lunes, 12 de abril de 2010

Lucius Shepard en El cazador de jaguares

Lucius Shepard El cazador de jaguares Barcelona 1987 ISBN 84-226-4043-0

Pueden mostrar una compasión ganada al precio de muchas dificultades o el conocimiento del mundo que suele acompañarla.
El ejercicio de escritor requiere sangre, sudor y lágrimas.
Lucius Shepard apareció en el escenario de la fantasía y la ciencia ficción como talento totalmente formado.
Creemos en el poder de la literatura para dirigirse al corazón humano.
Este mundo sólo es una delgada cubierta de vida sobre un cimiento de muerte, como las algas que cubren una roca.
Los perros melancólicos.
Los tejados que circundaban la bahía se parecían a la costra de sangre seca que suele haber sobre los labios de un moribundo.
Esteban no había esperado de ella que siguiera siendo hermosa y había intentado asegurarle que amaba a la mujer que era y no, meramente, a la muchacha que había sido.
Era un hombre inmenso, parecido a una babosa.
El jaguar tenía las orejas echadas hacia atrás y gotas de luna plateada brillaban en sus ojos.
Si niegas el misterio, incluso cuando va disfrazado de muerte, entonces niegas la vida y caminarás como un fantasma a través de tus días, sin conocer jamás los secretos que se ocultan en los extremos. Las penas profundas, las alegrías más absolutas.
Me pidió que me casara con él, y yo dije que quizá. El infantil plan de seducción preparado por Eliot se derrumbó ante una frase tan parecida a las bolas usadas para demoler edificios.
Michaela estaba tendida sobre una toalla –la parte superior del bikini junto a ella-, en el fondo de un pozo formado por la luz solar, delgados haces de pura claridad parecidos a miel destilada cayendo del cielo y congelándose para formar el molde de una diminuta mujer dorada.
Dos pedazos de personas que no lograban formar un ser completo entre los dos.
Quizá tendrían que hablar un poco más antes de que lo ocurrido fuera sedimentándose, hasta convertirse en un estado de ánimo indestructible.
Supongo que me hacía falta alguien para demostrarme que yo merecía un esfuerzo –le dijo-.
Daba la impresión de que la claridad mental hacía que un hombre fuera peligrosamente versátil, volvía flexible su conciencia, e instituía dentro de él una cautelosa aproximación a todo tipo de compromisos. No quería apresurarse ni comprometerse en nada.
Tuvo la sensación de estar sufriendo una sutil alteración de su forma, un refinamiento, como si se desprendiera de las capas superfluas.
Se encontraba bastante débil, y cada vez lo estaba más, como si hebras de sí mismo estuvieran desprendiéndose para ser absorbidas en la negrura.
En la experiencia de Peter, cuando las mujeres decían que necesitaban tiempo para pensar, los resultados de esa meditación jamás habían sido buenos.

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