Lo que dijo un antiguo egipcio en “El diálogo de un desesperado con su alma”
Le hablé a mi alma y respondí a lo que me dijo:
Es demasiado duro para mí que hoy no quiera mi alma hablar conmigo.
Es más que una exageración. Es como ignorarme.
Que no se vaya mi alma, y que me preste atención.
No estará en ella huir el día de los problemas.
Mirad, mi alma me ignora, pero no la escucho arrastrándome a la muerte antes que yo vaya a ella arrojándome en el fuego para consumirme.
Que me juzgue Dyehuty (Thot), el pacificador de los dioses. Que me defienda Jonsu, el escriba de la justicia. Que Ra escuche mis palabras, el comandante de la barca sagrada.
Es agradable que los dioses rechacen los secretos de mi cuerpo.
Mi alma me respondió: “No eres, ciertamente, un hombre, eres, ciertamente un viviente. ¿Cuál es tu provecho?
¿Estar preocupado por la vida como un poseedor de riquezas?”.
Respondí: “No me iré mientras estés en la tierra”.
Pero tus posesiones están muertas aunque tu nombre está vivo.
Ella es un lugar de reposo atractivo para el corazón.
El occidente es una morada. Si mi alma me escucha y su pensamiento está de acuerdo conmigo, entonces será afortunada.
Haré que alcance el occidente como aquel que está en su pirámide atendido en su entierro por un superviviente.
Si me empujas a la muerte en esta forma, no encontrarás en el occidente sobre qué puedas posarte. Sé paciente, mi alma, mi hermano, hasta que exista mi heredero, quien hará ofrendas y las colocará sobre la tumba el día del entierro y él preparará el féretro de la necrópolis.
Abrió mi alma su boca y respondió a lo que dije:
“Si piensas en el entierro, es una tristeza, es lo que trae el llanto, haciendo miserable a un hombre, es lo que aparta a un hombre de su casa siendo arrojado sobre la colina.
No ascenderás a las alturas para que puedas ver a Ra.
Quienes edifican con piedras de granito, quienes construyen las pirámides hermosas mediante trabajos hermosos, cuando se convierten los constructores en dioses, sus piedras de ofrendas son destruidas, del mismo modo que los débiles, que mueren en la orilla por carecer de sucesor.
Capturó la inundación sus restos y el sol del mismo modo. Les hablan los peces de los dos márgenes del agua. Escúchame. Mira, es bueno escuchar a la gente.
Sigue el día felizmente y olvida la preocupación”.
Respondí a lo que dijo: “Mira, apesta mi nombre, mira, más que el olor de los buitres calvos en un día de la estación de ‘shemu’ cuando el cielo está caliente. Mira, apesta mi nombre, mira, más que el de una mujer esclava de la que se dicen mentiras a causa de un hombre. Mira mi nombre apesta, mira, más que el del niño robusto que se dice contra él que es de su rival.
¿A quién hablaré hoy? Los hermanos son malos. No es posible querer a los amigos de hoy
¿A quién hablaré hoy? Son avaros los corazones. Todos se apropian de los bienes ajenos.
¿A quién hablaré hoy? Se encuentra satisfacción en el mal y se coloca lo bueno en tierra, en cualquier lugar.
¿A quién hablaré hoy? Quien hacía encolerizar a un hombre por sus acciones malas hace reír a todos, siendo su maldad perniciosa.
¿A quién hablaré hoy? El malhechor es un íntimo y el hermano se ha convertido en un enemigo.
¿A quién hablaré hoy? Nadie quiere recordar el pasado y nadie quiere ayudar a quien actúa en este tiempo.
¿A quién hablaré hoy? Los rostros se ocultaron y todos están con la cabeza agachada, más que tu prójimo.
¿A quién hablaré hoy? Los corazones son avariciosos y no existe el corazón de un hombre en el que uno pueda confiar.
¿A quién hablaré hoy? No hay hombres justos. Todos se apropiaron de los bienes ajenos.
¿A quién hablaré hoy? Estoy agobiado cargado de penurias. Los amigos nos tratan como a desconocidos.
¿A quién hablaré hoy? El pecado, la plaga del país, no tiene fin.
La muerte está en mi cara en el día de hoy, como la curación un enfermo,
como salir al exterior después de una reclusión. La muerte está en
mi cara hoy como el olor de la mirra, como sentarse bajo un toldo un día
de viento. La muerte está en mi cara hoy como la fragancia de los lotos, como sentarse en los bancos de arena de la tierra de la embriaguez.
La muerte está en mi cara hoy como un camino trillado, como la vuelta a su casa de un hombre desde una expedición.
La muerte está en mi cara hoy como la claridad del cielo, como un hombre descubridor que está a la entrada de aquello que ignoró.
La muerte está en mi cara hoy como desea un hombre ver su casa después de pasar numerosos años capturado en reclusión.
Será, ciertamente, quién está allí como un dios vivo castigando el crimen del malhechor. Será, ciertamente, quien está allí colocado en la barca sagrada haciendo que se den alimentos de allí a los templos.
Será, ciertamente, quien está allí como un sabio y no es rechazado en la apelación de Ra cuando hable”.
Lo que me dijo mi alma: “Coloca las lamentaciones en un colgador, oh mi camarada, mi hermano. Debes ofrecer sobre el incensario y romper con la vida, y del mismo modo dirás: “deséame aquí”, después de haber rechazado el occidente. Pero cuando se desee que alcances el occidente, que alcancen tus miembros la tierra, me posaré después que te hayas cansado y entonces haremos una morada juntos”.
Significa que acabó, desde su principio hasta su final, es como lo que fue encontrado en el libro.
jueves, 21 de enero de 2010
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