domingo, 25 de abril de 2010

Charles Bukowski en La Senda del Perdedor

Charles Bukowski La Senda del Perdedor Digitalizado para Biblioteca IRC por Spartakku Revisado por Adriana

Aunque me siguieran odiando, era una clase mejor de odio, como si no estuvieran muy seguros de por qué.
¡Qué cosa más terrible! ¡No importaba que lo hicieran en secreto! ¡Y pensar que todo el mundo lo hacía! ¡Los profesores, el director, todo el mundo! Era bastante estúpido. Entonces pensé en hacerlo con Lila Jane y no me pareció tan estúpido.
Esta cosa de joder estaba bien. Le daba a la gente cosas extra en que pensar.
Había llegado a envejecer tanto que no tenía sentido que se muriera.
Una vez incluso se levantó en clase de Inglés y leyó un ensayo titulado “El Valor de la Amistad”, y mientras lo leía no me quitaba el ojo de encima. Escribí un contra-ensayo titulado “El Valor de la Absoluta Carencia de Amistad”. La profesora no me dejó leerlo en clase y encima me suspendió.
-Jim, ¿tu padre se saltó los sesos por culpa de tu madre?
-Sí. El estaba al teléfono y contó que tenía una pistola. Dijo: “Si no vuelves conmigo, voy a suicidarme. ¿Volverás conmigo?” Y mi madre contestó: “No.” Hubo un tiro y eso fue todo.
-¿Qué es lo que hizo tu madre? –Colgó el teléfono. –De acuerdo. Te veré esta noche.
La gente sólo piensa en las injusticias cuando les suceden a ellos.
En todas las guerras ambos lados creen pelear por una Buena Causa. No se trata de saber quién tiene o no la razón, se trata de comprobar quién tiene los mejores generales y el mejor ejército!
Morir en una guerra no evitaba que surgieran otras.
Los presidentes en tiempo de guerra tenían más poder y, después, se les dedicaban más páginas.
El ambiente de toda la Universidad era blandengue. Nunca te advertían qué es lo que ibas a encontrar en la vida real. Te hacían empollar un montón de teoría y no te contaban lo dura que era la calle. La educación universitaria podía destrozar para siempre a un individuo. Los libros podían reblandecerte. Cuando los apartabas a un lado y realmente salías fuera, entonces necesitabas saber lo que jamás te enseñaron.
Ahí sentado bebiendo consideré la idea del suicidio, pero sentí un extraño cariño por mi cuerpo, por mi vida. A pesar de sus cicatrices y marcas, me pertenecían.

jueves, 22 de abril de 2010

Dante Alighieri en La vida Nueva

Dante Alighieri La vida Nueva 1999 – Copyright www.elaleph.com

Amor no existe por sí mismo como sustancia, sino que es un accidente en la sustancia.
Antiguamente no había cantares de amor en lengua vulgar, sino que los cantores eran ciertos poetas de lengua latina: los asuntos amorosos no los trataban poetas vulgares, sino poetas cultos.
El primer aniversario del día en que mi amada adquirió ciudadanía de vida eterna.

domingo, 18 de abril de 2010

Jorge Luis Borges en Ficciones

Jorge Luis Borges Ficciones
Prólogo de José Luis Rodríguez Zapatero

En todas las historias de este libro el tiempo es, de un modo u otro, un personaje central.
El espejo inquietaba el fondo de un corredor.
Mi padre había estrechado con él (el verbo es excesivo) una de esas amistades inglesas que empiezan por excluir la confidencia y que muy pronto omiten el diálogo.
Censurar y alabar son operaciones sentimentales que nada tienen que ver con la crítica.
Pensar, analizar, inventar son la normal respiración de la inteligencia.
A la desaforada esperanza sucedió, como es natural, una depresión excesiva.
Todas las cosas le suceden a uno precisamente, precisamente ahora. Siglos de siglos y solo en el presente ocurren los hechos, innumerables hombres en el aire, en la tierra y el mar, y todo lo que realmente pasa me pasa a mí.
Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer.
El nuevo camarada no discutía, dictaminaba con desdén y con cierta cólera.
A fuerza de apiadarnos de las desdichas de los héroes de las novelas concluimos apiadándonos con exceso de las desdichas propias.
Habituado a vivir en el presente, como los animales.

lunes, 12 de abril de 2010

Lucius Shepard en El cazador de jaguares

Lucius Shepard El cazador de jaguares Barcelona 1987 ISBN 84-226-4043-0

Pueden mostrar una compasión ganada al precio de muchas dificultades o el conocimiento del mundo que suele acompañarla.
El ejercicio de escritor requiere sangre, sudor y lágrimas.
Lucius Shepard apareció en el escenario de la fantasía y la ciencia ficción como talento totalmente formado.
Creemos en el poder de la literatura para dirigirse al corazón humano.
Este mundo sólo es una delgada cubierta de vida sobre un cimiento de muerte, como las algas que cubren una roca.
Los perros melancólicos.
Los tejados que circundaban la bahía se parecían a la costra de sangre seca que suele haber sobre los labios de un moribundo.
Esteban no había esperado de ella que siguiera siendo hermosa y había intentado asegurarle que amaba a la mujer que era y no, meramente, a la muchacha que había sido.
Era un hombre inmenso, parecido a una babosa.
El jaguar tenía las orejas echadas hacia atrás y gotas de luna plateada brillaban en sus ojos.
Si niegas el misterio, incluso cuando va disfrazado de muerte, entonces niegas la vida y caminarás como un fantasma a través de tus días, sin conocer jamás los secretos que se ocultan en los extremos. Las penas profundas, las alegrías más absolutas.
Me pidió que me casara con él, y yo dije que quizá. El infantil plan de seducción preparado por Eliot se derrumbó ante una frase tan parecida a las bolas usadas para demoler edificios.
Michaela estaba tendida sobre una toalla –la parte superior del bikini junto a ella-, en el fondo de un pozo formado por la luz solar, delgados haces de pura claridad parecidos a miel destilada cayendo del cielo y congelándose para formar el molde de una diminuta mujer dorada.
Dos pedazos de personas que no lograban formar un ser completo entre los dos.
Quizá tendrían que hablar un poco más antes de que lo ocurrido fuera sedimentándose, hasta convertirse en un estado de ánimo indestructible.
Supongo que me hacía falta alguien para demostrarme que yo merecía un esfuerzo –le dijo-.
Daba la impresión de que la claridad mental hacía que un hombre fuera peligrosamente versátil, volvía flexible su conciencia, e instituía dentro de él una cautelosa aproximación a todo tipo de compromisos. No quería apresurarse ni comprometerse en nada.
Tuvo la sensación de estar sufriendo una sutil alteración de su forma, un refinamiento, como si se desprendiera de las capas superfluas.
Se encontraba bastante débil, y cada vez lo estaba más, como si hebras de sí mismo estuvieran desprendiéndose para ser absorbidas en la negrura.
En la experiencia de Peter, cuando las mujeres decían que necesitaban tiempo para pensar, los resultados de esa meditación jamás habían sido buenos.

jueves, 8 de abril de 2010

E. Galeano en Las Venas Abiertas de América Latina

Eduardo Galeano Las Venas Abiertas de América Latina
La capital de los aztecas, Tenochtitlán, era por entonces cinco veces mayor que Madrid y duplicaba la población de Sevilla, la mayor de las ciudades españolas.
Más de la mitad de la población aborigen de América, Australia y las islas oceánicas murió contaminada luego del primer contacto con los blancos.
Potosí contaba con 120.000 habitantes según el censo de 1573. La misma población que Londres y más habitantes que Sevilla, Madrid, Roma o París. Hacia 1650, un nuevo censo adjudicaba a Potosí 160.000 habitantes. Era una de las ciudades más grandes y más ricas del mundo, diez veces más habitada que Boston.
Entre 1503 y 1660, llegaron al puerto de Sevilla 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata. La plata transportada a España en poco más de un siglo y medio, excedía tres veces el total de las reservas europeas. Y estas cifras, cortas, no incluyen el contrabando.
Potosí tiene ahora tres veces menos habitantes que hace cuatro siglos.
Se ha estimado en unos cinco mil millones de dólares actuales la magnitud del excedente económico evadido de México entre 1760 y 1809, apenas medio siglo, a través de las exportaciones de plata y oro.
Las madres mataban a sus hijos para salvarlos del tormento en las minas.
Los indios de las Américas sumaban no menos de setenta millones, y quizás más, cuando los conquistadores extranjeros aparecieron en el horizonte; un siglo y medio después se habían reducido, en total, a sólo tres millones y medio.
En tres centurias, el cerro rico de Potosí quemó ocho millones de vidas.
En septiembre de 1957, la Corte Suprema de Justicia del Paraguay emitió una circular comunicando a todos los jueces del país que “los indios son tan seres humanos como los otros habitantes de la república.”
Los indios han padecido y padecen –síntesis del drama de toda América Latina- la maldición de su propia riqueza.
Los arrasados bosques de quebracho del norte argentino y del Paraguay.
La alfombra vegetal, la flora y la fauna fueron sacrificadas en los altares del monocultivo, a la caña de azúcar. La producción extensiva agotó rápidamente los suelos.
El alimento de las minorías se convierte en el hambre de las mayorías.
La invasión cañera hizo arder, en Cuba, con varios fuegos sucesivos, los mejores bosques vírgenes.
El pueblo que confía su subsistencia a un solo producto, se suicida.
El pueblo que compra manda, el pueblo que vende sirve; hay que equilibrar el comercio para asegurar la libertad; el pueblo que quiere morir vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse vende a más de uno, dijeron Martí y el Che Guevara.
Según los datos oficiales, de cada diez ecuatorianos siete padecen desnutrición básica y el país sufre uno de los índices de mortalidad más altos del mundo.
En 1912 el presidente William H. Taft afirmaba: “No está lejano el día en que tres banderas de barras y estrellas señalen en tres sitios equidistantes la extensión de nuestro territorio: una en el Polo Norte, otra en el canal de Panamá y la tercera en el Polo Sur. Todo el hemisferio será nuestro, de hecho, como, en virtud de nuestra superioridad racial, ya es nuestro moralmente”.
Artigas: Las tierras se repartían de acuerdo con el principio de que “los más infelices serán los más privilegiados”. Los indios tenían, en la concepción de Artigas, “el principal derecho”.
Los gobiernos posteriores de la cuenca del Plata reducirán a sangre y fuego al gaucho, incorporándolo por la fuerza a las peonadas de las grandes estancias, pero Artigas había querido hacerlo propietario: “Los gauchos alzados comenzaban a gustar del trabajo honrado”.
Zapata: Realizar un estado social que garantice plenamente el derecho natural que todo hombre tiene sobre la extensión de tierra necesaria a su propia subsistencia y a la de su familia.
La producción agropecuaria por habitante de América Latina es hoy menor que en la víspera de la segunda guerra mundial.
El uno y medio por ciento de los propietarios agrícolas latinoamericanos posee la mitad del total de tierras cultivables.
La renta que el campo genera se gasta en las ciudades o emigra al extranjero.
Ya no es un tema maldito la reforma agraria: los políticos han aprendido que la mejor manera de no hacerla consiste en invocarla de continuo.
Bolivia gasta, en nuestros días, la quinta parte de sus divisas en importar alimentos del extranjero.
La Ley Lincoln de 1862, aseguraba a cada familia la propiedad de lotes de 65 hectáreas. Cada beneficiario se comprometía a cultivar su parcela por un período no menor de cinco años.
Se generaba un mercado interno con gran poder adquisitivo.
El siempre efímero soplo de las glorias y el peso siempre perdurable de las catástrofes.
Las aves guaneras son las más valiosas del mundo, por su rendimiento en dólares por cada digestión. Están por encima del ruiseñor de Shakespeare que cantaba en el balcón de Julieta, por encima de la paloma que voló sobre el Arca de Noé y, desde luego, de las tristes golondrinas de Becquer.
Gracias al salitre y al guano, que yacían en las costas del Pacífico casi al alcance de los barcos que venían a buscarlos el fantasma del hambre se alejó de Europa.
El desierto había oficiado de zona de amortiguación para los conflictos latentes entre Chile, Perú Bolivia. El salitre desencadenó la pelea.
La coca, como se sabe, al adormecer el hambre y enmascarar la fatiga, va apagando el sistema de alarmas con que cuenta el organismo para seguir vivo.
El petróleo es la riqueza más monopolizada en todo el sistema capitalista. No hay empresarios que disfruten del poder político que ejercen, en escala universal, las grandes corporaciones petroleras. La Standard Oil y la Shell levantan y destronan reyes y presidentes, financian conspiraciones palaciegas y golpes de Estado. La Standard Oil Co de Nueva Jersey es la mayor empresa industrial del mundo capitalista.
En Argentina las empresas extranjeras y sus múltiples ecos nativos sostienen siempre que el subsuelo contiene escaso petróleo, aunque las investigaciones de los técnicos de YPF, Yacimientos Petrolíferos Fiscales, han indicado con toda certidumbre que en cerca de la mitad del territorio nacional subyace el petróleo, y que también hay petróleo abundante en la vasta plataforma submarina de la costa atlántica. Cada vez que se pone de moda hablar de la pobreza del subsuelo argentino, el gobierno firma una nueva concesión en beneficio de alguno de los miembros del cártel. La empresa estatal, YPF, ha sido víctima de un continuo y sistemático sabotaje, desde sus orígenes hasta la fecha. La Argentina fue, hasta no hace muchos años, uno de los últimos escenarios históricos de la pugna ínter imperialista entre Inglaterra, en el desesperado ocaso, y los ascendentes Estados Unidos. Los acuerdos del cártel no han impedido que la Shell y la Standard disputaran el petróleo de este país por medios a veces violentos: hay una serie de elocuentes coincidencias en los golpes de Estado que se han sucedido todo a lo largo de los últimos cuarenta años. El Congreso argentino se disponía a votar la ley de nacionalización del petróleo, el 6 de septiembre de 1930, cuando el caudillo nacionalista Hipólito Yrigoyen fue derribado de la presidencia del país por el cuartelazo de José Félix Uriburu. El gobierno de Ramón Castillo cayó en junio de 1943, cuando tenía a la firma un convenio que promovía la extracción del petróleo por los capitales norteamericanos. En septiembre de 1955, Juan Domingo Perón marchó al exilio cuando el Congreso estaba por aprobar una concesión a la California Oil Co.
Arturo Frondizi desencadenó varias y muy agudas crisis militares, en las tres armas, al anunciar el llamado a licitación que ofrecía todo el subsuelo del país a las empresas interesadas en extraer petróleo: en agosto de 1959 la licitación fue declarada desierta.
Resucitó en seguida y en octubre de 1960 quedó sin efecto.
Frondizi realizó varias concesiones en beneficio de las empresas norteamericanas del cártel, y los intereses británicos –decisivos en la Marina y en el sector “colorado” del ejército- no fueron ajenos a su caída en marzo de 1962.
Arturo Illia anuló las concesiones y fue derribado en 1966; al año siguiente, Juan Carlos Onganía promulgó una ley de hidrocarburos que favorecía los intereses norteamericanos en la pugna interna.
Venezuela es todavía, en 1970, el mayor exportador de petróleo.
La mitad de los niños y los jóvenes de Venezuela quedan todavía, en 1970, según los censos, fuera de las aulas de enseñanza.
Un setenta por ciento del país vive marginado de todo.
Canning no se equivocaba al escribir, en 1824: “La cosa está hecha; el clavo está puesto, Hispanoamérica es libre; y si nosotros no desgobernamos tristemente nuestros asuntos, es inglesa”.
La máquina de vapor, el telar mecánico y el perfeccionamiento de la máquina de tejer habían hecho madurar vertiginosamente la revolución industrial en Inglaterra.
Los vaivenes en las políticas aduaneras de los gobiernos de la independencia generarían sucesivas muertes y despertares de las manufacturas criollas, sin la posibilidad de un desarrollo sostenido en el tiempo.
El litoral de Argentina era la región más atrasada y menos poblada del país, antes de que la independencia trasladara a Buenos Aires, en perjuicio de las provincias mediterráneas, el centro de gravedad de la vida económica y política. A principios del siglo XIX apenas la décima parte de la población argentina residía en Buenos Aires, Santa Fe o Entre Ríos.
Con ritmo lento y por medios rudimentarios se había desarrollado una industria nativa en las regiones del centro y el norte, mientras que en el litoral no existía ningún arte ni manufactura. En Tucumán y Santiago del Estero, florecían los talleres textiles, que fabricaban ponchos de tres clases distintas, y se producían en otros talleres excelentes carretas y cigarros y cigarrillos, cueros y suelas. De Catamarca nacían lienzos de todo tipo, paños finos, bayetillas de algodón negro para que usaran los clérigos; Córdoba fabricaba más de setenta mil ponchos, veinte mil frazadas y cuarenta mil varas de bayeta por año, zapatos y artículos de cuero, cinchas y vergas, tapetados y cordobanes. Las curtiembres y talabarterías más importantes estaban en Corrientes. Eran famosos los finos sillones de Salta. Mendoza producía entre dos y tres millones de litros de vino por año, en nada inferiores a los de Andalucía, y San Juan destilaba 350 mil litros anuales de aguardiente.
Mendoza y San Juan formaban la garganta del comercio entre el Atlántico y el Pacífico en América del Sur.
Los agentes comerciales de Manchester, Glasgow y Liverpool recorrieron Argentina y copiaron los modelos de los ponchos santiagueños y cordobeses y de los artículos de cuero de Corrientes, además de los estribos de palo dados vuelta al uso del país. Los ponchos argentinos valían siete pesos; los de Yorkshire, tres. La industria textil más desarrollada del mundo triunfaba al galope sobre las tejedurías nativas, y otro tanto ocurría en la producción de botas, espuelas, rejas, frenos y hasta clavos. La miseria asoló las provincias interiores argentinas, que pronto alzaron lanzas contra la dictadura del puerto de Buenos Aires. Los principales mercaderes (Escalada, Belgrano, Pueyrredón, Vieytes, Las Heras, Cerviño) habían tomado el poder arrebatado a España y el comercio les brindaba la posibilidad de comprar sedas y cuchillos ingleses, paños finos de Louviers, encajes de Flandes, sables suizos, ginebra holandesa, jamones de Westfalia y habanos de Hamburgo. A cambio, la Argentina exportaba cueros, sebo, huesos, carne salada, y los ganaderos de la provincia de Buenos Aires extendían sus mercados gracias al comercio libre. El cónsul inglés en el Plata, Woodbine Parish, describía en 1837 a un recio gaucho de las pampas: “Tómense todas las piezas de su ropa, examínese todo lo que lo rodea y exceptuando lo que sea de cuero, ¿qué cosa habrá que no sea inglesa? Si su mujer tiene una pollera, hay diez posibilidades contra una que sea manufactura de Manchester. La caldera u olla en que cocina, la taza de loza ordinaria en la que come, su cuchillo, sus espuelas, el freno, el poncho que lo cubre, todos son efectos llevados de Inglaterra. Argentina recibía de Inglaterra hasta las piedras de las veredas.
Brasil era un miembro no oficial del imperio económico de Gran Bretaña.
Los comerciantes ingleses monopolizaban el comercio en Santiago y Valparaíso y Chile era el segundo mercado latinoamericano, en orden de importancia, para los productos británicos.
Buenos Aires que en el siglo XIII no había sido más que una gran aldea de cuatrocientas casas, se apoderó de la nación entera a partir de la revolución de mayo y la independencia. Era el puerto único.
Las deformaciones que la hegemonía porteña impuso a la nación se advierten claramente en nuestros días: la capital abarca, con sus suburbios, más de la tercera parte de la población argentina total.
El gobierno de Juan Manuel de Rosas dictó en 1835 una ley de aduanas de signo acentuadamente proteccionista.
Suman medio millón los paraguayos que han abandonado la patria, definitivamente, en los últimos veinte años. La miseria empuja al éxodo a los habitantes del país que era hasta hace un siglo el más avanzado de América del Sur. Paraguay es con Bolivia, uno de los dos países sudamericanos más pobres y atrasados. Los paraguayos sufren la herencia de una guerra de exterminio que se incorporó a la historia de América Latina como su capítulo más infame. Se llamó la Guerra de la Triple Alianza. Brasil, Argentina y Uruguay tuvieron a su cargo el genocidio. La invasión fue financiada, de principio a fin, por el Banco de Londres, la casa Baring Brothers y la banca Rothschild, en empréstitos con intereses leoninos que hipotecaron la suerte de los países vencedores.
En la América hispánica las misiones de los jesuitas se desarrollaron bajo un signo progresista. Venían para purificar, mediante el ejemplo de la abnegación y el ascetismo, a una Iglesia católica entregada al ocio y al goce desenfrenado de los bienes que la conquista había puesto a disposición del clero. Fueron las misiones del Paraguay las que alcanzaron el mayor nivel en poco más de un siglo y medio (1603-1768).
Los jesuitas atrajeron mediante el lenguaje de la música, a los indios guaraníes que habían buscado amparo en la selva o que en ella habían permanecido sin incorporarse al proceso civilizatorio de los encomenderos y los terratenientes. Ciento cincuenta mil indios guaraníes pudieron así, reencontrarse con su organización comunitaria primitiva y resucitar sus propias técnicas en los oficios y las artes.
La Corona sucumbió finalmente a las presiones de los encomenderos criollos, y los jesuitas fueron expulsados de América. Los terratenientes y los esclavistas se lanzaron a la caza de los indios. Los cadáveres colgaban de los árboles en las misiones; pueblos enteros fueron vendidos en los mercados de esclavos de Brasil. Muchos indios volvieron a encontrar refugio en la selva.
Las finanzas de estos jóvenes estados no estaban saneadas. Se hace preciso recurrir a la inflación, que produce la depreciación de la moneda, y a los empréstitos onerosos.
Las vías férreas no constituían una red destinada a unir a las diversas regiones interiores entre sí, sino que conectaban los centros de producción con los puertos. El diseño coincide todavía con los dedos de una mano abierta.
Los durmientes de las vías se hacían de madera y el carbón vegetal servía de combustible; el obraje maderero, creado por el ferrocarril, desintegró los núcleos rurales de población, destruyó la agricultura y la ganadería al arrasar las pasturas y los bosques de abrigo, esclavizó en la selva a varias generaciones de santiagueños y provocó la despoblación. El éxodo en masa no ha cesado, y hoy Santiago del Estero es una de las provincias más pobres de la Argentina. La utilización del petróleo como combustible ferroviario sumergió a la región en una honda crisis. Muchas décadas después, al término de la segunda guerra mundial, cuando ya los ferrocarriles no rendían dividendos y habían caído en relativo desuso, la administración pública los recuperó. Casi todos los estados compraron a los ingleses los fierros viejos y nacionalizaron, así, las pérdidas de las empresas.
Las empresas británicas habían obtenido considerables concesiones de tierras a cada lado de las vías, además de las propias líneas férreas y el derecho de construir nuevos ramales.
La hazaña norteamericana no tendría explicación si no hubiera sido animada, desde el principio, por el más ardiente de los nacionalismos.
El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial nacerán juntos para negar, a los países subdesarrollados, el derecho de proteger sus industrias nacionales, y para desalentar en ellos la acción del Estado.
A partir de la segunda guerra mundial se consolida en América Latina el repliegue de los intereses europeos, en beneficio del arrollador avance de las inversiones norteamericanas.
Los salarios de hambre de América Latina contribuyen a financiar los altos salarios de Estados Unidos y de Europa.
Contener, a costa de la mayor pobreza de los pobres, el vértigo de la inflación.
El proceso de represión y asfixia del pueblo tuvo lugar durante el régimen del general Juan Carlos Onganía; había comenzado con la derrota peronista de 1955.
En el Uruguay unos centenares de familias son dueñas de las fábricas y las tierras, los grandes comercios y los bancos.
En el discurso donde definió la política económica argentina, en 1967, el general Juan Carlos Onganía reafirmaba la igualdad de oportunidades: “Las inversiones extranjeras en Argentina serán consideradas en un pie de igualdad con las inversiones de origen interno, de acuerdo con la política tradicional de nuestro país, que nunca ha discriminado contra el capital extranjero.
Entre 1963 y 1968, fueron desnacionalizadas cincuenta importantes empresas argentinas, 29 de las cuales cayeron en manos norteamericanas, en sectores tan diversos como la fundición de acero, la fabricación de automóviles y de repuestos, la petroquímica, la química, la industria eléctrica, el papel o los cigarrillos.
En 1962, dos empresas nacionales de capital privado, Siam Di Tella e Industrias Kaiser Argentinas, figuraban entre las cinco empresas industriales más grandes de América Latina; en 1967 ambas habían sido capturadas por el capital imperialista.
El Chase Manhattan Bank, del grupo Rockefeller, adquirió en 1968, el Banco Argentino de Comercio.
Los departamentos de relaciones públicas de varios bancos norteamericanos que operan en el exterior pregonan sin rubores que su propósito más importante consiste en canalizar el ahorro interno de los países donde operan para el uso de las corporaciones multinacionales que son clientes de sus casas matrices. Ningún banco extranjero puede operar, en Estados Unidos, como receptor de depósitos de los ciudadanos norteamericanos. En cambio, los bancos de los Estados Unidos disponen a su antojo, a través de las numerosas filiales, del ahorro nacional latinoamericano.
Un cálculo realizado por la revista Fichas indica que las divisas insumidas entre 1961 y 1964 por la industria automotriz en la Argentina son tres veces y media mayores que el monto necesario para construir diecisiete centrales termoeléctricas y seis centrales hidroeléctricas con una potencia total de más de dos mil doscientos megavatios y equivalen al valor de las importaciones de maquinarias y equipos requeridos durante once años por las industrias dinámicas para provocar un incremento anual del 2.8 por ciento en el producto por habitante.
En su mayoría los países latinoamericanos se identifican, en el mercado mundial, con una sola materia prima o con un solo alimento. Carnes, cueros y lanas proporcionaron a la Argentina un 38 por ciento de sus divisas.
Hay en los mercados internacionales un virtual monopolio de la demanda de materias primas y de la oferta de productos industrializados. Cada vez vale menos lo que América Latina vende y, comparativamente, cada vez es más caro lo que compra.
La maldición de los precios bajos no pesa sobre determinados productos, sino sobre determinados países. La clave de la explotación reside en que existe una enorme diferencia en los niveles de salarios de unos y otros países. Son los salarios bajos los que determinan los precios bajos: los países pobres exportan su pobreza.
¿Qué ocurriría con la prosperidad de los ganaderos del Medio Oeste si los Estados Unidos permitieran el acceso a su mercado interno, sin tarifas ni imaginativas prohibiciones sanitarias, de la carne de mejor calidad y menor precio que producen Argentina y Uruguay?
Un Fiat fabricado en la Argentina tiene un precio de venta que duplica con creces los de Estados Unidos o Italia.
Los desocupados van en camino de constituir una aplastante mayoría en varios países.
Las casa matrices nunca proporcionan a sus filiales las innovaciones más recientes. Las subsidiarias de las corporaciones internacionales que operan en la región no realizan esfuerzos significativos en materia de investigación y desarrollo. Otra minoría de empresas situadas en Argentina, Brasil y México realiza modestas actividades de investigación.
Raúl Prebisch advierte que las empresas norteamericanas en Europa instalan laboratorios y realizan investigaciones que contribuyen a fortalecer la capacidad científica y técnica de esos países, lo que no ha sucedido en América Latina.
La ciudad hace aún más pobres a los pobres, porque cruelmente les exhibe espejismos de riquezas a las que nunca tendrán acceso.
Por lo menos la cuarta parte de la población de las ciudades latinoamericanas habita asentamientos que escapan a las normas modernas de construcción urbana. Habitan tugurios, villas miseria, viviendas de lata, barro y madera. De aquí a pocos años los asentamientos irregulares albergarán a una mayoría de la población urbana. Una mayoría de derrotados.
La concentración de la industria en determinadas zonas refleja la concentración previa de la demanda en los grandes puertos o zonas exportadoras. Dos tercios de la industria argentina están en Buenos Aires y Rosario.
América Latina ofrece brazos baratos: en 1961, el salario-hora promedio en Estados Unidos se elevaba a dos dólares; en Argentina era de 32 centavos.
El bajo nivel de salarios de América Latina sólo se traduce en precios bajos en los mercados internacionales, donde la región ofrece sus materias primas a cotizaciones exiguas para que se beneficien los consumidores de los países ricos, en los mercados internos, en cambio, donde la industria desnacionalizada vende manufacturas, los precios son altos, para que resulten altísimas las ganancias de las corporaciones imperialistas.
Argentina no está en condiciones de resistir el poderoso desafío brasileño: Brasil tiene el doble de superficie y una población cuatro veces mayor, es casi tres veces más amplia su producción de acero, fabrica el doble de cemento y genera más del doble de energía; la tasa de renovación de su flota mercante es quince veces más alta. Argentina producía más automóviles y camiones que Brasil. A los ritmos actuales, en 1975 la industria automotriz brasileña será tres veces mayor que la argentina. La flota marítima, que en 1966 era igual a la argentina, equivaldrá a la de toda América Latina reunida.
La primera condición para cambiar la realidad consiste en conocerla.
Al cumplir su primer año de vida, la dictadura argentina del general Videla había recibido quinientos millones de dólares de bancos privados norteamericanos y 415 millones de dos instituciones (Banco Mundial y BID) donde los Estados Unidos tienen influencia decisiva.
Los obispos de Francia hablan de otro tipo de responsabilidad, más profunda, menos visible (Declaración de Lourdes, octubre de 1976). “Nosotros, que pertenecemos a las naciones que pretenden ser las más avanzadas del mundo, formamos parte de los que se benefician de la explotación de los países en vías de desarrollo. No vemos los sufrimientos que ello provoca en la carne y en el espíritu de pueblos enteros. Nosotros contribuimos a reforzar la división del mundo actual, en el que sobresale la dominación de los pobres por los ricos, de los débiles por los poderosos. ¿Sabemos que nuestro desperdicio de recursos y de materias primas no sería posible sin el control del intercambio comercial por parte de los países occidentales? ¿No vemos quién se aprovecha del tráfico de armas, del que nuestro país ha dado tristes ejemplos? ¿Comprendemos acaso que la militarización de los regímenes de los países pobres es una de las consecuencias de la dominación económica y cultural ejercidas por los países industrializados, en los que la vida se rige por el afán de ganancias y los poderes del dinero?”

Lo que dijo el Abuelo Juan de E. Galeano Las Venas

Lo que dijo el Abuelo Juan de Eduardo Galeano Las Venas Abiertas de América Latina

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Paul Tabori en Historia de la Estupidez Humana

Paul Tabori Historia de la Estupidez Humana Editado por elaleph.com 1999

Este libro trata de la estupidez, la tontería, la imbecilidad, la incapacidad, la torpeza, la vacuidad, la estrechez de miras, la fatuidad, la idiotez, la locura, el desvarío.
Contrástase siempre la estupidez con la sabiduría. El sabio es el que conoce las causas de las cosas. El estúpido las ignora.
¿Qué es un estúpido? El ser humano a quien la naturaleza ha suministrado órganos sanos, y cuyo instrumento raciocinante carece de defectos, a pesar de lo cual no sabe usarlo correctamente. El defecto reside no en el instrumento, sino en su usuario, el ser humano que utiliza y dirige el instrumento.
La estupidez duele… sólo que rara vez le duele al estúpido.
Hay individuos a quienes la estupidez se les adhiere.
En un mundo perfecto nadie reiría. Es decir, no habría de qué reírse, nada que fuera ridículo.
Una ligera proporción de estupidez es tan improbable como un ligero embarazo.
Sería lamentable llegar a la conclusión de que es posible escribir sobre la estupidez del hombre un libro más voluminoso que sobre su sabiduría.
La estupidez es el arma más destructiva del hombre, su más devastadora epidemia, su lujo más costoso.
La mayoría de las desgracias y debilidades humanas se relacionan con la estupidez.
Toda actividad humana es autoexpresión. Nadie puede dar lo que no lleva en sí mismo. Cuando hablamos, o escribimos, o caminamos, o comemos, o amamos, estamos expresándonos. Y este yo que expresamos no es otra cosa que la vida instintiva, con sus dos fecundas válvulas de escape: el instinto de poder y el instinto sexual.
El atributo más esencial del librepensador es la tolerancia.
El prejuicio constituye una de las formas de la estupidez.
Negamos, olvidamos y justificamos nuestras propias faltas y exageramos las faltas ajenas.
El amor, según lo entendemos hoy, se desarrolló en el período de la caballería.
La gente gasta mucho dinero en astrólogos, brujos, adivinadores de la fortuna y otros especialistas por el estilo. Esta maravillosa presunción de los hombres constituye una de las más notables pruebas de la inmortalidad de la estupidez. Quienes explotan la credulidad de los auténticos creyentes pueden hacerlo porque existe un fértil suelo de estupidez en el que madura la cosecha de la superstición y del engaño.
Los coleccionistas. Hay personas para las cuales coleccionar es una manía devoradora.
La estupidez, en sus formas sexuales y religiosas, ha creado muchas sectas y originado dogmas pervertidos.
Tuvo que ser un historiador alemán quien consagrara casi dos décadas a la tarea de reunir material para su magnum opus, a la que denominó Theatrum Ceremoniale. Es una obra en dos volúmenes, y pesa aproximadamente veinte libras. Describe, analiza, explica y detalla todo el ceremonial que regía la vida de las cortes europeas, imperiales, reales y ducales. Para dirigirse oficialmente a tan exaltados personajes era preciso usar la fórmula “Vuestra Eternidad”.
Otros gobernantes europeos no exigían el mismo tributo de humildad que era obligado en la corte de Bizancio. Aunque como podemos verlo en “Ana y el rey de Siam”, la postración completa subsistió en Siam y en otros países asiáticos hasta bien entrado el siglo XIX y aun durante el siglo XX.
El arquetipo de toda ceremonia fue la famosa etiqueta española. Era tan rígida y provocaba tantas anomalías que había de suministrar a los cronistas y a los coleccionistas de anécdotas material casi inagotable.
La noble dama se atenía a las antiguas normas del galanteo: actitud de rechazo y palabras de aliento, manteniendo así al desgraciado amante en constante tormento de duda.
Luis XIV era el Sol, Alrededor del cual giraba todo el universo, y su persona era la única fuente de calor y luz. Reorganizó y desarrolló la etiqueta española de acuerdo con sus propios gustos. El Rey Sol podía sentirse orgulloso: era el centro no sólo de su corte y de Francia, sino de todo el mundo civilizado. Cuando moría un rey de Francia se embalsamaba el cadáver y se lo enterraba después de cuarenta días. Sobre el féretro se colocaba una efigie de cera del difunto con una corona en la cabeza. Se dispensaban a esta efigie de cera los mismos honores que al propio rey en vida. .
Hugo von Castiglione fue el amo de un enorme imperio financiero e industrial en Europa Central y Oriental. En los papeles privados de Castiglione se hallaron algunas anotaciones que reflejan la filosofía de este fabricante de oro a quien la fortuna sonreía. Algunas frases tratan de conceptos que eran tomados muy en serio:
“No es ladrón el que roba, sino el que se deja sorprender”.
“Suerte es todo lo que me favorece. Verdadera suerte es lo que me favorece y perjudica a otros”.
“Generosidad es el acto que después lamentamos”.
“Hay hombres orgullosos de su pobreza. Son los poetas. Hay mujeres orgullosas de su fealdad. Son las intelectuales. Huye de ambos como de la peste”.
“Nunca hagas mal innecesariamente. Hazlo en la medida que te de provecho y placer”.
“Quien tiene menos que yo es un imbécil; quien tiene más, es un ladrón”.

Hace algunos años los periódicos publicaron una nueva teoría sobre el núcleo interior de nuestro planeta. Un erudito profesor había descubierto que no estaba formado de níquel ni de hierro, sino… ¡de oro!
Si fue difícil hallar, y más aún conservar el oro, siempre se soñó con la existencia de un atajo. Ese fue el sueño del alquimista. Y si los alquimistas no produjeron oro para quienes los patrocinaban, con cierta frecuencia lo obtuvieron para sí mismos, gracias a la inagotable veta de la estupidez humana.
Durante mil años ardió el fuego en los hornos misteriosos de los alquimistas, durante mil años los gobernantes codiciosos persiguieron la quimera del oro artificial. Jamás se formularon una simple y elemental pregunta: ¿por qué el poseedor de tan vital secreto lo ofrecía a otros, en lugar de reservarlo para su único y exclusivo beneficio?
El empleo medicinal del oro no es ciertamente un hecho nuevo.
El oro fue empleado como droga de carácter medicinal ya en tiempos de Plinio. Posteriormente, los médicos árabes lo convirtieron en el eje de toda su farmacopea.
Luis XI: los médicos emplearon oro líquido para curar la epilepsia del monarca.
Los tesoros perdidos también fueron cebo de la credulidad.
Perseguía al mundo antiguo la idea de que los metales eran entes orgánicos que crecían y se desarrollaban como las plantas. El aurum vegetabile, el “oro que crece”. Son relativamente frecuentes los informes que aluden a la existencia de uvas en cuyo interior hay oro.
En conjunto, la leyenda no era otra cosa que el ensueño dorado concebido por la estupidez, el juego afiebrado de cerebros infectados de codicia.
La más deslumbrante y trágica personificación del oro fue el sueño de Eldorado.
Mientras los españoles obsesionados por la manía del oro perseguían los tesoros de los caciques, llegaron a California. Allí revisaron cada choza, cada aldea, cada pueblo indígena… pero no hallaron oro. Sin embargo, les hubiera bastado inclinarse pues las partículas de oro estaban bajo las plantas de los pies. Soñaban con el famoso Eldorado, y no sabían que ya estaban en él. Los aventureros europeos en busca de tesoros recorrieron durante trescientos años el suelo de California; pero a nadie se le ocurrió examinar las centelleantes arenas de los arroyos, para comprobar a qué obedecían los reflejos arrancados por la luz del sol. El oro había esperado tres siglos, el tiempo que la estupidez humana necesitó para ver lo que estuvo siempre a la vista de todos.
Pero los hombres estaban dispuestos a aceptar versiones más fantásticas aún. Muchos creían firmemente que los animales conocían también el valor del metal más apreciado y codiciado por la humanidad. Plinio el Viejo presentó en su Historia Naturalis como un “hecho científico” el caso de las hormigas recolectoras de oro. Estrabón cita a otros autores, lo cual demuestra que los escritores antiguos no tenían la menor duda respecto de la realidad de estos extraños animales.
El origen de estos mitos debe estar en algún aficionado a la murmuración que quiso provocar verdadera sensación en sus oyentes; finalmente, la materia prima del rumor llegó a manos “profesionales”, que le infundieron forma de estupidez duradera y casi inmortal.
La historia del oro es la historia de la humanidad. Es también un importante ingrediente de la religión, desde el becerro de oro a las estatuas doradas cubiertas de joyas de las madonas y de los santos.
Los reyes primero tomaban prestado de los judíos, luego los nombraban tesoreros y recaudadores de impuestos.
Con el tiempo el “prestamista” se convirtió en el respetado y poderoso banquero. A veces los hijos de los banqueros compraban con su oro la mano de princesas reales.
El oro produjo milagros y creó el Renacimiento; y el metal en bruto, adquirido por los comerciantes, se purificó en la retorta del arte para transformarse en las obras maestras de Cellini y D’Arfé.