viernes, 17 de febrero de 2012

Dan Brown en Ángeles y demonios

Dan Brown Ángeles y demonios

Su espíritu juvenil estaba viviendo en un cuerpo mortal. Era el primero en abrazar lo que él denominaba “el arte perdido de pasarla bien”. No parecía interesarle ganar ningún premio a la hospitalidad. La información sólo es tan válida como su origen. Estaba empezando a fundir ciencia y religión, demostrando que se complementaban de formas insospechadas. A veces para encontrar la verdad hay que mover montañas. La materia no es más que energía atrapada. Como mi padre lo deja siempre: Caos ordenado. Los secretos son un lujo que ya no nos podemos permitir. Ciencia y religión defienden la misma verdad. La energía pura es el padre de la creación. El miedo mutila con más rapidez que cualquier arma de guerra. La traición no dejaba de maravillarlo. La ciencia causa la mitad de los problemas que intenta resolver. La realidad hizo acto de presencia y la envolvió con su garra helada. Podía ser de ayuda, tenía la obligación moral de actuar. Desprendía una aureola de compostura, un resplandor de entereza casi magnético. Su respiración parecía más profunda, como si el instinto de conservación hubiera alumbrado en su interior… Todos estamos buscando la verdad, algo que nos sobrepasa. Alzó la cara hacia el cielo e inhaló una profunda bocanada de aire, como si los rayos del sol le transmitieran cierta energía mística reparadora. Solum Deum prae oculta, sólo a Dios delante de los ojos. Le ofreció una sonrisa cansada. Se relajó, entrecerró los ojos, respiró hondo tres veces. Notó que el ritmo de su corazón era más lento y que sus músculos ya no estaban tensos. El pánico caótico de su mente se desvaneció. Unos ojos verdes casi radiantes, que brillaban como alimentados por los misterios del universo. La capacidad de comunicar la esencia de la espiritualidad. Un Papa solía trabajar unas catorce horas al día, siete días a la semana, y, según la media estadística, moría de agotamiento al cabo de seis años. Se decía que aceptar el papado era la “ruta más rápida para ir al cielo”. Siempre que te sientas asustado recuerda que Dios es tu padre. El te vigilará y protegerá siempre. Dios me llamó. Quería salvarme. Abandona todo temor, se dijo, y entrega esta noche al Señor. Estoy abierto a todo tipo de sugerencias. Buceando en su memoria. Encontraba un inexplicable refugio en sus ojos, como la armonía del mar. Anda erguida, sonríe y haz que se pregunten cuál es el secreto que te hace reír. Dame fuerzas. Concédeme la capacidad de perdonar. Todos los estímulos que le habían impulsado habían desaparecido de su mente. Situaciones difíciles podían unir a dos personas de una forma que no conseguirían décadas de vida en común. Sentía algo que no había experimentado en años. Soledad. El dolor le dio fuerzas. Cada uno de nosotros es Dios, había dicho Buda. Cada uno de nosotros lo sabe todo. Sólo necesitamos abrir nuestras mentes para escuchar nuestra propia sabiduría. El silencio que siguió fue atronador. Enséñame el camino. Padre. Dame las palabras necesarias para comunicarles Tu visión. La verdad os hará libres. A veces, nuestras mentes ven cosas que nuestros corazones desean. Los caminos del Señor son inescrutables.


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