sábado, 12 de septiembre de 2009

Gabriel García Márquez

EL CORONEL NO TIENE QUIEN LA ESCRIBA Gabriel García Márquez SUDAMERICANA Buenos Aires 1969

Con su manera de andar habitual que parecía la de un hombre que desanda el camino para buscar una moneda perdida.

Nada sacamos con que nos la metan en el cajón como a los indios.

Es algo así como repicar pero sin campanas.

-La ilusión no se come –dijo la mujer.
-No se come, pero alimenta.

-Te comprendo –dijo tristemente-. Lo peor de la mala situación es que lo obliga a uno a decir mentiras.

-Y tú te estás muriendo de hambre –dijo la mujer-. Para que te convenzas que la dignidad no se come.

-Lleva el gallo –le recomendó su mujer al salir-. La cara del santo hace el milagro.

Le pidió un remedio “para esas cosas que de pronto le dan a uno y que no se sabe qué es”.

Por primera vez experimentó la fascinación, el sobresalto y la amargura del azar.

En una mañana así dan ganas de sacarse un retrato.

Se dirigió al puerto, en un instante prodigioso, hecho de una claridad todavía sin usar.

Notó la desproporción entre el entusiasmo de la ovación y la intensidad del espectáculo. Le pareció una farsa.

Debías darte cuenta de que me estoy muriendo, que esto que tengo no es una enfermedad sino una agonía.

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