viernes, 5 de febrero de 2010

Laura Esquivel en El Libro de las Emociones

Laura Esquivel El Libro de las Emociones
1ª edición virtual e-libro.net www.e-libro.net Marzo de 2001 ISBN 84-8450-132.2

Cuando uno está enamorado el sistema inmunológico mejora.
El amor te hace sentir que vales como persona, que se te respeta.
La alegría nos sana y la tristeza nos enferma.
Mezclar armoniosamente un círculo con un cuadrado y descubrir que pensar es divertido.
Una patata sentará mejor si se da con cariño.
En estas páginas reconoceremos experiencias vividas por cada uno de nosotros: La alegría es sana, la tristeza no.
Explica muy bien lo que es la memoria y cuál es su papel en nuestra vida como almacén de emociones.
No hay ser humano que pueda vivir un solo día sin experimentar alguna emoción. No podría. Tendría que estar muerto.
Una sociedad “moderna” a la que le estorban las emociones.
No perder tiempo en la carrera por ser el mejor.
Los seres humanos encontramos gran dificultad para compartir la multitud de pensamientos que somos capaces de emitir en las 24 horas del día, no sólo por su enorme cantidad sino porque ni siquiera somos capaces de recordarlos a todos. Y siempre estuvieron acompañados por emociones.
Vivimos emocionados y pensando. Cualquier cosa que una persona mencione, cualquier frase dicha, reúne dos condiciones: es la manifestación de un pensamiento, pero también la inevitable expresión de una emoción.
Por mucho tiempo hemos considerado equivocadamente que el pensamiento y la emoción eran cosas distintas que podían separarse. Que la mente del hombre funcionaba mejor sin la interferencia de estados emotivos, ¡como si fuera posible ignorar las emociones!
Se ha tomado conciencia de que el estado emocional de una persona determina la forma en que percibe el mundo. Esta información no entraña ningún misterio si tomamos en cuenta que el cerebro funciona mejor con una correcta irrigación sanguínea, que el encargado de sostenerla es el corazón y que el funcionamiento del corazón está determinado en gran parte por las emociones. No late de la misma manera un corazón deprimido que uno gozoso y por lo tanto no envía al cerebro la misma cantidad de sangre. Podemos deducir que un estado emocional altera y determina la forma en que el cerebro procesa la información que obtiene del mundo exterior.
Una emoción prepara al organismo para una clase distinta de respuesta.
El ser humano cuenta con dos sistemas que lo ayudan en su labor de supervivencia: el Simpático y el Parasimpático.
Los seres humanos pasamos trabajos para controlar la manifestación espontánea de nuestras emociones.
El cerebro pensante surgió del emocional. El cerebro emocional existió mucho antes que el racional.
Dos opciones: atacar o huir.
Con más oxígeno y más azúcar en la sangre el cerebro y los músculos pueden hacer maravillas.
En una situación de peligro es importante ver mejor, pensar más rápido y estar capacitado para desplazar el cuerpo de forma veloz.
La reacción depende de cada individuo: una emoción puede ser experimentada por uno como un rayo y por otro como un suspiro.
Si uno tuviera la paciencia de no discutir con uno mismo la emoción que está sintiendo ni de clasificarla en buena o mala, la emoción produciría sin reservas la reacción adecuada. El golpe, en el caso de la ira, el llanto en el caso de la tristeza, o la risa en la alegría.
Lo que hago me produce una emoción determinada y esa emoción me provoca una acción.
La esperanza que todos los seres humanos tenemos de sentirnos mejor, por la búsqueda del bienestar.
Las capacidades y las habilidades que el hombre tiene para lograr lo que quiere.
Al aceptar la experiencia hubiera encontrado paz, y al pasar el tiempo recordaría ésa como una buena experiencia pues todo aquello de la que se puede hablar sin que cause un efecto desagradable se convierte en positivo.
El análisis de las emociones es vital para un mejor conocimiento del ser humano.
“Conócete a ti mismo”.
Los recuerdos de tipo material pueden envejecer, pero las imágenes en nuestra mente, no. Lo mismo que las emociones. Ahí están, tranquilas, al lado de nuestros recuerdos, dispuestas a ayudarnos a vivir nuevamente.
Hay una tendencia natural del hombre a aprender por medio de la imitación. Se ha descubierto que cuando una persona observa el rostro sonriente de otra, tiende a repetir el mismo gesto.
Cuando estamos cerca de una persona sonriente, nos vemos contagiados por su emoción. Una emoción es energía en tránsito, energía que se desplaza. Existe el intercambio de emociones.
El estado emotivo de un ser humano influye radicalmente en su entorno. En el fondo siempre vamos a tener dos opciones: acercarnos o alejarnos. Sentirnos bien o sentirnos mal. Vivir o morir. Y ése es el gran dilema. El problema de fondo.
Malo: tener una baja autoestima.
¿Se puede hablar de una nación o de un grupo social con baja autoestima y con deseos de autodestrucción? ¿Qué no se de cuenta del peligro que corre como especie? ¿Y que actúe de forma irresponsable y ciega aun en contra de uno de los más fuertes instintos?
El deseo de conservar la vida, de mantener en perfecto estado todo aquello que se consideraba valioso, de inmortalizarlo, tal vez fue el motor que impulsó el surgimiento del arte. Los aspectos que más me interesan del arte son, por un lado el deseo de inmortalizar, y por el otro, el de compartir.
Su habilidad para convertir todo un caudal de emociones en imágenes, en sonidos, o en palabras, con la intención de encontrarle un sentido a la salida del sol, de la luna, a la luz de las estrellas, al agua de los ríos, al viento, al rayo.
Las obras artísticas son la representación de un pensamiento, pero también de una emoción. Cada imagen es memoria.
La aparición de un punto intermedio entre imagen y gesticulación emotiva: la palabra.
Pronunciar una palabra sigue significando invocar una emoción pretérita que sigue generando un grado específico de tensión muscular en el cuerpo de quien articula esos sonidos.
Experimentar amor.
La relación entre la imagen y la memoria es indisoluble.
El ser humano convierte en imágenes sus emociones. Cada imagen contiene memorias y, por lo tanto, provoca en nosotros una infinidad de sentidos ocultos, de emociones dormidas. Una imagen funciona como detonador de emociones sólo si se conecta con el mundo de creencias de una persona, con la opinión que tenga de sí misma o con su memoria emocional.
El hombre constantemente está buscando la manera de cambiar para sentirse mejor.
Imágenes y palabras no deben perder su cualidad de mediadoras entre el presente y el pasado, entre nuestra racionalidad y nuestras emociones. Porque generan emociones que se convierten en nuevas imágenes y palabras. Porque crean memoria en quienes las ven o las escuchan. Y de nosotros depende que cuando nos recuerden lo hagan con alegría o con tristeza. Que las palabras que pronunciamos sanen o lastimen.
Se tiene conciencia del daño psicológico que puede ocasionar una discusión familiar o la falta de afecto. Los pensamientos negativos afectan y causan daños graves en nuestro organismo.
Vivimos en un universo en constante cambio.
Las emociones crean reacciones físicas y químicas dentro de nuestro organismo. No alcanzamos a comprender lo que nos puede beneficiar el nacimiento de una sonrisa en nuestro corazón.
La mayor enfermedad de nuestra época es la depresión y el mayor mal la angustia. Cuando uno está deprimido todo el organismo se contrae. Nuestra capacidad de actuar, de pensar, de gozar, se reduce a su mínima expresión.
La simple emisión de un sonido y su correcta vocalización nos puede evitar muchos males.
La única forma de aliviar la tensión y evitar el sobrecalentamiento de órganos internos es por medio de la relajación y la mejor manera es por medio de la risa.
Después de una sesión de carcajadas, nuestro cuerpo se relaja.
Así como un órgano contraído no funciona correctamente, un individuo tenso tampoco. No puede crear, trabajar, ni producir normalmente. Los directores de grandes empresas están contratando a especialistas que hagan reír a sus empleados.
La risa es innata, está programada en nuestro propio ser. La risa une.
La sensación de cercanía, de pertenencia, de complicidad que genera el humor. Hay dos formas de hacer reír a otro. Por medio de una imagen o por medio de la palabra. En cualquiera de las dos siempre está presente un deseo verdadero de dar felicidad. La risa relaja, calma, tranquiliza, física y mentalmente.
Si uno logra aquietar los pensamientos, automáticamente las emociones se apaciguan y le permiten al cuerpo una total relajación.
Siempre, bajo una alegría o una tristeza está la necesidad de ser aceptado, apreciado, amado.
La necesidad de afecto es tan poderosa que es la única que en un estado de depresión puede impulsarnos a salir de nuestro encierro.
Nadie tiene tiempo, y si lo tiene no lo quiere compartir. Todos defienden su espacio, su intimidad.
La modernidad deja poco tiempo para escucharnos unos a otros, para querernos, para consolarnos, para apapacharnos.
Están convencidos de que para sobrevivir es necesario un fuerte respaldo económico.
El hombre ha perdido el sentido de la vida y se encuentra más solo que nunca.
Poema egipcio del siglo VII A.C.:
¿A quién hablaré hoy?
Los hermanos son malos.

No es posible querer
a los amigos de hoy.
¿A quien hablaré hoy?

Reina la avaricia.
Todos se apropian de
los bienes ajenos.
¿A quién hablaré hoy?

El desgraciado se
consuela con el
desgraciado, porque el
hermano se ha
convertido en enemigo.
¿A quién hablaré hoy?

No hay nadie en quien confiar.

Y los amigos nos
tratan como a desconocidos.
¿A quién hablaré hoy?

El pecado, la plaga del país,
no tiene fin.

La lectura de este texto de seguro les provocó dos emociones. La compasión y la tristeza. Podemos compartir con el poeta que escribió estos versos su dolor, su desilusión, su desolación. Podemos reconocer la emoción que lo movió a la escritura porque la hemos vivido en carne propia, porque se parece a la nuestra.
Los jóvenes tienen acceso al mundo de Internet y se enteran en segundos de todo lo que pasa en el mundo. Sólo les basta una tarde viendo noticias para darse cuenta del negro futuro que les espera.
Si de veras queremos salvar a este planeta debemos empezar por mejorar el estado emocional de todos los que lo habitamos. Lo revolucionario sería eso. Sacar a todo el mundo de la depresión.
“Lo que el mundo necesita es amor”.
Tal vez de ahí venga el éxito que tienen las películas de acción. Nos proporcionan emociones que no encontramos en nuestra vida diaria.
Los productores de películas comerciales ganan mucho dinero proporcionando al público películas que los “emocionan” pero cargadas de emotividad negativa. El público quiere olvidar por un momento su angustia. Porque la angustia duele, molesta, enferma. Lo mismo que la ira, la envidia, el temor.
Podemos distinguir dos tipos de emociones, las negativas y las positivas. Entre las negativas podemos resaltar el odio, la ira, la tristeza, el temor. Entre las positivas, la compasión, el amor, la alegría, la admiración.
Un deseo auténtico de compartir una experiencia.
Tal vez ese es el primer paso para empezar a cambiar al mundo. Sonreír.
Es posible hablar de una literatura que sana y de otra que enferma. Una que libera energías atrapadas en nuestro interior a causa de la tensión y otra que las aumenta para transformarlas en angustia.
¿A qué gobierno le puede interesar que un soldado sienta compasión por el enemigo al que tiene que aniquilar?
El estrés es una respuesta mental y física a una situación adversa que moviliza nuestros mecanismos de defensa: el mecanismo de enfrentar o huir.
Poder sentirnos hijos amados del universo.
La literatura seguía cumpliendo su función de relacionar al hombre con sus propios sonidos, es decir, la de conectarlo con la vida.
Hay palabras que encierran en su interior la manifestación más importante y suprema que puede haber: la de la divinidad. Estas palabras son los mantras o las oraciones. El poder de una palabra sagrada es muy amplio.
La repetición de un mantra o de una oración en un estado de relajación o meditación, nos abre la puerta a un universo desconocido. Nos hace uno con la energía suprema.
El libro de Luise Hay “Tu puedes Sanar Tu vida” causó una revolución. Yo misma les puedo asegurar que sané de varias enfermedades repitiendo frases que vienen en su libro. La mayoría de las enfermedades son causadas por un patrón de pensamiento negativo.
Ahora, en boca de algunos medios de comunicación y la mayoría de los políticos, las palabras no siempre expresan la realidad sino todo lo contrario. La herencia de Cantinflas se respira en los discursos de los políticos. Hablan sin hablar. Dicen sin decir. Utilizan palabras ambiguas para engañar, para confundirnos y obtener nuestro voto. Eso es lo único que les interesa.
Atraer patrocinadores importantes, aumentar la venta de periódicos o revistas. Lo que importa es la noticia y no la verdad. La palabra en estos casos es como un veneno de efecto prolongado.
Una mente obsesionada quema gran cantidad de glucosa.
A veces el exceso de información puede resultar contraproducente pues nos deprime con las terribles consecuencias que esto acarrea. El miedo entra por los ojos. Los noticieros y los periódicos nos inundan de imágenes terroríficas que nos llenan el corazón de temor.
Toda terapia que use los colores ha de buscar el verde como elemento esencial para recuperar la salud del espíritu.
Si la imagen de un campo verde se deja acompañar de un cielo azul contamos con el bálsamo ideal para el alma.
Existe una responsabilidad del creador.
En general es la estructura de poder la que niega la risa. El poder no se ríe. O sólo lo hace con una mueca falsa, porque la risa es la expresión más auténtica de libertad.
Es más fácil que una persona se sienta afligida por los problemas de un personaje ficticio creado en un género melodramático, a que se sienta conmovido por las guerras y las matanzas de la realidad concreta.
La felicidad propia depende de la felicidad de los otros. Y la tristeza de la infelicidad de los demás.
Se empieza a mencionar por los científicos como las huellas dactilares cerebrales. Las imágenes y recuerdos que son totalmente personales y que nos pueden caracterizar a los seres humanos de la misma forma que las huellas dactilares. La vida, finalmente, no es más que un cúmulo de recuerdos, de imágenes, de risas, de lágrimas, a través de las cuales adquirimos conciencia de lo que somos. ¿Vale la pena vivirla? Definitivamente, sí. Podemos escuchar a nuestra alma que nos dice que el único y verdadero valor es el amor.
La esperanza de hacer todo lo que no hemos hecho: decirle a la gente cercana qué significa para nosotros, darle un abrazo a un amigo perdido, compartir una tarde de risas con nuestros hijos, mirar una lluvia de estrellas, dar un beso de amor a nuestra pareja, amar, amar, y amar.
¿Es posible quemar una emoción? Si en lugar de resistir la tristeza nos ponemos a sentirla más intensamente, ¿será posible utilizar esa energía en exceso y terminar con ella antes de tiempo?
¿Será posible mover a compasión a un puñado de ricos frente al dolor, el hambre y el desamparo de millones de personas en el mundo? Se trata de mirar al ser humano de una manera completa. Y este planteamiento, en el mundo en que vivimos es una transgresión. Vivimos en un mundo al que le ha importado más la utilidad que el sentido de la existencia, la envoltura más que los contenidos, la apariencia antes que la sinceridad de ser lo que se es.
Hay una gran diferencia entre querer aliviar el dolor ajeno y querer controlar el mundo para beneficio personal.
En este siglo voy a morir y mis nietos van a nacer. Me gustaría, antes de irme dejarles un mundo mejor.

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