Jorge Luis Borges Ficciones
Prólogo de José Luis Rodríguez Zapatero
En todas las historias de este libro el tiempo es, de un modo u otro, un personaje central.
El espejo inquietaba el fondo de un corredor.
Mi padre había estrechado con él (el verbo es excesivo) una de esas amistades inglesas que empiezan por excluir la confidencia y que muy pronto omiten el diálogo.
Censurar y alabar son operaciones sentimentales que nada tienen que ver con la crítica.
Pensar, analizar, inventar son la normal respiración de la inteligencia.
A la desaforada esperanza sucedió, como es natural, una depresión excesiva.
Todas las cosas le suceden a uno precisamente, precisamente ahora. Siglos de siglos y solo en el presente ocurren los hechos, innumerables hombres en el aire, en la tierra y el mar, y todo lo que realmente pasa me pasa a mí.
Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer.
El nuevo camarada no discutía, dictaminaba con desdén y con cierta cólera.
A fuerza de apiadarnos de las desdichas de los héroes de las novelas concluimos apiadándonos con exceso de las desdichas propias.
Habituado a vivir en el presente, como los animales.
Prólogo de José Luis Rodríguez Zapatero
En todas las historias de este libro el tiempo es, de un modo u otro, un personaje central.
El espejo inquietaba el fondo de un corredor.
Mi padre había estrechado con él (el verbo es excesivo) una de esas amistades inglesas que empiezan por excluir la confidencia y que muy pronto omiten el diálogo.
Censurar y alabar son operaciones sentimentales que nada tienen que ver con la crítica.
Pensar, analizar, inventar son la normal respiración de la inteligencia.
A la desaforada esperanza sucedió, como es natural, una depresión excesiva.
Todas las cosas le suceden a uno precisamente, precisamente ahora. Siglos de siglos y solo en el presente ocurren los hechos, innumerables hombres en el aire, en la tierra y el mar, y todo lo que realmente pasa me pasa a mí.
Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer.
El nuevo camarada no discutía, dictaminaba con desdén y con cierta cólera.
A fuerza de apiadarnos de las desdichas de los héroes de las novelas concluimos apiadándonos con exceso de las desdichas propias.
Habituado a vivir en el presente, como los animales.
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