiembre de 2009

en "Mi cuento favorito"

Mi cuento favorito según los escritores argentinos Edición a cargo de Guillermo Saavedra ALFAGUARA 2000 Bs.As. ISBN: 950-511-670-5

El jardín de los senderos que se bifurcan Jorge Luis Borges
Me pareció increíble que ese día sin premoniciones ni símbolos fuera el de mi muerte implacable.
Todas las cosas le suceden a uno precisamente, precisamente ahora.
Todo lo que realmente pasa me pasa a mí...
La luna baja y circular parecía acompañarme.

Juventud Joseph Conrad
Vivía la vida de la juventud, en la ignorancia y la esperanza.
Tenía todo ello algo de cabal, algo de sólido como un principio y de imperioso como un instinto: la manifestación de algo aculto, de esa cualidad recóndita, ese don, para el bien o para el mal, que determina la diferencia entre las razas, que modela el destino de las naciones.
Arroja una luz mágica sobre el ancho mundo y salta hasta el cielo, para ser apagada luego por el tiempo, más cruel, más despiadado, mas amargo que el mar.
Esperaban ansiosos algo de la vida, que mientras se lo aguarda ya se ha ido, ha pasado inadvertido, en un suspiro, en un relámpago, junto con la juventud, con las fuerzas, con las ilusiones de las aventuras.

Encender un fuego Jack London
No había que estar tan seguro de las cosas.

El marido rural John Cheever
Su rostro se había fijado en esa semisonrisa vacía tras la cual el alma flagelada está suspendida.
Parecía que la mañana tendía un resplandeciente puente de luz sobre el desorden de sus asuntos.
Su espíritu tan lastimado que incluso cojeaba.
La idea de que habían pasado muchos años desde la última vez que le había agradado mostrarse intencionadamente descortés lo calmó.
Se estiró, bostezó, suspiró y gruñó como todos los hombres que tienen una cita en el trasfondo de su mente.

Liliana Heker
Ya es demasiado tarde para cualquier cosa.

Sylvia Iparraguirre
El sabor amargo de la injusticia.
Los bienintencionados no tienen chance.

El padre Sergio León Tolstoi
¿Para qué todo este mundo, toda su hermosura, si es pecaminoso y hay que renunciar a él?
Un ruiseñor cercano y otros dos allí abajo, entre los arbustos junto al río, se deshacían en trinos.
Era un ser débil, que no podía ser ni actuar de otra manera.

Una rosa para Emilia William Faulkner
Como si hubiera sido trabajada por el desuso.

Vino de mediodía Katherine Anne Porter
Quería creer en su marido y había demasiadas ocasiones en las que no podía. Quería creer que mañana, o por lo menos pasado mañana, la vida, una batalla en el mejor de los casos, iba a ser mejor.
“No parece correcto”, era la razón definitiva para no hacer nada que no desease hacer.
Eran tan indolentes y despreocupados, como si no tuviesen ningún futuro en este mundo, ni un alma inmortal que salvar.
Abrió la boca y empezó a gritar de regocijo y a darse la mano a sí mismo como si hiciera mucho que no se veía.
Han sido siempre amigos en la prosperidad.
Se sentaron con los ojos bajos y las caras afligidas, como si estuviesen en un funeral.

El anillo Elena Garro
Cualquier gustito nos da tantísimo gusto.

En el bote Stephen Crane
Había llegado a olvidar que lo había olvidado.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Sun Tzu en El Arte de la Guerra

Hacerte invencible significa conocerte a ti mismo;aguardar para descubrir la vulnerabilidad del adversario significa conocer a los demás.
Lo que todo el mundo conoce no se llama sabiduría; la victoria sobre los demás, obtenida por medio de la batalla, no se considera una buena victoria.

Si quieres fingir desorden para convencer a tus adversarios y distraerlos, primero tienes que organizar el orden, porque sólo entonces puedes crear un desorden artidicial. Si quieres fingir cobardía para conocer la estrategia de los adversarios, primero tienes que ser extremadamente valiente, porque sólo entonces puedes actuar como tímido de manera artificial. Si quieres fingir debilidad para inducir arrogancia en tus enemigos, primero has de ser extremadamente fuerte porque sólo entonces puedes pretender ser débil.
El valiente puede luchar, el cuidadoso puede hacer de centinela, y el inteligente puede estudiar, analizar y comunicar.

Los que anticipan, se preparan, llegan primero y esperan al adversario, están en posición descansada; los que llegan últimos, los que improvisan y entablan la lucha quedan agotados.
Hacer que los adversarios vengan a nosotros, y de ningún modo dejarse atraer fuera de nuestra fortaleza.
Si haces que los adversarios vengan a ti, su fuerza estará siempre vacía. Si no sales a combatir, tu fuerza estará siempre llena.
Se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose según el enemigo.

La dificultad es convertir los problemas en ventajas.
Cuando emprendes la marcha después que los otros y llegas antes que ellos, conoces la estrategia de hacer que las distancias sean cercanas.
Las palabras no son escuchadas, para eso se hacen los símbolos y los tambores.
Utilizar el orden para enfrentarse al desorden, utilizar la calma para enfrentarse con los que se agitan es dominar el corazón.
Las consideraciones de la persona inteligente siempre incluyen el análisis objetivo del beneficio y el daño.

Aléjate de las condiciones desfavorables lo antes que te sea posible. No camines en contra de la corriente, ni en contra del viento. Los terrenos elevados son estimulantes, y por lo tanto, la gente se halla a gusto en ellos, además son convenientes para adquirir la fuerza del ímpetu. Cuando las órdenes son razonables, justas, sencillas, claras y consecuentes, existe una satisfacción recíproca entre el líder y el grupo.
Te perjudicará la ausencia de un sistema claro de recompensas y castigos.
Las personas que se tienen antipatía, encontrándose en el mismo barco, se ayudarán entre sí en caso de peligro de zozobrar. Es la fuerza de la situación la que hace que esto suceda.
Si ha soplado el viento durante el día, a la noche amainará. Un viento diurno cesará al anochecer; un viento nocturno cesará al amanecer. La ira puede convertirse en alegría, y la cólera puede convertirse en placer, pero a un pueblo destruido no puede hacérsele renacer, y la muerte no puede convertirse en vida.
Cada asunto requiere un conocimiento previo.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

James Matthew Barrie en Peter Pan

James Matthew Barrie Peter Pan EDICIONES DEL SUR Enero de 2005 Córdoba Argentina

Olvídate de ello y ya verás cómo se pasa.

Parecía que era su habilidad lo que le interesaba y no salvar una vida humana.

Le gustaba la variedad.

Al ser tan pequeñas sólo tienen sitio para un sentimiento por vez.

Están todos un poco gordos pero ya perderán peso a su debido tiempo. Por ahora, esto constituye su mayor peligro.

Recuperando el aliento, que casi lo había abandonado.

Tranquilizándolo con mimos de su propia invención.

¡La buena educación! Sabía que esto es lo que realmente cuenta.

Su eterna pregunta era: “¿Te has comportado hoy con buena educación?”

Como todos los que son esclavos de una idea fija, era un animal estúpido.

Mientras las madres sigan siendo así sus hijos se aprovecharán de ellas: pueden contar con eso.

Podemos ahorrarle diez días de infelicidad.
-Sí, ¡pero a qué precio! Quitándoles a los niños diez minutos de placer.

No se dió cuenta, pues tenía muchas cosas que contar sobre sí mismo.

Las nuevas aventuras habían ocupado el lugar de las viejas en su cabeza.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Federico Peltzer

ANTES DEL RÉQUIEM Federico Peltzer Ediciones Fundación Victoria Ocampo 1ª ed. Bs. As.
ISBN 987-1198-11-6

Antes del Réquiem

Podría hacer una radiografía de sus pensamientos y los vería urgidos por deseos y ambiciones fracasadas de antemano. En todo caso me haría falta mucho amor para consentirme olvidar.
Quienes no se equivocan nunca están destinados a desalentar el escaso amor de que disponemos los hombres.
¿De qué me habló? De todo y de nada, pero adiviné cierta tristeza que ni se exhibe ni se esconde; una tristeza incorporada. Parecía brotar del convencimiento de que las cosas son así y es imprudente rebelarse.
-Sí, sí… Pero a las mujeres no nos gusta que nos conozcan del todo.
-Nunca las historias son una historia de tantas, sobre todo para los protagonistas.
Si llego a querer a un hombre será porque lo siento a mi lado, no enfrente.
Nunca me había sucedido: verla y decir “ésta es”.
Siempreamanece para unos pocos. Esta vez me tocaba.
Algo, la vida, la suerte o como se la quiera llamar, lo prefería porque sí, como prefieren a uno u otro las abuelas.


Un mes de treinta sonetos

Me reí de buena gana, un juego sin duda. Siempre hay una inocencia que nos hace caer en las trampas.

Trampas para jueces

Cada uno apelaba a sus razones, eso que la gente llama el punto de vista.

Huellas

“La persona querida siempre es linda”

La ciudad de los hombres sin nombre

Queda, en las calles, el hormigueo de gentes que se cruzan, se nombran, se saludan, hasta es posible que cambien unas palabras, pregunten y respondan.
Aunque no se escuchen.


El alud

Esa haraganería que les cae de golpe a los que han pasado luchandola vida entera.
No era raro encontrarse con el malhumor de la madre, una prueba de su decepción por aquel hombre que una vez la eligió sin avisarle que con el tiempo sería un inútil.

El monoblock

El aceptó, dócil, como los que están acostumbrados a perder en silencio.

Cambio de ideas

Basta con lo que se ha tenido. Eso no se pierde, se acumula como un caudal, o un ahorro. Cuando se tuvo…bueno…se encendió una luz adentro. Y no se apaga.
Mire, le cuento: Hace años murió un pariente. Lo velamos durante días y noches, a la espera del final. Fue doloroso, lamentable. Nos quedó como una fe al revés, sólo una fe ciega en la muerte. Después del entierro volví a mi casa, besé a mis hijos, sentí en el calor de los cuerpos una fuerza que me contagiaba. Era como tocar otra vez la vida. Gozaba al verlos moverse, gritar… Al rato ni me acordaba del pariente.

Con los años lo claro y lo oscuro se contaminan, con frecuencia resultan indiscernibles. Muchas veces me he preguntado el por qué de aquello. Y no tuve respuestas. Entonces terminé por aceptar que no hay un por qué; simplemente las cosas se presentan así.

Gabriel García Márquez

Gabriel García Márquez Doce cuentos peregrinos Editorial Sudamericana Bs.As. 1992
ISBN 950-07-0775-6

Morir es no estar nunca más con los amigos.

Una colección de cuentos cortos, basados en hechos periodísticos pero redimidos de su condición mortal por las astucias de la poesía.

Un de Vinicius de Moraes: “El amor es eterno mientras dura”.

Después de la cena, larga y bien conversada, hacían de memoria un amor sedentario que les dejaba a ambos un sedimento de desastre.

Ninguno de los dos se había atrevido a lastimar los encantos de la costumbre.

Se sintió en un mundo ajeno y feliz donde todo estaba resuelto de antemano.

La sentí antes de que llegara, un domingo a la hora de la siesta, con el presagio inexplicable de que algo iba a pasar. Se me bajó el ánimo, me sentí triste sin causa.

En las pausas del amor permanecían desnudos con las ventanas abiertas respirando la brisa de escombros de barcos de la bahía, su olor a mierda, y oyendo en el silencio del saxofón los ruidos cotidianos del patio, la nota única del sapo bajo las matas de guineo, la gota de agua en la tumba de nadie, los pasos naturales de la vida que antes no habían tenido tiempo de conocer.

Habían progresado tanto en el amor que ya no les alcanzaba el mundo para otra cosa, y lo hacían a cualquier hora y en cualquier parte, tratando de inventarlo otra vez cada vez que lo hacían.

Seguía sin saber ni siquiera qué hacer consigo mismo, abrumado por el peso del mundo.

Gabriel García Márquez

Gabriel García Márquez Del amor y otros demonios Ed. Sudamericana Bs.As. 1994
ISBN: 950-07-0928-7

La incredulidad resiste más que la fe, porque se sustenta de los sentidos.

El don de mando y el rigor de sus prejuicios eran de dentro y de siempre.

“A mi edad, y con tantas sangres cruzadas, ya no sé a ciencia cierta de dónde soy”, dijo Delaura. “Ni quién soy”.
“Nadie lo sabe por estos reinos”, dijo Abrenuncio. “Y creo que necesitarán siglos para saberlo”.

Gabriel García Márquez

EL CORONEL NO TIENE QUIEN LA ESCRIBA Gabriel García Márquez SUDAMERICANA Buenos Aires 1969

Con su manera de andar habitual que parecía la de un hombre que desanda el camino para buscar una moneda perdida.

Nada sacamos con que nos la metan en el cajón como a los indios.

Es algo así como repicar pero sin campanas.

-La ilusión no se come –dijo la mujer.
-No se come, pero alimenta.

-Te comprendo –dijo tristemente-. Lo peor de la mala situación es que lo obliga a uno a decir mentiras.

-Y tú te estás muriendo de hambre –dijo la mujer-. Para que te convenzas que la dignidad no se come.

-Lleva el gallo –le recomendó su mujer al salir-. La cara del santo hace el milagro.

Le pidió un remedio “para esas cosas que de pronto le dan a uno y que no se sabe qué es”.

Por primera vez experimentó la fascinación, el sobresalto y la amargura del azar.

En una mañana así dan ganas de sacarse un retrato.

Se dirigió al puerto, en un instante prodigioso, hecho de una claridad todavía sin usar.

Notó la desproporción entre el entusiasmo de la ovación y la intensidad del espectáculo. Le pareció una farsa.

Debías darte cuenta de que me estoy muriendo, que esto que tengo no es una enfermedad sino una agonía.

Gabriel García Márquez

Gabriel García Márquez Cien años de soledad Sudamericana Bs As Marzo 1995
ISBN 950-07-0029-8

Se casaron con una fiesta de banda y cohetes que duró tres días.
Sus manos parecían dudar de la existencia de las cosas.
El martilleo atormentador y el estrépito constante de los listones de madera cesaron en un silencio de asombro, ante el orden y la limpieza de la música.
La muerte de Remedios no le produjo la conmoción que temía. Fue más bien un sordo sentimiento de rabia que paulatinamente se disolvió en una frustración solitaria y pasiva.
Llegó inclusive a desearlo como hombre de dormitorio.
El presidente de la república se negó a asignar las pensiones de guerra a los antiguos combatientes, liberales o conservadores, mientras cada expediente no fuera revisado por una comisión especial, y la ley de asignaciones aprobada por el congreso. “Esto es un atropello”, tronó el coronel Aureliano Buendía. “Se morirán de viejos esperando el correo”.
El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad.
Era inmune a toda clase de sentimientos apasionados, y mucho más a los ajenos.
Había necesitado muchos años de sufrimiento y miseria para conquistar los privilegios de la soledad, y no estaba dispuesta a renunciar a ellos a cambio de una vejez perturbada por los falsos encantos de la misericordia.
Uno no se muere cuando debe, sino cuando puede.
Algo que ella misma no lograba definir pero que concebía confusamente como un progresivo desgaste del tiempo. “Los años de ahora ya no vienen como los de antes”, solía decir, sintiendo que la realidad cotidiana se le escapaba de las manos.
Se empeñó en un callado aprendizaje de las distancias de las cosas, y de las voces de la gente, para seguir viendo con la memoria cuando ya no se lo permitieran las sombras de las cataratas. Más tarde había de descubrir el auxilio imprevisto de los olores, que se definieron en las tinieblas con una fuerza mucho más convincente que los volúmenes y el color, y la salvaron definitivamente de la vergüenza de una renuncia. En la oscuridad del cuarto podía ensartar la aguja y tejer un ojal, y sabía cuándo estaba la leche a punto de hervir. Conoció con tanta seguridad el lugar en que se encontraba cada cosa, que ella misma se olvidaba a veces de que estaba ciega.
Regresaba a su memoria cada vez más nítido a medida que envejecía, como si el trancurso del tiempo lo hubiera ido aproximando.
Pronto se acostumbraron a interpretar las pausas como anuncios de recrudecimiento.
Le había infundido la serenidad esponjosa de la inapetencia.
Viéndolo trabajar en aquella forma, como nunca soñó que pudiera hacerlo, Fernanda creyó que su temeridad era diligencia, y que su codicia era abnegación y que su tozudez era perseverancia, y le remordieron las entrañas por la virulencia con que con que había despotricado contra su desidia.
Se había abierto una grieta de escalofrío.
Se lamentaban de cuánta vida les había costado encontrar el paraíso de la soledad compartida.
La sabiduría no valía la pena si no era posible servirse de ella para inventar una manera nueva de preparar los garbanzos.
Se le veía con un abrigo oscuro y una bufanda de seda, pálidode sí mismo y taciturnado por la ausencia, en la cubierta de un barco de pesadumbre que empezaba a sonanbular por océanos otoñales.
Permanecían en silencio hasta el anochecer, el uno frente a la otra, mirándose a los ojos, amándose en el sosiego con tanto amor como antes se amaron en el escándalo. La incertidumbre del futuro les hizo volver el corazón hacia el pasado.
El párroco lo midió con una mirada de lástima.
-Ay, hijo –suspiró-. A mí me bastaría con estar seguro de que tú y yo existimos en este momento.

El cartero de Neruda

Antonio Skármeta El cartero de Neruda Prólogo de Antonio Colinas

Prólogo del autor
Permanecía hasta la madrugada empezando nuevas novelas que dejaba a mitad de camino desilusionado de mi talento y mi pereza. Fin del prólogo.

Del bullicioso vehículo descendieron dos hombres vestidos de blanco, y se acercaron al grupo con sonrisas pletóricas, escasas en las inmediaciones donde la carencia de dientes no favorecía esos derroches.
Lentamente se iba acercando a cumplir su juramento como constaba con la inauguración de un desconcertante semáforo –aunque con los tres colores reglamentarios- en el cruce de tierra por donde transitaba el camión que recogía pescados, la bicicleta Legnano de Mario Jimenez, burros, perros y aturdidas gallinas.
Lo enviaba a hacerle campaña entre pescadores eruditos en anzuelos para pescar y en evitarlos para ser cazados.
Ni sus apariciones en público, ni la pereza que alentó el hecho de no tener cliente a quien distribuirle la correspondencia, mitigaron el anhelo de abordar a Beatriz González, quien perfeccionaba día a día su belleza ignorante del efecto que estos progresos causaban en el cartero.
Cuando finalmente este hubo memorizado una cuota generosa de versos del vate y se propuso administrarlos para seducirla, se dió de bruces con una institución temible en Chile: las suegras.
Mijita, si usted confunde la poesía con la política, lueguito va a ser madre soltera.
¿Qué metáforas te dijo? Me dijo... Me dijo que mi sonrisa se extiende como una mariposa en mi rostro.
¿Y qué más?
Dijo que mi risa era una rosa, una lanza que se desgrana, un agua que estalla. Dijo que mi risa era una repentina ola de plata.
Acuérdese que yo leía a Neruda antes que usted. No sabré yo que cuando los hombres se calientan, hasta el hígado se les pone poético.
El beso es la chispa que arma el incendio. Y aquí tienes otro verso de Neruda: “Amo el amor que se reparte en besos, lecho y pan”. O sea, mijita, hablando en plata, la cosa es hasta con desayuno en la cama.
¡No sea pajarona! –reventó también la madre-. ¡Ahora tu sonrisa es una mariposa, pero mañana tus tetas van a ser dos palomas que quieren ser arrulladas, tus pezones van a ser dos jugosas frambuesas, tu lengua va a ser la tibia alfombra de los dioses, tu culo va a ser el velamen de un navío, y la cosa que ahora te humea entre las piernas va a ser el horno azabache donde se forja el erguido metal de la raza! ¡Buenas noches!
Compañero Mario Jiménez, en esta cueva yo no me meto, dijo el conejo.
Hijo, yo soy poeta nada más. No domino el eximio arte de destripar suegras.
Bien, dame el número de la hostería. –Uno- Te debe haber costado un mundo memorizarlo.
Mario Jiménez, esta conversación es más larga que tren de carga. Hasta luego.
¡La poesía no es de quién la escribe, sino de quien la usa!
Me alegra mucho la frase tan democrática, pero no llevemos la democracia al extremo de someter a votación dentro de la familia quién es el padre.
Al abrir la puerta del galpón, supo distinguir entre las confusas redes al cartero sentado sobre un banquillo de zapatero, el rostro azotado por la luz naranja de una lamparilla de petróleo.
A ver usted, que se las da de culto ¿Qué es un materialista? Alguien que cuando tiene que elegir entre una rosa y un pollo, elige siempre el pollo.
Usted se demoró más en leer la tarjeta que yo en leer la carta, simuló un bostezo la viuda.
Es que usted no lee las palabras, sino que se las traga, señora. Las palabras hay que saborearlas. Uno tiene que dejar que se deshagan en la boca.
Cuando el doctor se dirigía hacia su auto, le preguntó sudoroso e impulsivopor el estado del vate. La respuesta lo sumió primero en la perplejidad y, media hora más tarde, en el diccionario: Estacionario.
¿Cómo se siente, don Pablo?
-Moribundo. Aparte de eso, nada grave.-
¿Sabe lo que está pasando?
Hombre, con esta fiebre me siento como pescado en la sartén.
-Ya se le va a acabar, poeta.
-No mijo. No es la fiebre lo que se va a acabar. Es ella la que va a acabar conmigo.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Oscar Wilde El Abanico de Lady Windermere

Oscar Wilde El abanico de Lady Windermere

Todo hay que tenerlo en cuenta: si se las echa uno de bueno, el mundo le toma a uno muy en serio, y si se las echa de malo, creen que uno bromea. Tal es la estupefaciente necedad del optimismo.

Puede que algún día tenga usted necesidad de un verdadero amigo.

Todos necesitamos a veces de amigos.

Me enseñó una cosa que el mundo empieza a olvidar: la diferencia que hay entre lo que está bien y lo que está mal.

Todo el mundo parece considerar la vida como una especulación. ¡Pues no es una especulación! Es un sacramento. Su ideal es el amor. Su purificación, el sacrificio.

La gente buena está haciendo un daño atroz en el mundo. El mayor, dar tanta importancia a la maldad. Es absurdo dividir a las personas en buenas y malas. La gente se divide en agradable y desagradable, simplemente. Yo siempre me pongo del lado de la agradable.

Yo puedo resistir a todo, menos a la tentación.

Me parece que nuestros maridos acabarían por olvidar nuestra existencia si de cuando en cuando no les molestáramos un poco. ¡Oh!, lo preciso nada más para hacerles recordar que tenemos derecho a hacerlo.

La vida es una cosa demasiado importante para hablar de ella en serio.

Y aunque ellas no sean aficionadas a chismes y cuentos, pues claro, no han podido menos de contárselo a todo el mundo.

Agatha y yo estamos interesadísimas por la Australia. Debe de ser preciosa; con todos aquellos canguros corriendo por todos lados. Agatha la ha encontrado en el mapa. ¡Qué forma tan curiosa tiene!

¿Por qué demonios no tiene ningún condenado pariente? ¡Malditos parientes! ¡Lástima que le den a uno cierta respetabilidad!

Me trata con una indiferencia que ni que estuviéramos casados.

Para dominar a un hombre no hay como acudir a lo que hay de peor en él. Nosotras hacemos dioses de los hombres, y éstos nos abandonan. Otras los hacen sus animales y ellos las acarician y son fieles.

Un hombre que moraliza es generalmente un hipócrita. Y una mujer que moraliza, es invariablemente fea.

En cuanto alguien está de acuerdo conmigo, se me antoja que debo estar equivocado.

¡Cómo estropea el matrimonio a un hombre! Es tan perjudicial como el fumar, y mucho más costoso.

En este mundo no hay más que dos tragedias: una, no conseguir lo que se desea, otra, conseguirlo. La segunda es la peor de las dos.

La vida es terrible. Ella es la que nos gobierna, y no nosotros a ella.

No creo que las personas puedan ser divididas en buenas y malas. Las mujeres que llamamos buenas también llevan en sí muchas cosas terribles, crisis de locura, de orgullo, de celos, de pecado. Las mujeres malas, como nosotros las llamamos, pueden conservar, en cambio, impulsos de arrepentimiento, de dolor, de compasión, de sacrificio.

Los ideales son siempre peligrosos. Prefiero las realidades. Hieren, pero son preferibles.

¡Si usted supiera lo fácilmente que se mata el amor!

El mundo es el mismo para todos, y el bien y el mal, y el pecado y la inocencia, se pasean por él cogidos de la mano. Cerrar los ojos a esa mitad de la vida, con la esperanza de poder vivir en sosiego, es como si nos cegásemos voluntariamente, a fin de caminar sin miedo por un terreno lleno de precipicios.
Domingo 30 de agosto de 2009.

Oscar Wilde La importancia de llamarse Ernesto

Wilde Oscar La importancia de llamarse Ernesto

Todo el mundo tiene alguna buena cualidad.

Es muy duro verme obligado a decir la verdad. Es la primera vez en mi vida que me he vito en un trance tan penoso y, realmente, me falta práctica.

Cuando estoy afligido lo único que me consuela es comer.

En cuestiones de esta importancia, el estilo y no la sinceridad es lo esencial.

Su pobre padre no sabe nada, afortunadamente, me propongo no sacarle de su ignorancia. Realmente yo nunca le he sacado de ninguna de sus ignorancias, y no hay motivo ahora para hacer una excepción.

Lo que quise decir es que le desenmascararon. Los médicos dictaminaron que Bumbury no podía vivir... Bumbury se murió.

La distinción depende en gran parte de la manera de llevar la barbilla. Hoy día se llevan muy altas.

Yo no soy partidaria de las relaciones largas. Dan ocasión a que los novios se conozcan demasiado bien antes de casarse, cosa que nunca es prudente.

Una mujer no debe decir nunca exactamente su edad.

No es que yo sea muy puntual muy puntual, pero me gusta la puntualidad en los demás.

Si no tarda usted mucho, le esperaré aquí toda la vida.

Detesto todos los argumentos! Son siempre vulgares y a menudo convincentes.

¿No puede acaso el arrepentimiento rescatar un momento de locura?

Yo no cambio nunca, como no sea mis afectos.

Es terrible para un hombre ver de pronto que se ha pasado toda la vida no diciendo más que la pura verdad.


Viernes 28 de agosto de 2009