domingo, 7 de marzo de 2010

Benedict Carey en The New York Times 2009

Benedict Carey en The New York Times

Si no quiere que ocurra trate de no pensar en ello… si puede
Tratar de reprimir un pensamiento incrementa las posibilidades de que este regrese
Sábado 18 de julio de 2009
Benedict Carey The New York Times

Nueva York. Las visiones parecen provenir de nuestro cerebro en los peores momentos posibles, durante entrevistas laborales, una primera cita, una importante reunión de trabajo.
Edgar Allan Poe escribió en “El demonio de la perversidad”, ensayo acerca de impulsos indeseados: “El impulso progresa a un anhelo incontrolable”.
Agrega: “No hay pasión en la naturaleza tan demoníacamente impaciente como la de aquel que, tiritando al borde del precipicio, considera la idea de una caída, o la del que medita sobre la pregunta “¿Estoy enfermo?”.
La gran mayoría de las personas rara vez actúa a partir de estos impulsos. Estas rudas fantasías reflejan la actividad de un cerebro sensible y socialmente normal.
“Hay todo tipo de trampas en la vida social, no sólo errores, sino que los peores errores posibles vienen a la mente fácilmente. Y el hecho de que venga a nuestras mentes lo peor, puede incrementar las posibilidades de que pase”.
“Acciones que se realizan en directa oposición a nuestras voluntades conscientes”.
Estos impulsos son comunes y alteran el comportamiento.
En un nivel básico, ser socialmente funcional significa controlar nuestros impulsos.
El cerebro adulto gasta la misma cantidad de energía inhibiendo que actuando, y la salud mental se basa en inventar estrategias para ignorar o suprimir pensamientos muy turbadores, como el de la propia muerte, por ejemplo. Estas estrategias son programas psicológicos generales, subconscientes o semiconscientes que usualmente se manejan con el piloto automático.
Los impulsos perversos parecen aparecer cuando las personas se concentran intensamente en evitar errores específicos o tabúes. La teoría es simple: para evitar insultar a un colega, el cerebro primero tiene que estar pensando en esto, la misma presencia del insulto catastrófico, a su vez incrementa las posibilidades de que lo digamos.
“Sabemos que lo que está en nuestras mentes puede influir en nuestros juicios y comportamientos simplemente por estar ahí, flotando en la superficie de la consciencia”.
En el laboratorio, los psicólogos tienen personas que tratan de desterrar un pensamiento de su mente y encuentran que éste vuelve, alrededor de una vez por minuto. De igual manera, a las personas que tratan de no pensar en cierta palabra se les escapa durante un test rápido de asociación de palabras.
Los golfistas que saben que deben evitar errores específicos los hacen más cuando están bajo presión.
Los esfuerzos por ser políticamente correctos pueden ser particularmente traicioneros.
La supresión de estereotipos hace que estos se vuelvan hiperaccesibles.
El riesgo de hacer o decir algo que no queremos depende del estrés que experimentamos. Al concentrarnos intensamente en no mirar fijo un lunar prominente de un nuevo conocido, al tratar de seguir una conversación, aumenta el riesgo de decir “Leímos sobre el lunar, es decir sobre la luna”.
“Hay cierto alivio en que pase lo peor, para no tener que seguir preocupándonos más”.
Algo que puede ser difícil de explicar si uno acaba de arruinar la fiesta.

1 comentario:

  1. jajaj es muy cierto. No tenemos escapatoria!!! Yo creo que en una situacion normal pienso mas o menos 4 o 5 posibles resultados o efectos que van a causar mis palabras, mientras las digo o me preparo para decirlas. Por lo tanto mi cerebro incrementa las posibilidades de que pase todo eso y mi energia se concentra en evitar las que no quiero que pasen y dirigir la situacion hacia lo que quiero que pase. Increible. Ademas mientras pasa todo eso estoy escuchando una cancion adentro de mi mente y mientras la escucho estoy generando una idea para la cancion que simultaneamente estoy armando como un rompecabezas cosmico en mi cerebro.

    http://www.youtube.com/watch?v=H6fOk8ZKMmw

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